¡°Los otros¡± llegan al poder
La llegada de Petro al poder se da tras un momento de reflexi¨®n de los colombianos y tambi¨¦n de hast¨ªo a la desigualdad, corrupci¨®n y a la violencia
Esta sociedad durante d¨¦cadas ha estado de espaldas a s¨ª misma, negando verdades para vivir entre mentiras, sosteniendo con su narrativa una malla de contenci¨®n para evitar una ca¨ªda al vac¨ªo haciendo que su progreso, sea una especie de milagro que se superpone a la ilegalidad, a la impunidad, a la corrupci¨®n, a la violencia, a la econom¨ªa de la guerra, a la desigualdad.
El momento de una reflexi¨®n y de hast¨ªo lleg¨® y se concret¨® en una elecci¨®n popular que este domingo trae al ...
Esta sociedad durante d¨¦cadas ha estado de espaldas a s¨ª misma, negando verdades para vivir entre mentiras, sosteniendo con su narrativa una malla de contenci¨®n para evitar una ca¨ªda al vac¨ªo haciendo que su progreso, sea una especie de milagro que se superpone a la ilegalidad, a la impunidad, a la corrupci¨®n, a la violencia, a la econom¨ªa de la guerra, a la desigualdad.
El momento de una reflexi¨®n y de hast¨ªo lleg¨® y se concret¨® en una elecci¨®n popular que este domingo trae al poder a Gustavo Petro Urrego. Una afirmaci¨®n se les escucha de forma generalizada a los colombianos: el pa¨ªs estar¨¢ en manos diferentes. Pero, ?qu¨¦ es ser diferentes? De la mano de Gustavo Petro y Francia M¨¢rquez no llegan personas de geograf¨ªas desconocidas, o con costumbres extra?as con las que no se comparta un idioma, o una bandera. Los que llegan son colombianos que han tenido menos oportunidades, que han visto vulnerados sus derechos, que han tenido pocos micr¨®fonos encendidos para que su versi¨®n de la vida cuente.
Visto sin la ideolog¨ªa de los extremos, los que asumen la tarea de gobernar en el a?o 22 del siglo XXI, son quienes ante la centralista mirada de ¡°los de siempre¡± consideran como aquellos ¡°otros¡±, esos que no tienen en su lista de tel¨¦fonos con los contactos de las ¨¦lites pol¨ªticas porque no se conocen y no se reconocen.
Son muchos a?os acumulados en los que ¡°los de siempre¡± han se?alado a ¡°los otros¡± con el dedo, a la distancia, viendo a ¡°los de all¨¢¡±, a ¡°esa gente¡± como simples espectadores y receptores de su auto-protagonismo. Los ciudadanos considerados como simples comit¨¦s de aplausos. Una actitud que cre¨® una barrera divisoria que se convirti¨® en un h¨¢bito pol¨ªtico. La historia da cuenta de esto ampliamente con el bipartidisimo de los cincuenta, o el multipartidismo forzado del resto del siglo XX hasta ahora, inicios del XXI.
Ese h¨¢bito pol¨ªtico de excluir a ¡°los otros¡± desencaden¨® un proceso de degradaci¨®n en el reconocimiento del concepto de Naci¨®n. Se descalificaron aquellos que no eran del c¨ªrculo o que no alcanzaban la educaci¨®n que a juicio del sistema, otorgaba las capacidades y los conocimientos requeridos para gobernar. Esa descalificaci¨®n se profundiz¨® cuando se pas¨® al se?alamiento como sospechosos, y de esa sospecha directamente a la lista de enemigos y como enemigos al argumento irracional que condujo a la violencia.
Pero los caminos de la civilidad finalmente se transitan en sociedades pre modernas como la nuestra. Las guerrillas quisieron tomar el poder, y el final de su pretensi¨®n,- que dur¨® cinco d¨¦cadas - es un Acuerdo de paz que sirvi¨® como punto de partida para legitimar a esos ¡°otros¡± a abrirse el espacio sin miedo al r¨®tulo. En las contradicciones del milagro colombiano, mediante el voto y no el fusil, los ¡°otros¡± est¨¢n asumiendo la gobernanza. Este es el reto.
En Colombia no se han hecho las grandes reformas necesarias para la modernizaci¨®n de la gesti¨®n p¨²blica, as¨ª como los cambios culturales que transforman los pueblos. En los ¨²ltimos 30 a?os, con una Constituci¨®n que surgi¨® de acuerdos pol¨ªticos, se ha vivido en un gran vac¨ªo de autoridad moral de los presidentes y l¨ªderes pol¨ªticos que, con buena voluntad en algunos casos, mantuvieron la tibieza para no arriesgarse a generar oportunidades de cambio que trajeran la igualdad de derechos a esos ¡°otros¡±, frustrando el esp¨ªritu incluyente de la Constituci¨®n.
Este proceso aisl¨® a ¡°los de siempre¡± de la periferia, de la base, de las personas, de las v¨ªctimas, de las mujeres, de los negros, de los ind¨ªgenas. Se alejaron de las comprensiones rotulando como inevitables las fatalidades, como excentricidades o rarezas sus expresiones culturales, o viendo como curiosidades las vidas cotidianas del rebusque y la superviviencia, y mientras el Estado no llegaba a los pueblos, corregimientos, unos nuevos ¡°otros¡± emergieron con un acumulado de frustraci¨®n. Si el lugar de nacimiento era remoto, en la provincia, y se pensaba o se viv¨ªa diferente a ¡°los de siempre¡± se convert¨ªa inmediatamente en un ¡°otro¡± y con el paso de los a?os, se lleg¨® un momento de la historia que, cuando determina el cambio, es infalible, m¨¢s la informaci¨®n y el efecto rizom¨¢tico de las redes sociales, los ¡°otros¡± se convirtieron en mayor¨ªa y ganaron las elecciones.
Ser mayor¨ªa implica una gran responsabilidad, y es lo que todos los colombianos hoy le piden a Gustavo Petro, que sea responsable con sus acciones de gobierno y con la forma de comunicarlas, de compartirlas, que sea serio en las relaciones internacionales, que sea consecuente con las realidades de la econom¨ªa y que sea creativo dentro del marco constitucional para poner a Colombia en una senda de verdadero progreso. Que rompa el c¨ªrculo vicioso y no convierta a ¡°los de siempre¡± en unos nuevos ¡°otros¡±. Que el acuerdo nacional que hoy parece darle gobernabilidad no sea una frivolidad delirante de grandeza, sino una grandeza real, que logre las requeridas reformas, con m¨¢s realismo que simbolismo. Se necesita un Petro aterrizado, l¨ªder, pragm¨¢tico para avanzar en la transformaci¨®n y el cambio de un Estado que tiene como caracter¨ªstica la paquidermia y la somnolencia. Este prop¨®sito choca con la impl¨ªcita creencia que albergan en su coraz¨®n muchos de los que votaron por Petro de que ellos ser¨¢n mejores que ¡°los de siempre¡±.
Esa expectativa est¨¢ fundada en asumir que son mejores personas, que son m¨¢s honestos, que toman mejores decisiones, que saben comprender una realidad que otros han desconocido, que pueden lograr la igualdad, la equidad, la justicia, la paz, la prosperidad y la felicidad. No son menores estas promesas. Ser ¡°otros¡± acarrea mayor esfuerzo. La vara de la excelencia estar¨¢ m¨¢s alta. No contar con la experiencia de gobernar demanda humildad y mucha empat¨ªa si el momento es de uni¨®n y no, de una nueva exclusi¨®n.
Y ser mejores es una exigencia superior. Un asunto serio, muy serio. Desearlo y pregonarlo no solucionar¨¢ los problemas. La paz prometida est¨¢ lejos y el recorrido lleno de espinas, de malquerientes, de opositores, y tambi¨¦n de enemigos. Si bien los s¨ªmbolos y las caras nuevas que llegan a nuestra realidad servir¨¢n para respirar otros aires, - bastante contaminados con el descr¨¦dito del insulso gobierno que termina - no resolver¨¢n de la noche a la ma?ana la ansiedad de mejor¨ªa que reclaman las calles.
Todos los cambios mandatos traen ilusiones y oportunidades. Siempre hemos sido los mismos, solo que no nos reconoc¨ªamos. El periodo de la historia que inicia hoy viene con un lente gran angular que ampl¨ªa la visi¨®n de pa¨ªs, incluye la Naci¨®n, convoca a la periferia y la mezcla con el centro.
Desde ahora Gustavo Petro y su gabinete ya no se considerar¨¢n como ¡°los otros¡± porque han llegado al poder. No entrar a la categor¨ªa de ¡°los de siempre¡± es el gran desaf¨ªo de un mandato que se proclama popular y que promete un verdadero cambio.
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