Brasilia: la insurrecci車n copiada
Lo de ahora no se parece al golpe de 1964; de hecho, no se parece a nada que hayamos visto hasta ahora en Am谷rica Latina. En cambio, se parece con precisi車n aterradora a lo que ocurri車 hace dos a?os en Washington: porque sus ingredientes y sus personajes 每Bolsonaro y Trump每 se parecen hasta la caricatura
Hace dos meses, por los d赤as de la victoria de Lula en Brasil, escrib赤 en esta columna acerca de la forma preocupante como Bolsonaro hab赤a copiado el manual trumpista: desde su dedicada promoci車n de teor赤as conspiranoides a su negativa a reconocer la victoria de su oponente. Los dos 每uno imitando transparentemente al otro每 se dedicaron durante a?os a sembrar dudas sobre los procesos electorales de su pa赤s, a machacar la idea de que las elecciones est芍n arregladas, a meterle miedo a la gente m芍s vulnerable con mentiras o amenazas, y, sobre todo, con un culto a la violencia de clara estirpe fasc...
Hace dos meses, por los d赤as de la victoria de Lula en Brasil, escrib赤 en esta columna acerca de la forma preocupante como Bolsonaro hab赤a copiado el manual trumpista: desde su dedicada promoci車n de teor赤as conspiranoides a su negativa a reconocer la victoria de su oponente. Los dos 每uno imitando transparentemente al otro每 se dedicaron durante a?os a sembrar dudas sobre los procesos electorales de su pa赤s, a machacar la idea de que las elecciones est芍n arregladas, a meterle miedo a la gente m芍s vulnerable con mentiras o amenazas, y, sobre todo, con un culto a la violencia de clara estirpe fascista. Bolsonaro imitaba a Trump como el matoncito del patio de colegio imita al mat車n alfa, y verlo daba verg邦enza ajena: la cosa entera ser赤a risible si no fuera tan grave. Pero lo era y lo es porque la imitaci車n comenz車 hace mucho tiempo a trasladarse de los l赤deres a sus seguidores, y los imitadores han alimentado su paranoia con im芍genes y refranes importados directamente de los originales: los republicanos extremistas, los trumpistas fan芍ticos.
Lo que hemos visto en estos d赤as lamentables, la invasi車n de las instituciones y sus edificios por parte de una multitud bolsonarista, es un intento abierto de golpe de estado, aunque sea m芍s o menos espont芍neo. Pero creo que est芍 muy lejos de pertenecer a la triste tradici車n golpista de nuestra Am谷rica Latina, a pesar de que m芍s de un bolsonarista han dicho en estos d赤as que se trata de repetir lo de 1964: el golpe militar que empez車 una dictadura violenta de m芍s de veinte a?os. Por supuesto que Bolsonaro ha alimentado esa nostalgia golpista en declaraciones, en su militarismo incontrolado, en el fetiche de las armas (cuyo porte ha querido liberar, como algunos del Centro democr芍tico en Colombia y de Vox en Espa?a: es la nueva sinton赤a transnacional de la extrema derecha). Pero el golpe de estado de Castelo Branco en 1964 depuso a un presidente, Jo?o Goulart, sobre el cual corr赤an rumores de que pod赤a convertirse en otro Fidel Castro; y Goulart hab赤a reemplazado a otro presidente, J?nio Quadros, que hab赤a estrechado relaciones con Cuba y condecorado al Che Guevara. Todo esto da a las insurrecciones del domingo pasado un tufillo inc車modo de Guerra fr赤a, m芍s cuando Bolsonaro ha utilizado a Venezuela como los militares de los sesenta utilizaban a Cuba.
Pero lo de ahora no se parece al golpe de 1964; de hecho, no se parece a nada que hayamos visto hasta ahora en Am谷rica Latina. En cambio, se parece con precisi車n aterradora a lo que ocurri車 hace dos a?os en Washington: porque, como dec赤a antes, sus ingredientes y sus personajes 每Bolsonaro y Trump每 se parecen hasta la caricatura. ※La verdad evidente§, escrib赤 en esa columna de hace dos meses (y les pido perd車n a mis lectores por citarme a m赤 mismo), ※es que las dos figuras se parecen tanto como se parecen sus votantes, o un amplio sector de ellos. Tanto en Brasil como en Estados Unidos, son ciudadanos que se sienten amenazados; tanto en Brasil como en Estados Unidos, son ciudadanos que se alimentan de redes sociales casi de manera exclusiva; tanto en Brasil como en Estados Unidos, viven en una realidad que se aparta ligera o francamente de la realidad comprobable. Y esto ser芍 quiz芍s el mayor de los retos a los que se enfrenta Lula: ?c車mo gobernar para una parte de la ciudadan赤a que no est芍 viendo la misma realidad que el gobierno?§
Pues bien, las im芍genes de Brasilia se pueden leer de muchas formas, pero una de ellas es m芍s problem芍tica que las otras: los bolsonaristas que asaltaron las instituciones democr芍ticas de Brasil no estaban viendo el mismo mundo que el resto de los brasile?os. Y no se me ocurre nada m芍s preocupante para el gobierno de Lula (o para cualquiera de nuestras democracias, si hay que ser sinceros) que esa ruptura de la realidad compartida. Para todos los efectos pr芍cticos, los bolsonaristas habr赤an podido llevar puestas unas gafas de realidad virtual: en la versi車n del mundo que se ve con ellas, aparte de que Lula habla con el diablo y quiere cerrar las iglesias con la ayuda de una vasta conspiraci車n internacional de ateos y comunistas, resulta que las m芍quinas que cuentan los votos est芍n ama?adas. Lo hab赤a anunciado Bolsonaro, por supuesto: si perdemos las elecciones, es porque est芍n ama?adas. Y he aqu赤 que las elecciones se han perdido: justo como lo hab赤a anunciado el l赤der, por supuesto, porque el arte de la profec赤a autocumplida es parte del manual del populista. Nada importa que esas m芍quinas ya se hayan revisado y que no se haya encontrado ninguna irregularidad, y que en Brasil no est谷n conectadas a internet, lo cual elimina muchos fantasmas y desbarata muchos alegatos. No, no importa: porque las gafas de realidad virtual cuentan lo suyo y no dejan ver nada m芍s.
Pero m芍s all芍 de estas coincidencias en el discurso 每que deber赤an ponernos a pensar en la manera como se diseminan las ideas y se contagian las paranoias en nuestro mundo hiperconectado每, todas las im芍genes que circularon sobre el ataque en Brasilia parec赤an calcadas sobre el modelo del 6 de enero en el Capitolio de Washington. La sensaci車n ha sido como vivir un d谷j角 vu, pero agravado o exacerbado: las mismas personas enloquecidas rompiendo vidrios de la misma manera y con los mismos gestos, y los mismos invasores abrigados con banderas que posaban orgullosos sobre los mismos escritorios destrozados, pero todo m芍s grande, durante m芍s tiempo y, si cabe, m芍s destructivo. (Sin muertos ni secuestrados, eso s赤.) En fin: un d赤a tendremos que reflexionar sobre lo que la cultura de la imagen, sumada a lo que las redes sociales le han hecho a nuestro sentido de la realidad, puede provocar en nuestros comportamientos.
Por lo pronto, lo de Brasil es un abrebocas. Yo tengo claro que los bolsonaristas de Brasilia estaban imitando consciente o inconscientemente a los insurrectos del Capitolio, incluso en su interpretaci車n de lo ocurrido. Me cuentan mis amigos brasile?os que muchos de los rebeldes, ahora que las im芍genes de los ataques le dan la vuelta al mundo, sostienen con profunda convicci車n que ellos no son culpables de los destrozos: que 谷stos fueron causados por infiltrados de izquierda, y ah赤 est芍 la prensa, como siempre, la prensa c車mplice de los comunistas, mintiendo y distorsionando las cosas para presentar a los patriotas como v芍ndalos. Lo mismo, casi verbatim, dijeron los atacantes del 6 de enero en Washington, y tambi谷n los medios de comunicaci車n afines a la extrema derecha, desde Fox a los aun m芍s grotescos (tambi谷n en esto hay gradaciones). El error ser赤a pensar que esto no se va a repetir, pues el libreto de los republicanos trumpistas tiene muchas ense?anzas para dar todav赤a, y los bolsonaristas no son en el mundo los 迆ltimos alumnos interesados en aprender.
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