Petro y el fin de la historia¡ de la rebeli¨®n
Sentimos darle una mala noticia al presidente: hay lucha revolucionaria y la habr¨¢ siempre que las causas que provocaron el conflicto sigan intactas
Hay una vieja costumbre colombiana que consiste en decretar el final de la legitimidad de la rebeli¨®n contra el r¨¦gimen tras cada proceso de paz parcial que logra desmovilizar a alg¨²n grupo guerrillero. As¨ª pas¨® tras las desmovilizaciones que dieron paso a la Constituci¨®n de 1991. As¨ª pas¨® tras el cuestionado acuerdo de paz con las FARC en 2016.
El presidente de la Rep¨²blica, Gustavo Petro, fue fiel a esa tradici¨®n cuando inform¨® a los militares, en una conferencia magistral ante generales y...
Hay una vieja costumbre colombiana que consiste en decretar el final de la legitimidad de la rebeli¨®n contra el r¨¦gimen tras cada proceso de paz parcial que logra desmovilizar a alg¨²n grupo guerrillero. As¨ª pas¨® tras las desmovilizaciones que dieron paso a la Constituci¨®n de 1991. As¨ª pas¨® tras el cuestionado acuerdo de paz con las FARC en 2016.
El presidente de la Rep¨²blica, Gustavo Petro, fue fiel a esa tradici¨®n cuando inform¨® a los militares, en una conferencia magistral ante generales y almirantes, que ya no hay lucha insurgente, que en los caminos y selvas de Colombia s¨®lo hay ¡°traquetos¡±, grupos que quieren controlar las econom¨ªas ilegales. Parad¨®jicamente, su relato contempor¨¢neo sobre el conflicto tambi¨¦n est¨¢ salpicado de jerga de la vieja lucha contrainsurgente ¡ªcomo su referencia a la alianza entre campesinado y Fuerzas Militares¡ª.
A nuestro modo de ver, ese es un enfoque equivocado, pero, ante todo, enga?oso. Colombia sufre las consecuencias de un r¨¦gimen que, heredero de los vicios coloniales, concentra el poder en unos pocos, ataca con violencia a toda persona que lo cuestiona y acumula beneficios mediante la desposesi¨®n de las mayor¨ªas apoyado en una narrativa que custodian tres o cuatro grandes medios de comunicaci¨®n pertenecientes a las mismas ¨¦lites.
Juan Manuel Santos vendi¨® al mundo, y el mundo se lo compr¨® complaciente, que acabadas las FARC, acabada la rabia. Para eso, firm¨® un extenso acuerdo lleno de literatura que promet¨ªa nada m¨¢s y nada menos que ?cumplir la Constituci¨®n de 1991! y que, siguiendo la tradici¨®n, fue papel mojado desde el mismo momento en que se sec¨® la tinta con la que fue firmado. Es decir, despu¨¦s de que ?lvaro Uribe mostrara al pa¨ªs al enemigo ¨²nico, la tarea estaba cumplida. Mientras se negociaba la entrega de las FARC, las ¨¦lites y el narcoparamilitarismo ¡ªno se entiende a las unas sin el otro¡ª se preparaban para ocupar los espacios que esa guerrilla abandon¨® diligentemente tras la firma del acuerdo a finales de 2016. Y lo hicieron, aunque se toparon con la insurgencia armada del ELN y los planes no les salieron tal y como estaban previstos. Parafraseando a un gran poeta, se confirmaba que, en Colombia, detr¨¢s de una posguerra siempre comienza una guerra.
Entonces, tal y como asegura Petro¡ ?ya no hay disputa por el poder? ?Ya la ¨²nica tarea es pensar los nuevos formatos de la guerra contra el narcotr¨¢fico y otras econom¨ªas il¨ªcitas?
Sentimos darle una mala noticia al presidente: hay lucha revolucionaria y la habr¨¢ siempre que las causas que provocaron el conflicto sigan intactas. Que la econom¨ªa que sustenta al r¨¦gimen haya mutado no hace diferencia. No reconocer esta realidad es s¨ªntoma de una ceguera peligrosa o de un negacionismo que impide avanzar hacia un verdadero proceso de paz.
El estallido social de 2021, y las protestas previas en las que se incub¨®, son una prueba de que los pueblos se organizan de formas diversas e imprevistas para responder a la violencia descomunal que el r¨¦gimen practica. Lo que se debe preguntar el presidente Gustavo Petro es si durante de su Gobierno progresista el r¨¦gimen aprovechar¨¢ para reciclar sus formas, sus discursos y sus pr¨¢cticas. Tenga en cuenta que en la lucha contra el crimen organizado suelen ganar los discursos de ultraderecha y que, por mucho que el Gobierno pasee lemas humanistas, el aparato del Estado sigue siendo enemigo de las mayor¨ªas, un aparato enfermo de corrupci¨®n abrumadora, de impunidad infinita y de dejaci¨®n de sus funciones que se apoya en una arquitectura legislativa perversa.
No le podemos pedir a Petro que cambie ese estado de cosas. Al menos, no solo. Por eso, el ELN ha propuesto en la mesa de di¨¢logos de paz con el Gobierno un gran acuerdo nacional que consolide unas mayor¨ªas capaces de empujar las transformaciones que necesitamos. Sabemos que estas no llegar¨¢n r¨¢pido y sabemos que el r¨¦gimen se defender¨¢ de manera agresiva, pero debemos empezar y empezar ya.
Comprendemos las frustraciones del presidente, los riesgos que enfrenta, las amenazas pol¨ªticas que siente a cada paso que da, pero le pedimos que fomente el encuentro con los que estamos por los cambios que precisa el pa¨ªs, que nos ayude a promover una participaci¨®n real ¡ªy no s¨®lo esc¨¦nica¡ª de la sociedad, que entienda que en los tiempos pol¨ªticos reales de los que dispone un acuerdo de paz integral y riguroso es uno de los principales legados que le puede dejar a este pa¨ªs harto de violencias estructurales y de violencias cotidianas.
En ese camino, encontrar¨¢ al ELN. Nuestra organizaci¨®n insurgente, armada y rebelde est¨¢ deseando asistir al fin de la historia de las disputas por el poder, pero ese tiempo no ha llegado. Todos y todas estamos disputando el poder a las familias, grupos e imperios que han ensangrentado el pa¨ªs por d¨¦cadas. Si no entendemos eso, el poder f¨¢ctico de Colombia, no el que se ejerce desde la Casa de Nari?o, quedar¨¢ intacto tras su Gobierno. Y la rebeli¨®n, presidente, seguir¨¢ siendo el derecho inalienable de los pueblos.
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