Ni?atos poderosos
Estados Unidos ha tenido presidentes borrachos, deshonestos y hasta insustanciales, pero no infantiles. Hasta que lleg¨® Trump. El hombre m¨¢s poderoso de Occidente fue un matoncito de colegio que hizo de la pataleta una forma de la pol¨ªtica
Los ha habido borrachos y deshonestos, como Nixon, o insustanciales como Bush padre, o simplemente bobos, como Bush hijo; pero con los a?os he comenzado a creer que la profunda novedad de Donald Trump, como presidente de Estados Unidos y ahora candidato de nuevo, consiste en un rasgo m¨¢s peligroso por...
Los ha habido borrachos y deshonestos, como Nixon, o insustanciales como Bush padre, o simplemente bobos, como Bush hijo; pero con los a?os he comenzado a creer que la profunda novedad de Donald Trump, como presidente de Estados Unidos y ahora candidato de nuevo, consiste en un rasgo m¨¢s peligroso por lo inveros¨ªmil, pues nos cuesta verlo o aceptarlo a pesar de la evidencia: el infantilismo. Trump no es borracho pero s¨ª deshonesto, y es insustancial de la peor manera, porque m¨¢s que bobo es vanidoso y cruel; pero lo que lo hace m¨¢s extra?o, dada la posici¨®n que ha tenido y la influencia que actualmente tiene, es su car¨¢cter inmaduro y pueril. Nos cuesta trabajo aceptarlo porque el cerebro no est¨¢ programado para eso. No asociamos poder con puerilidad, ni autoridad con inmadurez. Pero ah¨ª est¨¢, a la vista de todos: durante cuatro a?os, el hombre m¨¢s poderoso de Occidente fue un ni?ato que hizo de la pataleta una forma de la pol¨ªtica, y cuya comprensi¨®n del mundo es la de un matoncito de jard¨ªn infantil. ?se es el candidato republicano de esta campa?a presidencial que marcar¨¢ las vidas de todos. ?Pero lo est¨¢ viendo todo el mundo? No lo creo.
Despu¨¦s del debate en el que Harris lo destroz¨® sin remedio, o dej¨® ver su incompetencia, su charlataner¨ªa y su franco hablamierdismo, Trump hizo algo tan predecible como asombroso: sali¨® a quejarse del ¨¢rbitro. Acus¨® a la cadena ABC de pasarle las preguntas con anticipaci¨®n a su oponente; acus¨® a Kamala Harris de llevar un aud¨ªfono oculto. La reacci¨®n hubiera podido ser burlona o sarc¨¢stica, pero ya nada lo es en nuestra sociedad infantilizada, pues no falta quien se tome en serio hasta lo m¨¢s indigno de nuestra consideraci¨®n. (No me sorprendi¨® que se tomara en serio las acusaciones infantiles la impagable Marjorie Taylor Greene, cuya profunda imbecilidad nunca decepciona: es la misma que confundi¨® Gestapo con gazpacho, la misma que cree en rayos l¨¢ser jud¨ªos que incendian los bosques.) Desde luego, no hace falta ser un polit¨®logo de Harvard para se?alar que en un debate nacional por la presidencia de Estados Unidos nadie necesita que le filtren las preguntas: las preguntas son las mismas siempre. Yo habr¨ªa podido predecirlas: una pregunta sobre inmigraci¨®n, una pregunta sobre econom¨ªa, una pregunta sobre pol¨ªtica exterior, y as¨ª sucesivamente. Pero Trump sostuvo sin verg¨¹enza que Harris hab¨ªa recibido las preguntas con anticipaci¨®n. Todo era una pataleta, una m¨¢s: una rabieta de ni?o malcriado. Y lo m¨¢s preocupante, y lo m¨¢s peligroso, es la evidencia de que el p¨²blico norteamericano se ha acostumbrado a eso.
Yo todav¨ªa recuerdo la sensaci¨®n de desconcierto que tuvimos cuando Trump, en su primera campa?a presidencial, comenz¨® a ponerles apodos a sus competidores: vimos a un hombre aparentemente adulto, cuyo objetivo era la presidencia de un pa¨ªs poderoso, burl¨¢ndose de la estatura del candidato que ten¨ªa al lado (¡°Mini Mike¡±, le dijo a Bloomberg) o llamando ¡°Baja energ¨ªa¡± a Jeb Bush. A Marco Rubio lo llamaba ¡°Peque?o Marco¡±; a Ron DeSantis lo llama ¡°Ron DeSanctimonius¡±. Y nos pregunt¨¢bamos: ?esto est¨¢ sucediendo de verdad? ?De verdad es posible que esto no provoque la decepci¨®n o el desencanto? Pues no: los suyos le re¨ªan y le r¨ªen sus gracias, porque el infantilismo es contagioso. La infame Kellyanne Conway ¨Cla autora de la c¨¦lebre idea de que el presidente no miente, sino que tiene verdades alternativas¨C dijo una vez que lidiar con Trump era como vestir a su hija peque?a: hab¨ªa que darle varias opciones para que escogiera la que m¨¢s le gustara. Los militares que le presentaban informes todos los d¨ªas sal¨ªan levemente escandalizados, pues la atenci¨®n de Trump, su capacidad para manejar ideas complejas o para tomar decisiones basado en algo que no fuera su capricho inmediato era casi nula. Las frases ¡°el adulto responsable¡± o ¡°el adulto del lugar¡± (the adult in the room) se convirtieron en maneras cotidianas de hablar de la dif¨ªcil tarea a la que se enfrentaban todos los d¨ªas los subalternos del presidente.
Por supuesto que la puerilidad normalizada es uno de los rasgos alarmantes de nuestra sociedad contempor¨¢nea, por lo menos en Occidente, donde el comportamiento adulto es cada vez m¨¢s infrecuente en adultos, y donde todos los rasgos de la ni?ez ¨Cla incapacidad para esperar lo que se desea, la dificultad profunda para lidiar con la frustraci¨®n, la sencilla imposibilidad de mantener la atenci¨®n puesta sobre la misma cosa durante un tiempo sostenido¨C han pasado a ser parte aceptada de lo que somos y hacemos. Pero no era usual que los m¨¢s poderosos fueran tambi¨¦n las personalidades m¨¢s pueriles. No s¨¦ bien c¨®mo llegamos a eso, pero tengo la certeza de algo tuvo que ver la irrupci¨®n de las redes sociales, el m¨¢s grande experimento social que se ha llevado a cabo en la historia de la humanidad. (Modificaci¨®n del comportamiento, lo ha llamado uno de los pioneros de los avances digitales y ahora uno de los cr¨ªticos m¨¢s cr¨ªticos de esos avances: Jaron Lanier.)
Las redes sociales son ¨Cespero que no sea necesario que lo demuestre¨C un lugar de narcisismo y puerilidad, y lo han sido desde el principio: ya nos hemos acostumbrado, pero los que nunca hemos estado en ese mundo nos seguimos acordando con fascinaci¨®n de esos primeros tiempos en que adultos responsables hablaban de likes y ¡°amigos¡±, y comparaban sus seguidores y se preocupaban por su popularidad sin caer en la cuenta de lo risible que sonaba todo. Ahora el due?o de uno de esos lugares de narcisismo y puerilidad es uno de los hombres m¨¢s transparentemente narcisistas, m¨¢s desvergonzadamente pueriles, de las esferas p¨²blicas: Elon Musk. Musk se ha hecho millonario d¨¢ndoles a los adultos juguetes costos¨ªsimos, no vaya a ser que la vida adulta los saque de la infancia, pero ahora, como due?o de Twitter o X, se ha convertido en una figura enormemente poderosa. Y tanto poder en manos de un narcisista infantilizado, en momentos en que un infantilizado narcisista quiere ser presidente de Estados Unidos, deber¨ªa ser una fuente de preocupaci¨®n para todos.
Durante los primeros meses de la presidencia de Trump, una revista de psicolog¨ªa public¨® una evaluaci¨®n de su personalidad, y concluy¨® que no exhib¨ªa los signos de madurez propios de un adulto. Una personalidad madura se distingue por varias cosas: la capacidad para ver el mundo desde el lugar de otros, para gestionar la frustraci¨®n, para ir m¨¢s all¨¢ del propio inter¨¦s, para ver con claridad la diferencia que existe entre nuestra opini¨®n de nosotros mismos y la opini¨®n de los dem¨¢s. Nada de esto, conclu¨ªa el art¨ªculo, parece aplic¨¢rsele a Trump, cuya egolatr¨ªa es de caricatura, cuya empat¨ªa parece inexistente y cuya crueldad no es distinta de la del matoncito de colegio que les arranca las alas a las moscas. Lo que hemos visto en la actual campa?a es ese comportamiento infantil ¨Clas rabietas cuando siente que pierde, la preocupaci¨®n por el tama?o de los m¨ªtines, los apodos y las burlas¨C aumentado por los a?os y la decadencia cognitiva. Trump, como Benjamin Button, parece m¨¢s ni?o mientras m¨¢s viejo se hace. Pero qu¨¦ bien nos ca¨ªa Benjamin Button, y qu¨¦ rid¨ªculo, en cambio, se ha visto y se sigue viendo Donald Trump.
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