La rep¨²blica latinoamericana
No solo ten¨ªa que exiliarme de Cuba, tambi¨¦n deb¨ªa hacerlo de su exilio, porque se trata de un exilio totalitario en su dimensi¨®n metaf¨ªsica
La instituci¨®n del exilio cubano, a la que t¨¦cnicamente pertenezco, prefiere a Javier Milei. Tambi¨¦n son prosionistas, amantes de Bolsonaro y Trump, y cuando alg¨²n pijo de Ferraz dice que Ped...
La instituci¨®n del exilio cubano, a la que t¨¦cnicamente pertenezco, prefiere a Javier Milei. Tambi¨¦n son prosionistas, amantes de Bolsonaro y Trump, y cuando alg¨²n pijo de Ferraz dice que Pedro S¨¢nchez es un dictador, ellos le dan la raz¨®n, que s¨ª, que lo es, regalando su propia experiencia y banalizando lo que significa vivir en dictadura. La complicidad de las izquierdas latinoamericanas con el castrismo y, por tanto, de vuelta un acerado sentimiento de venganza, no puede ser la ¨²nica raz¨®n que explique la proyecci¨®n permanentemente reaccionaria de esta comunidad.
Hay algo todav¨ªa m¨¢s intrincado y peligroso, la desesperaci¨®n por pertenecer al territorio del presente, el deseo inconfesado de que sus desgracias no queden circunscritas al pa¨ªs del que escaparon. Necesitan que la pol¨ªtica ¡ª sus m¨¦todos, sus palabras¡ª se parezca todav¨ªa a las maneras que conocen, a la violencia de sus costumbres.
Como toda v¨ªctima del totalitarismo incuba tambi¨¦n el virus totalitario, este exilio propio, as¨ª como sus pares venezolanos y nicarag¨¹enses, reparte pregones del apocalipsis all¨ª donde desembarca, son agoreros del fin del mundo que fallan constantemente en sus predicciones porque desconocen al jinete vencedor, que es el jinete del capital. Aquella bestia que los derrot¨® a ellos es ya una bestia muerta, que solo vive a trav¨¦s de sus recuerdos, pero nadie quiere renunciar a su excepcionalidad.
Auguraron que L¨®pez Obrador se perpetuar¨ªa en el poder. No va a pasar. Auguraron que Petro se perpetuar¨ªa en el poder. No va a pasar. Auguraron que Boric se perpetuar¨ªa en el poder. No va a pasar. No auguraron que Bukele lo har¨ªa. No ten¨ªan ninguna posibilidad de predecirlo, dada la extra?eza, los monstruos y el desconcierto de fondo que genera la agon¨ªa liberal, pero ahora que Bukele lo ha hecho, lo aprueban. Al fin alguien habla de nuevo su idioma.
Entre tantas cosas, lo que verdaderamente les seduce de Milei es su delirio, un esperpento que parece perseguir cierto mundo ilusorio y ataca uno concreto y fundamental. Va contra el Estado porque es comunismo, entiende la educaci¨®n p¨²blica como doctrina, toda propiedad que no sea privada es ociosa y traduce el mercado como la ley natural de los hombres libres. Dicha fantasmagor¨ªa, que reviste de estalinismo casi cualquier forma actual de gobierno, le devuelve algo de la materialidad perdida al exilio cubano, una textura m¨¢s pronunciada a su tragedia, que es la forma primera de su identidad, y, principalmente, un viraje de la manecilla hist¨®rica y del rumbo de la estima individual. Nuestro rezago se convertir¨ªa en vanguardia. Ya no ir¨ªamos atrasados hacia la democracia, sino que habr¨ªamos llegado primero al autoritarismo.
La constituci¨®n espec¨ªfica de ese deseo sublimado es lo que explica la naturaleza pol¨ªtica conservadora de los ¨¦xodos del bloque caribe?o-sovi¨¦tico, y es lo que me ha llevado a entender que no solo ten¨ªa que exiliarme de Cuba. Tambi¨¦n deb¨ªa hacerlo de su exilio, porque se trata de un exilio totalitario.
No hablo, por supuesto, de una forma de gobierno, sino de un orden metaf¨ªsico. ¡°Todas las fuerzas del ser se organizan poco a poco en unas estructuras gemelas cada vez m¨¢s enfrentables entre s¨ª. As¨ª pues, todas las fuerzas humanas est¨¢n afianzadas en una lucha tan implacable como est¨¦ril, ya que no ponen en juego ninguna diferencia concreta, ning¨²n valor positivo¡±, dice Ren¨¦ Girard, y luego remata: ¡°Existe totalitarismo cuando se llega, de deseo en deseo, a la movilizaci¨®n general y permanente del ser al servicio de la nada¡±.
Los voceros, en foros de derechos humanos europeos y gringos, de la terrible situaci¨®n cubana ¡ªdonde m¨¢s de mil presos pol¨ªticos adornan las c¨¢rceles de la isla, una fuga reciente de m¨¢s de 400.000 migrantes atasc¨® las rutas centroamericanas y las aguas del Estrecho de la Florida, y los que malviven en el pa¨ªs enfrentan una desoladora realidad econ¨®mica¡ª son al mismo tiempo incapaces de escapar del lugar ideol¨®gico en el que esos mismos espacios de denuncia los ubican. Terminan callando, cuando no directamente celebrando, el pensamiento m¨¢gico, los ascensos neofascistas al poder, o comprando como leg¨ªtima la democracia fetichizada de las oligarqu¨ªas regionales.
Tales activistas pasan su vida pidiendo solidaridad para su pa¨ªs, pero son incapaces de ofrecerla y, ciertamente, tampoco la van a recibir, porque hacen un uso excluyente de la tragedia. Se trata de un juego cerrado donde cada uno utiliza la causa ajena para gestiones de pol¨ªtica interna. Forman parte de un teatro vac¨ªo, que dispersa y focaliza cualquier insatisfacci¨®n social, para debilitarla y domesticarla en un tr¨¢fico especulativo de desgracias nacionales. La corporaci¨®n neoliberal act¨²a como un agente extendido, sin ninguna resistencia enfrente que no sea menor, mientras desactiva la m¨¢s formidable ganancia de la globalizaci¨®n: la maravillosa inevitabilidad del otro. En ese sentido, no cuenta la empresa con aliado m¨¢s eficiente que la proliferaci¨®n de los proyectos iliberales.
Las fronteras no delimitan hoy la circulaci¨®n de nada, ni de los cuerpos ni de las mercanc¨ªas, apenas sirven para subjetivar los autoritarismos locales, es decir, el disfraz aut¨®ctono mediante el cual se distribuye la violencia del capital. Estos experimentos antidemocr¨¢ticos entienden que Occidente necesita condenarlos en el orden visible, una suerte de tr¨¢mite pol¨ªtico, mientras el m¨²sculo econ¨®mico configura las alianzas internas. Los disidentes exiliados son entonces, lamentablemente, figuras de humo en un mundo de distracci¨®n, desga?itando el guion de la excepcionalidad.
Esa misma trampa metaf¨ªsica, la creencia en la singularidad, es lo que hace que las r¨¦plicas m¨¢s fieles de Trump en el sur hayan aparecido justamente en Brasil y Argentina, una muestra del sue?o exc¨¦ntrico de la distinci¨®n, el mimetismo de los territorios extensos. Pero Brasil y Argentina, si pretenden salvarse, no tendr¨¢n m¨¢s remedio que acogerse a la idea de Glissant: ¡°Creo en el porvenir de los pa¨ªses peque?os¡±.
?Habr¨ªa algo entonces en la condici¨®n del exiliado que le permitiera ubicarse en la tribuna del presente desde un lugar distinto? ?Habr¨ªa ganancia en la p¨¦rdida? Se trata de la renuncia inevitable al encierro nacional, pero no para obtener cierta universalidad abstracta, lo que no hace m¨¢s que romantizar el destierro, sino para adquirir la conciencia de una cultura y una historia m¨¢s vasta que deber¨ªa funcionar como un continuo integrador. Desde un sitio as¨ª, ya el exiliado no estar¨ªa ni atrasado ni adelantado al mundo al que va a pertenecer, no ser¨ªa ni un buen salvaje ni un profeta de Occidente, y habr¨ªa rechazado las enga?osas valoraciones que premian su dizque particularidad.
Esta estructura general tiene una representaci¨®n firme en cada escala posible. Hablamos de un escenario donde los triunfos, sea en el orden pol¨ªtico, econ¨®mico o cultural, van dirigidos hacia aquellos que mejor excavan el patio trasero de sus identidades en busca de un mineral exclusivo cada vez m¨¢s deformado por el espejo publicitario. Hay una fiebre del oro del yo subalterno, aislado en prototipos que luego se venden como quincalla ex¨®tica en los lavatorios de la culpa colonial.
Pavimentadas est¨¢n las rutas de las peregrinaciones constantes hacia los bazares acad¨¦micos del norte donde la gente oferta la piel de su familia, renta la marca de su linaje o su bastard¨ªa, y la competencia del comercio de ideas les exige especializarse en ellos cada vez m¨¢s. Que sean m¨¢s indios, que sean m¨¢s negros, que est¨¦n cada vez m¨¢s condenados, pero para que todo siga m¨¢s blanco. Sin embargo, si el exiliado entiende el truco, se convertir¨ªa en un sujeto al tanto de su condici¨®n moderna, alguien que no alimenta, en ninguna de sus variantes, la balcanizaci¨®n del dolor o la fiesta latinoamericana.
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