Por la revoluci¨®n del encuentro
El intento de asesinato de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner es un episodio m¨¢s de la violencia pol¨ªtica en la que Latinoam¨¦rica est¨¢ atrapada
El intento de asesinato a la vicepresidenta de la Argentina no es un hecho aislado. Es un episodio m¨¢s de la creciente violencia pol¨ªtica en la que Am¨¦rica Latina est¨¢ atrapada. De esta trampa solo se sale con una revoluci¨®n, una que busque la reconstrucci¨®n del tejido social.
No deber¨ªa sorprendernos la afirmaci¨®n de que de la pandemia salimos peores. Am¨¦rica Latina es la regi¨®n que sufri¨® m¨¢s muertes por mill¨®n de habitantes y la m¨¢s profunda crisis econ¨®mica. Somos m¨¢s pobres, m¨¢s desiguales, m¨¢s violentos y menos democr¨¢ticos que hace una d¨¦cada. Lo peor de todo, es que pareciera no...
El intento de asesinato a la vicepresidenta de la Argentina no es un hecho aislado. Es un episodio m¨¢s de la creciente violencia pol¨ªtica en la que Am¨¦rica Latina est¨¢ atrapada. De esta trampa solo se sale con una revoluci¨®n, una que busque la reconstrucci¨®n del tejido social.
No deber¨ªa sorprendernos la afirmaci¨®n de que de la pandemia salimos peores. Am¨¦rica Latina es la regi¨®n que sufri¨® m¨¢s muertes por mill¨®n de habitantes y la m¨¢s profunda crisis econ¨®mica. Somos m¨¢s pobres, m¨¢s desiguales, m¨¢s violentos y menos democr¨¢ticos que hace una d¨¦cada. Lo peor de todo, es que pareciera no haber un rumbo claro de salida.
Es por ello que la regi¨®n necesita de una revoluci¨®n. Seg¨²n el diccionario de Oxford, revoluci¨®n es un ¡°cambio brusco en el ¨¢mbito social, econ¨®mico o moral de una sociedad¡±. Pero claro, no podemos permitirnos cualquier revoluci¨®n, no hay margen para m¨¢s violencia en un mundo plagado de conflictos. En otras palabras, es salir del status quo de manera dr¨¢stica, masiva y pac¨ªfica.
El status quo hoy es la extrema fragilidad del tejido social. Por un lado, tenemos un sistema pol¨ªtico que poco interpela a su ciudadan¨ªa. La creciente desafecci¨®n social por la pol¨ªtica se traduce en que las democracias tienen los niveles m¨¢s bajos de satisfacci¨®n en d¨¦cadas, con opciones pol¨ªticas d¨¦biles, y crecientemente polarizadas. En los ¨²ltimos a?os, hemos visto retornar, tambi¨¦n, los golpes de Estado en Bolivia, Brasil y Honduras, ahora sin militares, y naturalizado el asesinato a centenares de l¨ªderes sociales en Nicaragua, Colombia, M¨¦xico y Brasil. El intento de magnicidio a Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner es solo un episodio m¨¢s en esta cadena.
Paralelamente, vivimos en un capitalismo predatorio que permite multiplicar el capital de los m¨¢s ricos al mismo tiempo que multiplica la pobreza. Este sistema est¨¢ apoyado por una cultura del emprendimiento libertario que legitima a fortunas hechas en menos de una generaci¨®n, tan grandes que permiten a los CEO enviar naves al espacio, quienes, al mismo tiempo, resisten ferozmente la sindicalizaci¨®n de sus empleados que pelean por un salario m¨ªnimo.
Asimismo, estamos permanentemente conectados por redes sociales que le inyectan esteroides a la confrontaci¨®n social. Los algoritmos de Twitter y Meta detonan e incentivan la viralizaci¨®n de la confusi¨®n, el enfrentamiento y el odio. Una noticia falsa tiene cuatro veces m¨¢s posibilidad de ser compartida en WhatsApp que una verdadera, y los mensajes de odio y confrontaci¨®n tienen casi el doble de probabilidades de recibir likes. Estudios han demostrado que el algoritmo de Twitter promueve el intercambio parroquial y visibiliza lo violento.
Las consecuencias en nuestras sociedades son enormes. Paralelamente a la frustraci¨®n, enojo y odio, las encuestas de Latinobar¨®metro han detectado cambios profundos en nuestra cultura. Hoy tenemos sociedades m¨¢s an¨®micas, parroquiales y fracturadas. El sentido de ¡°comunidad¡± es m¨¢s d¨¦bil, con niveles de individualismo preocupantes. Especialmente en nuestras juventudes, existe un mayor desprecio por lo colectivo, una menor confianza en ¡°el otro¡± y un apego a c¨ªrculos m¨¢s peque?os y homog¨¦neos.
Es por ello que hoy lo revolucionario es el encuentro. No es f¨¢cil, significa romper la inercia y resistir los incentivos econ¨®micos, comunicacionales y pol¨ªticos hacia el individualismo y la confrontaci¨®n.
Propongo tres ejercicios sencillos, aunque hayamos olvidado estas pr¨¢cticas, para cualquier persona que trabaje en asuntos p¨²blicos. El primero, es el trabajo revolucionario de recuperar el sentido de la pol¨ªtica como negociaci¨®n, transacci¨®n, acuerdo y compromiso entre intereses divergentes. La pol¨ªtica democr¨¢tica no es un juego de suma cero. El segundo cambio radical que propongo es volver a buscar los puntos en com¨²n con el adversario, lo que nos hace ser parte de una comunidad, y hace posible un di¨¢logo. A partir de all¨ª, podemos disputar las diferencias. El tercer ejercicio es discutir sobre pol¨ªticas (m¨¢s o menos impuestos, p¨²blico o privado) y evitar que el debate sea sobre las personas.
Esta es una menuda tarea que requiere de liderazgos a la altura de las circunstancias. Si logramos cumplir con estos peque?os ejercicios, creo que por all¨ª lograremos empezar con la revoluci¨®n de reconstruir el tejido social.