Los d¨ªas sin imagen
De pronto, una noche este a?o nos castig¨® con una forma de silencio: la ausencia de los int¨¦rpretes, el teatro sin magos
Me preguntan por una de las cosas que faltaron este a?o. Podr¨ªa hacer un listado, pero me pierdo en esos bosques. Hubo dolor, hubo muertes, por supuesto, aunque tambi¨¦n pasaron y siguen pasando hermosas, brillantes, fugaces miradas, y algunas las reconocimos. Otra noche nos castigaron con la ausencia de los int¨¦rpretes: no actuaban para nosotros. Hasta entonces, actores y actrices estaban muy cerca, pero todo se hizo lejano. De repente daban lo que anta?o llamaban ¡°el parte¡± o ¡°el toque de queda¡±, y lleg¨® aquella forma de silencio, las puertas cerradas, los bares con aire de duelo, los cines c...
Me preguntan por una de las cosas que faltaron este a?o. Podr¨ªa hacer un listado, pero me pierdo en esos bosques. Hubo dolor, hubo muertes, por supuesto, aunque tambi¨¦n pasaron y siguen pasando hermosas, brillantes, fugaces miradas, y algunas las reconocimos. Otra noche nos castigaron con la ausencia de los int¨¦rpretes: no actuaban para nosotros. Hasta entonces, actores y actrices estaban muy cerca, pero todo se hizo lejano. De repente daban lo que anta?o llamaban ¡°el parte¡± o ¡°el toque de queda¡±, y lleg¨® aquella forma de silencio, las puertas cerradas, los bares con aire de duelo, los cines como de luto, el teatro sin magos. Los r¨®tulos parec¨ªan tener todav¨ªa la fuerza de los nombres, y al otro lado de la calle brillaban destellos, solo destellos. Los perros olfateaban, sin saber qu¨¦ buscar. La primera tarde son¨® este lejano recuerdo: el tintineo de unos pocos c¨¦ntimos en el bolsillo, y echar millas hasta el bar de la carretera, donde hab¨ªa un televisor alto como un t¨®tem. En la pantalla hab¨ªa maestros de juegos, con sombreros blancos, caballos negros o grandes coches. Estaban disfrazados, muy bien disfrazados, aunque a veces ganaban la partida quienes se llevaban el juego de la verdad a aquel lugar llamado teatro. En la calle, del repentino silencio brotaban la calma de los juegos solitarios y el paisaje sin im¨¢genes. Era una infancia tan precaria que no sab¨ªamos qu¨¦ palabras eran ¡°melancol¨ªa¡±, ¡°angustia oscura¡±, ¡°enhollinada¡±. Se borraban los significados, pero no su sentido. Eso quiz¨¢s lo sab¨ªamos: ¨¦ramos cuatro criajos mir¨¢ndonos en el espejo del lavabo, y de repente nos sent¨ªamos como nuestros abuelos. M¨¢s miedo: como si todos hubi¨¦semos envejecido.
Este a?o he ido sumando la doble infancia, el silencio sin apenas ruidos, la belleza sin tiempo, y tambi¨¦n volver al pueblo sin voces, a las calles sin apenas una moto, a lo lejos. El otro d¨ªa, pese a las muchas liturgias por cumplimentar, volvi¨® el escalofr¨ªo de las luces apag¨¢ndose, y al encenderse rebrot¨® la ¨²ltima que hab¨ªamos conocido tanto tiempo atr¨¢s. La del verdadero juego: el nuestro. All¨ª estaba nuestra familia. Celebro a los que han luchado y siguen luchando. Celebro y agradezco estar vivo, hay momentos en que brota aquella risa de entonces, pero no logro quitarme de una vez el pringue de esta tristeza. Buenas noches, Jerry. Tu carcajada sigue en escena.
Hab¨ªa una historia que he contado muchas veces, pero siempre cambia, y siempre tiene raz¨®n. Un padre y una madre van con su hijo al teatro a ver una pieza de serie negra, y uno de los personajes cae tendido a pocos pasos de ellos. Todos contienen la respiraci¨®n y pegan un respingo. La madre le pregunta si quiere que salgan afuera. ¡°No, no. Ni hablar¡±, susurra el chico, negando con los ojos cerrados. M¨¢s tarde le dice el padre, acarici¨¢ndole la nuca: ¡°Menudo susto, ?eh? Aunque ya te han pasado algunos as¨ª en el cine¡±. ¡°S¨ª¡±, contesta se?alando el teatro, ¡°pero es que al hombre le pasaba all¨ª¡±. A?os despu¨¦s, el padre me regal¨® este axioma: ¡°El teatro es algo que le pasa a alguien que est¨¢ all¨ª¡±. Feliz A?o Nuevo.