Un a?o poco olvidable
La capacidad de reinventarse de los libreros y la incre¨ªble colaboraci¨®n de los lectores han hecho que la cat¨¢strofe pronosticada por los agoreros no se haya consumado
1. Veinte-veinte
Nada me agradar¨ªa m¨¢s en este Sill¨®n de orejas ¡ªen el que pretendo reflejar algunas cuestiones que me suscita el a?o libresco que ahora termina¡ª que limitarme ¨²nicamente a las buenas noticias, tal como ped¨ªa a sus oyentes la exuberante Pampinea, la primera de los diez narradores (siete mujeres y tres hombres: eso s¨ª que es madurez de g¨¦nero) del Decamer¨®n, en aquel locus amoenus en el que se hab¨ªan refugiado para escapar de la pandemia del momento y entretenerse contando historias. Pero no s¨¦ si ser¨¢ posible. Nunca he sido muy partidario del ...
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1. Veinte-veinte
Nada me agradar¨ªa m¨¢s en este Sill¨®n de orejas ¡ªen el que pretendo reflejar algunas cuestiones que me suscita el a?o libresco que ahora termina¡ª que limitarme ¨²nicamente a las buenas noticias, tal como ped¨ªa a sus oyentes la exuberante Pampinea, la primera de los diez narradores (siete mujeres y tres hombres: eso s¨ª que es madurez de g¨¦nero) del Decamer¨®n, en aquel locus amoenus en el que se hab¨ªan refugiado para escapar de la pandemia del momento y entretenerse contando historias. Pero no s¨¦ si ser¨¢ posible. Nunca he sido muy partidario del evergetismo, esa antigua forma de ¡°hacer el bien¡± que se resolv¨ªa creando una clientela de agradecidos y deudores, algo que s¨ª se practica de vez en cuando en la cr¨ªtica de la cultura, de modo que no esperen grandes aspavientos y positividades. Empezando por el llamado Ministerio de Cultura, esa instituci¨®n semifantasmal que tan poco hace (o puede hacer) por su objeto, tan transferido como las aguas del Tajo. Lo ¨²nico que se me ocurre decir de su demediado titular, cuyo nombre ser¨¢ escasamente recordado (un perfecto ejemplo de lo que se llama ¡°perfil bajo¡±, nada que ver con lo que representa su cargo en Francia, por ejemplo), lo dice mucho mejor que yo el estupendo Mark Strand (1934-2014) en su poema en prosa ¡®El ministro de Cultura consigue su deseo¡¯, incluido en el libro Casi invisible (Visor, traducci¨®n de Julio Trujillo). Perdonen la cita, un poco larga: ¡°El ministro de Cultura vuelve a casa despu¨¦s de un d¨ªa ajetreado en la oficina. Se echa en la cama e intenta no pensar en nada, pero nada sucede o, m¨¢s precisamente, no sucede nada¡±. Menos mal que el sector del libro, acostumbrado al ninguneo y a que las ayudas sean mezquinas o tarden en llegar, ha demostrado que no lo necesita tanto para seguir adelante.
2. Acontecimiento
D¨ªas de balances y de listas. Quien m¨¢s, quien menos, todos ¡ªaqu¨ª y en Pek¨ªn¡ª opinan sobre lo mejor que ha dado la cultura en el inolvidable a?o m¨¢s olvidable, cuando la pandemia se ha convertido en ese transformador ¡°hecho social total¡± (en el sentido que daba Marcel Mauss a la expresi¨®n en su Ensayo sobre el don, Katz, 2010), es decir, un acontecimiento externo que sacude no solo el conjunto de las relaciones sociales, sino a la totalidad de los individuos, instituciones, valores, aspiraciones. Despu¨¦s, ya nada ser¨¢ igual, dicen soci¨®logos y tod¨®logos, menospreciando la sabidur¨ªa reaccionaria del Eclesiast¨¦s (1-9): ¡°Lo que ha sucedido, vuelve a suceder, y lo que antes se ha hecho, es lo que se har¨¢¡±. Y, sin embargo, entre las cenizas se encuentran a¨²n las brasas: el comercio del libro no se ha hundido, por ejemplo, en casi ning¨²n sitio (en EE UU, por ejemplo, las previsiones apuntan a un descenso en las ventas de tan solo el 1%). La capacidad de reinventarse de los libreros y la incre¨ªble colaboraci¨®n de los lectores ¡ªque han comprendido que la librer¨ªa es un centro cultural en cada comunidad, y se han tomado su supervivencia como prioridad¡ª han hecho que la cat¨¢strofe pronosticada por los agoreros no se haya consumado. A falta de datos puestos al d¨ªa, la defecci¨®n de los lectores solo ha tenido lugar ¡ªy muy parcialmente¡ª en las librer¨ªas del centro de las grandes ciudades. Es de desear que cuando caduquen los ERTE ¡ªesa forma particular de nacionalizaci¨®n de los salarios¡ª la gente siga acudiendo a las librer¨ªas con la misma pasi¨®n que durante los meses de plomo y virus.
3. Metro
Pero no todas las respuestas tienen el mismo valor. Ah¨ª tienen esa sorprendente muestra de enloquecimiento textual perpetrada por mi adorada Asociaci¨®n de Editores de Madrid (AEM) en colaboraci¨®n con Metro de Madrid, dos instituciones que se han conjurado para empapelar la estaci¨®n de R¨ªos Rosas (incluidos pasillos) con el texto completo (dos millones de caracteres) de Fortunata y Jacinta. Est¨¢ muy bien que se conmemore el centenario de la muerte de su autor, aunque resulten pat¨¦ticos algunos puntos de su particular modo de empleo, como el de que la disposici¨®n y ¡°puesta en pared¡± del grueso del texto, as¨ª como los pasajes destacados, propician ¡°dos lecturas diferentes¡±: una pausada mientras llega el tren, y ¡°otra r¨¢pida a trav¨¦s de los fogonazos que las citas permiten ver desde el vag¨®n en marcha¡±. No se mareen, porfa.
4. H¨¦roes
La pandemia nos ha permitido reconstruir nuestra panoplia de h¨¦roes. Aparte del amplio espectro de sanitarios, de ancianos sobrevivientes en las residencias, de los comerciantes de proximidad que no han bajado la persiana, de los hosteleros a media jornada, se hace necesario homenajear a los libreros. Y eso que no ha sido un buen a?o para la Cegal, la plataforma que agrupa a buena parte de los libreros de este pa¨ªs (por ahora). Adem¨¢s de tener que devolver con gran esfuerzo a Hacienda (los editores ya lo hicieron) el agujero financiero que les dej¨® la empresa de ¡°formaci¨®n¡± Editrain (algunos la llaman ¡°Pufotrain¡±), que pas¨® por el sector del libro con la furia del peor de los tornados (su director, Jaime Brull, estuvo durante un tiempo muy arropado por algunos de los pr¨®ceres de la edici¨®n, que no supieron parar a tiempo el desaguisado), los chicos y chicas de Cegal han tenido que asistir a la defecci¨®n de muchos de los usuarios de su p¨¢gina todostuslibros.com. Y es que muchos de los libreros asociados no solo cobran los gastos de env¨ªo ¡ªalgo razonable para quienes no tienen una distribuci¨®n propia¡ª, sino que tambi¨¦n cargan al cliente unos absurdos ¡°gastos de gesti¨®n¡±, lo que puede incrementar el precio total del pedido por encima de los ocho euros. De modo que o arreglan pronto ese extremo o Amazon no va a precisar de mejor caldo gordo.