La felicidad del periodismo

La escasa resonancia de Aunque caminen por el valle de la muerte ha sido injusta con esta novela valiente, a contrapelo y de clima a ratos irrespirable de pura tensi¨®n. Ser¨ªa otro despilfarro que sucediese algo parecido con Guardianes de la memoria: son solo cinco reportajes pero cinco reportajes espl¨¦ndidos. Qu¨¦ fue de Gernika despu¨¦s de la masacre o qu¨¦ pas¨® en Chern¨®bil cuando pas¨® lo de Chern¨®bil son cosas que se cuentan ah¨ª, como se cuenta por qu¨¦ Auschwitz ya no existe y s¨ª sig...

La escasa resonancia de Aunque caminen por el valle de la muerte ha sido injusta con esta novela valiente, a contrapelo y de clima a ratos irrespirable de pura tensi¨®n. Ser¨ªa otro despilfarro que sucediese algo parecido con Guardianes de la memoria: son solo cinco reportajes pero cinco reportajes espl¨¦ndidos. Qu¨¦ fue de Gernika despu¨¦s de la masacre o qu¨¦ pas¨® en Chern¨®bil cuando pas¨® lo de Chern¨®bil son cosas que se cuentan ah¨ª, como se cuenta por qu¨¦ Auschwitz ya no existe y s¨ª sigue existiendo una superpoblaci¨®n cr¨®nica en Lourdes (aunque no haya Dr¨¢cula que valga en la quinta ciudad del libro, Marotinu de Sus, en Transilvania).

Pero la causa real para leer este libro no es informativa sino felizmente literaria: su calidad de escritura, su inteligencia moral, su valent¨ªa anal¨ªtica y la solvencia de un cronista sin prisa y con muchas cosas que contar sobre nosotros y sobre los modos de arruinarnos la vida. Las cinco ¡°ciudades estigmatizadas¡± de ?lvaro Colomer han encontrado un visitante de lujo para meterse en sus maldiciones, sus aver¨ªas, sus dramas ¨ªntimos a trav¨¦s de unos pocos personajes con silencios prolongados, miradas perdidas, dudas profundas sobre s¨ª mismos, y casi todos mucho miedo y mucho dolor.

El crescendo culmina en un antol¨®gico ¨²ltimo cap¨ªtulo dedicado no a Auschwitz sino a la ciudad polaca de O?wi?cim, que aloj¨® ese campo de exterminio nazi, y es ah¨ª, ante una superviviente, donde confluyen los cuatro reportajes anteriores y cuaja la evidencia de que la ¡°historia popular de los hechos¡± es una y la ¡°historia real de los acontecimientos¡± es otra; una es la ¡°verdad popular¡± y otra ¡°la verdad hist¨®rica¡±, y a veces establecen relaciones tan incestuosas que solo el recorrido a pie, las entrevistas a decenas de personas, el acopio de datos y la interrogaci¨®n cr¨®nica las iluminan con credibilidad. Lo he le¨ªdo con la adicci¨®n absorbente de tantas p¨¢ginas de Gay Talese o de Kapuscinski, aunque Colomer prefiere acogerse a la f¨®rmula de reportajes ideol¨®gicos, con pr¨¦stamo de otro grande, Hans Magnus Enzensberger.