Ni?a con m¨¢quina de escribir
La artista y poeta chilena Cecilia Vicu?a, premio Vel¨¢zquez 2019, narra en primera persona el germen de un trabajo que en febrero ser¨¢ objeto de una retrospectiva en Espa?a
Yo era una ni?a con m¨¢quina de escribir. Viv¨ªa entre bosques, chacras y bibliotecas. Para m¨ª, el arte, los libros y el mundo eran territorios salvajes embelesados en su ser y en la sinfon¨ªa discordante y absurda que los un¨ªa. Nac¨ª y crec¨ª en el seno de una familia de corrientes opuestas y unidas, odio y amor ensamblados en la disputa c¨®smica entre el padre de origen europeo y la madre ind¨ªgena. Ambas corrientes se mezclaban y yo jugaba con ellas como si fueran r¨¢fagas de luz y sombra, dulzor y rabia. Nadie me vigilaba y sola hac¨ªa y deshac¨ªa, inventando mundos y lenguajes en una m¨ªstica animal...
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Yo era una ni?a con m¨¢quina de escribir. Viv¨ªa entre bosques, chacras y bibliotecas. Para m¨ª, el arte, los libros y el mundo eran territorios salvajes embelesados en su ser y en la sinfon¨ªa discordante y absurda que los un¨ªa. Nac¨ª y crec¨ª en el seno de una familia de corrientes opuestas y unidas, odio y amor ensamblados en la disputa c¨®smica entre el padre de origen europeo y la madre ind¨ªgena. Ambas corrientes se mezclaban y yo jugaba con ellas como si fueran r¨¢fagas de luz y sombra, dulzor y rabia. Nadie me vigilaba y sola hac¨ªa y deshac¨ªa, inventando mundos y lenguajes en una m¨ªstica animal y corporal. Mi madre dec¨ªa: ¡°Los ni?os tienen que andar en pelotas porque la ropa hace mal¡±. Y as¨ª and¨¢bamos piluchos al sol, en el cerro y el mar, recibiendo la ense?anza del suelo que entra por la planta de los pies.
Mi arte precario naci¨® como una escritura de basuritas en la arena que la marea alta borrar¨ªa en un di¨¢logo eterno entre el mar y yo, un acto de reconocimiento de su ser. Ya en ese momento, en 1966, se sab¨ªa que la vida en el planeta corr¨ªa peligro. Comprend¨ª que los bosques estaban amenazados y empec¨¦ a trabajar con el agua y la semilla, pregunt¨¢ndome por su voluntad. As¨ª naci¨® mi poes¨ªa, como un dictado, un ¡°diario est¨²pido¡± de 2.000 p¨¢ginas mecanografiadas entre 1967 y 1971, un documento de mujer sin censura en el que todo cab¨ªa, desde mi caca y mi saliva hasta el DDT y la guerra de Vietnam.
La obra que as¨ª nac¨ªa apelaba a zonas invisibles que escapan y sobrepasan la epistemolog¨ªa occidental y, sin embargo, la tocan y atraviesan sembr¨¢ndola de posibilidades y potencias. Percibir ese espacio me convert¨ªa en una perturbadora del orden, el orden falso de la cultura de la muerte que hab¨ªa que interrumpir. Ver y o¨ªr lo que quer¨ªa ser visto y o¨ªdo m¨¢s all¨¢ de lo establecido hizo que mi obra fuera despreciada y censurada durante d¨¦cadas. Pero algo perduraba en cada borr¨®n, un tejido que se iba formando en su propia desaparici¨®n.
Ahora que estamos destruyendo a toda velocidad el mundo silvestre y el conocimiento vivo de los pueblos ind¨ªgenas ha surgido una nueva desaparici¨®n que ya no renueva el tejido vital: la extinci¨®n. Frente a esa realidad pienso en la transmisi¨®n de la sabidur¨ªa de madre a hija, de mujer a mujer, el acto elemental de la desnudez. Pienso en el tesoro que hered¨¦ por esa vida en los bosques, acequias y huertos de mi infancia, y s¨¦ que la ¨²nica fuerza que tenemos es o¨ªr el deseo de continuidad de la vida. El deseo que anima el rojo menstrual, asociado a la rebeli¨®n a¨²n por nacer.
En la ¨¦poca arcaica de mi ni?ez, mis abuelos Carlos Vicu?a Fuentes y Teresa Lagarrigue (escritor y escultora) acogieron en su c¨ªrculo familiar algunos refugiados de la Guerra Civil espa?ola que llegaron a Chile y pasaron a ser nuestros ¡°t¨ªos¡±. Entre ellos, Arturo y Carmelo Soria Espinoza, Jos¨¦ Ricardo Morales y Fernando Puig. Su presencia nos comunic¨® un sentido de justicia y solidaridad, la imagen de una Espa?a donde se daba la vida por un ideal. Creo que su dolor nos prepar¨® de alguna forma para lo que ven¨ªa: el golpe militar en Chile, 1973. Mi primera respuesta frente al golpe fue la visi¨®n de las palabras, las Palabrarmas creadas en 1974: la diferencia entre la mentira (hacer tira la mente) y la verdad (el dar ver), una po¨¦tica del desarme que observa lo que dicen las palabras en su propia disoluci¨®n.
Hoy, la violencia contra la revoluci¨®n democr¨¢tica de Allende parece el preludio de la violencia que se ha extendido a toda la Tierra, usando a menudo el mismo m¨¦todo que en Chile: una campa?a concertada de desinformaci¨®n: fake news! Excepto que ahora, los medios de distorsi¨®n del lenguaje incluyen los bots y la inteligencia artificial al servicio de la opresi¨®n. En un sentido profundo, la pandemia y sus mutantes son tambi¨¦n un producto de la violencia contra los seres y la tierra porque la destrucci¨®n de la vida silvestre desplaza los virus que ahora buscan otros cuerpos: los nuestros¡
En este contexto de dolor y muerte, quiz¨¢s solo nos queda esporular sue?os para que los ni?os futuros tambi¨¦n tengan bosques, insectos y acequias de agua con luz. Actuar como el moho mucilaginoso que no tiene identidad, y pasa de un estado al otro seg¨²n sea la vida, amable o jodida, h¨²meda o seca. Al ser amenazado, el moho enfila hacia la luz, formando estructuras de resistencia po¨¦tica, cuerpos colectivos capaces de enviar esporas a otros rumbos. Los sabios ind¨ªgenas de Sudam¨¦rica, que todo lo han perdido y est¨¢n sufriendo m¨¢s muertes que cualquier otro grupo humano, piden, en la voz de Karai Miri Poty, resistir desde la belleza.
El arte es parte de esas esporas, las semillas que crearon la vida en el planeta. Trabaja sembrando actos participativos, rituales que generan verdades colectivas, como dicen los yaquis del desierto de Sonora, y hacen ahora las mujeres de Am¨¦rica y el mundo, iniciando actos de conciencia, performances que se recrean y difunden como el viento en toda la Tierra, como vienen haciendo Black Lives Matter, Ni Una Menos y Las Tesis.
Cruz del sur. Antolog¨ªa. Cecilia Vicu?a. Lumen. 2021. 288 p¨¢ginas. 16 euros.
Cecilia Vicu?a. Vero¨ªr el fracaso iluminado. CA2M. M¨®stoles (Madrid). A partir de febrero.