Camus: ¡°La t¨¦cnica novelesca norteamericana es la t¨¦cnica de la facilidad¡±
El autor de ¡®El extranjero¡¯ respondi¨® en 1947 a una encuesta sobre las letras estadounidenses. In¨¦ditas en castellano, sus respuestas se publican ahora en el volumen ¡®La noche de la verdad¡¯. Avanzamos un extracto
Por supuesto, es una moda. Pero toda moda tiene sus razones. A los americanos les extra?a el ¨¦xito de sus autores en Europa (Caldwell se vende 10 veces m¨¢s en Par¨ªs que en Nueva York). A m¨ª no me sorprende. La t¨¦cnica novelesca norteamericana es la t¨¦cnica de la facilidad, as¨ª que acertar¨¢ siempre. Pero si comparamos a un Steinbeck con un Melville, nos damos cuenta de que a la l...
Por supuesto, es una moda. Pero toda moda tiene sus razones. A los americanos les extra?a el ¨¦xito de sus autores en Europa (Caldwell se vende 10 veces m¨¢s en Par¨ªs que en Nueva York). A m¨ª no me sorprende. La t¨¦cnica novelesca norteamericana es la t¨¦cnica de la facilidad, as¨ª que acertar¨¢ siempre. Pero si comparamos a un Steinbeck con un Melville, nos damos cuenta de que a la literatura estadounidense del siglo XIX, cuya grandeza es universal, la ha sustituido una literatura de revista ilustrada.
La influencia estadounidense
Veo dos explicaciones, una evidente y la otra m¨¢s personal, que doy por lo que pueda valer. La primera es el gusto por la eficacia y por la rapidez, un gusto muy generalizado y que no desde?o, pero que ahora se introduce en las t¨¦cnicas narrativas. El relato calla entonces todo cuanto era hasta ahora el tema propio de la literatura, es decir, grosso modo, la vida interior. Describen al hombre, pero nunca lo explican o lo interpretan. El resultado es que hoy se puede escribir una novela recurriendo solo a la memoria y a la vista. El resto, la experiencia interior, la meditaci¨®n, el conocimiento del hombre y del mundo, no hace falta. La novela se pone as¨ª al alcance de todos. Quien sepa ver sabe escribir; ahora bien, todo el mundo sabe ver, as¨ª que todo el mundo sabe escribir, etc¨¦tera.
[La otra explicaci¨®n] es m¨¢s bien una impresi¨®n que solo menciono con cautela. Se trata de lo siguiente. Nos equivocamos con las novelas norteamericanas cuando las leemos en franc¨¦s. Porque tenemos la tradici¨®n (y la afici¨®n) de la s¨ªntesis, de lo sobreentendido, de la litotes, y le atribuimos a esa t¨¦cnica, que nunca dice nada importante, la intenci¨®n de decir montones de cosas que a lo mejor nunca quiso decir. Leemos Of Mice and Men con la misma mentalidad con que leemos La princesa de Cl¨¨ves. Pero los hombres de la novela estadounidense, al contrario que el pr¨ªncipe de Cl¨¨ves, en realidad son seres elementales. Si el pr¨ªncipe de Cl¨¨ves no dice nada es porque siente un dolor tan fuerte que acabar¨¢ por matarlo. Si el George de Steinbeck no dice nada, es porque no tiene nada que decir, sino un sentimiento desorbitado, confuso y poderoso que no llegar¨¢ nunca hasta la verdad del lenguaje.
Un arte m¨¢s elemental que universal
Exactamente, no es universal sino al nivel elemental. Esa t¨¦cnica resulta incomparable para describir a un hombre sin vida interior aparente (y yo la he usado). Pero generalizar su empleo, como estamos viendo ahora, equivaldr¨ªa a suprimir las nueve d¨¦cimas partes de lo que constituye la riqueza del arte y de la vida. Ser¨ªa un empobrecimiento. La literatura que leemos (exceptuando a Faulkner y a otros dos o tres que, como ¨¦l, no tienen all¨ª ning¨²n ¨¦xito) es un documento de primer orden, pero no tiene con el arte sino una relaci¨®n remota.
Una explicaci¨®n social
Las cosas del arte siempre tienen una explicaci¨®n social. Lo que pasa es que no explica nada serio. Sin embargo, me parece evidente que la comercializaci¨®n de la literatura, los procedimientos publicitarios, la perspectiva de ganar millones con un ¨²nico libro si es lo suficientemente elemental y complaciente para convertirse en un best seller, son explicaciones parcialmente v¨¢lidas. Los literatos no son santos, e incluso si fueran santos no ser¨ªan literatos. ?Cu¨¢ntos, de entre los escritores europeos, dudar¨ªan entre la posici¨®n del millonario fabricante de libros y la del gran talento desconocido? Si existen hoy grandes escritores en Am¨¦rica, hay probabilidad de que no los conozcamos. Piense en la amarga indiferencia y la independencia del gran Melville, desconocido por sus contempor¨¢neos, fallecido en la mediocridad, ignorado entre sus obras maestras. Piense en Poe, cuyo primer reconocimiento lo recibi¨® en Europa; en Faulkner, con una tirada de unos pocos miles de ejemplares, mientras que de esa inconcebible Amber [Forever Amber, novela de Kathleen Winsor] se publican millones de ejemplares.
Hemingway, a debate
Hay que darle a Hemingway lo que le corresponde. Fiesta es un buen libro. Pero su libro sobre Espa?a es un libro para ni?os comparado con La esperanza, de Malraux. No hay nada que me parezca m¨¢s decepcionante que meter esa historia de amor a lo Metro-Goldwyn-Mayer en la prodigiosa aventura espa?ola. Hollywood y Guernica no hacen buenas migas.
Apostar por el rigor
En Am¨¦rica he encontrado a la vez los motivos de esa literatura y la promesa de que ir¨¢n m¨¢s all¨¢, si es que no han ido ya. Y me siento solidario con algunos de esos motivos (en mi pa¨ªs, en el norte de ?frica, tambi¨¦n se vive de esa forma breve y violenta) y con esa promesa. Am¨¦rica rebosa de fuerzas no utilizadas a¨²n y todav¨ªa va a asombrar mucho al mundo. Pero podr¨¢ asombrarlo con los medios m¨¢s f¨¢ciles y con los m¨¢s violentos (en el sentido en que se dice que un color es violento) o, al contrario, mediante la resurrecci¨®n de esa genialidad reposada y desmedida que ha dado ya a Melville y a Hawthorne. Am¨¦rica escoger¨¢, pero lo mejor que podemos hacer por ella no es seguirla en sus obras m¨¢s vulgares, sino intentar, antes bien, quedarnos en esa regi¨®n rigurosa del arte donde sus grandes mentes tienen ya un lugar.
Ejemplaridad europea
No podemos ya ser un ejemplo para Am¨¦rica. Tiene su propia v¨ªa y nosotros tenemos la nuestra, que ya no es f¨¢cil. Pero podemos decirle a veces que se equivoca, para ayudarla, y que al final tenga raz¨®n. El arte es el ¨²nico terreno donde la honradez y la exigencia reciben a veces su recompensa. Ya habr¨¢n ca¨ªdo en el olvido Las uvas de la ira y El camino del tabaco, pero todav¨ªa se seguir¨¢ hablando de Moby Dick y de La letra escarlata. Nuestro papel es decirlo si lo pensamos. A?adamos unos cuantos matices. No son siempre las mejores obras las que tienen m¨¢s influencia. Pero las peores obras de una literatura sirven a veces de veh¨ªculo a lo bueno que hay en las m¨¢s grandes. Y ocurre, para cerrar el c¨ªrculo, que, as¨ª, malas influencias promueven grandes obras. De esa forma hay en el arte una justicia u otro milagro.
Conclusi¨®n
No perdamos la calma.
Extractos de las respuestas de Albert Camus a una encuesta promovida por Jean Desternes con el t¨ªtulo ¡®?Qu¨¦ opina de la literatura estadounidense?¡¯. Forman parte del volumen ¡®La noche de la verdad. Los art¨ªculos de Combat (1944-1947)¡¯, que, traducido por Mar¨ªa Teresa Gallego Urrutia, la editorial Debate publica el 21 de enero.