¡®El libro sobre Adler¡¯, una obra p¨®stuma de Kierkegaard
¡®Babelia¡¯ avanza extractos del volumen que re¨²ne el ciclo de ensayos ¨¦ticos y religiosos que el pensador dan¨¦s escribi¨® durante los ¨²ltimos 10 a?os de su vida
¡®El libro sobre Adler¡¯ es un escrito p¨®stumo. Tomando como referencia al pastor Adler, destituido por haber afirmado tener una revelaci¨®n, Kierkegaard...
¡®El libro sobre Adler¡¯ es un escrito p¨®stumo. Tomando como referencia al pastor Adler, destituido por haber afirmado tener una revelaci¨®n, Kierkegaard pone en evidencia con destreza dial¨¦ctica la confusi¨®n de nuestra ¨¦poca con respecto al cristianismo. Obra de madurez, se dan cita en ella los temas esenciales del pensador dan¨¦s: el instante, la interioridad como relaci¨®n con Dios, el verdadero cristianismo frente a la cristiandad, la paradoja o la iron¨ªa. Llega el 8 de febrero a las librer¨ªas de la mano de Trotta.
Un necio que se hace pasar por sabio, pero que en el fondo no sabe nada, no suele centrarse en cuestiones concretas; no habla espec¨ªficamente de ning¨²n di¨¢logo de Plat¨®n, es demasiado poco para ¨¦l, aunque con ello tambi¨¦n se demostrar¨ªa que ni siquiera los ha le¨ªdo. No, habla de Plat¨®n en general, o de la filosof¨ªa griega en general, pero sobre todo de la sabidur¨ªa hind¨² o china. Este ?todo Plat¨®n?, ?toda la filosof¨ªa griega?, ?todo el pensamiento oriental? es algo inmenso, ilimitado, que le permite ocultar su ignorancia.
La persona realmente extraordinaria no puede ser consolada ni obtener ning¨²n tipo de alivio de lo p¨²blico, pues solo lo obtendr¨¢ de Dios. Ah¨ª est¨¢ la dial¨¦ctica de la angustia, de la crisis, pero tambi¨¦n de la salvaci¨®n.
C¨¦sar cuenta que era costumbre en un poblado galo que cualquiera que planteara una nueva propuesta deb¨ªa hacerlo con una soga al cuello para as¨ª poder colgarlo de inmediato en el caso de que la propuesta no fuera ¨²til. Si esta loable costumbre se implantara en nuestra ¨¦poca, qui¨¦n sabe si nuestro pa¨ªs dispondr¨ªa de sogas suficientes, pues hoy todo el mundo tiene planes que proponer; aunque tambi¨¦n puede que no hiciera falta ninguna soga, pues seguramente nadie se atrever¨ªa a proponer nada.
Es comprensible que, cuando se trata de dinero, t¨ªtulos, caballos, carruajes, desfiles, v¨ªtores y otras indecencias por el estilo, resulte indiferente el modo de lograrlos, pues la adquisici¨®n no es lo mismo que la posesi¨®n. Se puede llegar a poseer realmente mucho dinero de maneras muy s¨®rdidas; se puede llegar a presidir realmente un desfile y haberlo conseguido de maneras muy s¨®rdidas, pero en relaci¨®n con el esp¨ªritu no existe ninguna realidad externa palpable e indecente de tal tipo. La profundidad y la elegancia del esp¨ªritu consisten en que la adquisici¨®n y la posesi¨®n son lo mismo. Quien no se percata de esto en el ¨¢mbito del esp¨ªritu y se deleita en la ilusi¨®n de haber triunfado, aunque el modo de conseguirlo haya sido ciertamente soez, no se dar¨¢ cuenta tampoco de la elegancia con la que la profundidad del esp¨ªritu es capaz de burlarse de ¨¦l por no haber triunfado en absoluto, sino haberse limitado a conseguir una s¨¢tira de s¨ª mismo.
Tener una mente profunda no es una condici¨®n est¨¦tica en el sentido de la genialidad, sino una condici¨®n ¨¦tica esencial.
Quien alguna vez se haya dedicado a una idea y en alg¨²n momento haya sido pose¨ªdo por lo eterno sabe muy bien que el conflicto entre lo eterno y lo temporal en el instante, en el ahora, supone una tensi¨®n tremenda que, con demasiada facilidad, produce insomnio y, con demasiada facilidad tambi¨¦n, demencia.
Dios no necesita absolutamente nada para triunfar, es el m¨¢s fuerte por toda la eternidad, probablemente por eso tenga tanto tiempo y serenidad para preocuparse por el modo de triunfar. Esto es algo que solemos olvidar, creemos que Dios est¨¢ en apuros y que se muestra inseguro con respecto a su triunfo, en tal caso, no tendr¨ªa por qu¨¦ ser tan meticuloso con el modo y los medios. Cuanto m¨¢s consciente es un padre de su superioridad en tanto que padre, m¨¢s cuidadoso ser¨¢ al elegir el modo para conseguir que sus hijos le obedezcan. Sin embargo, para los padres mediocres que pr¨¢cticamente se pegan con sus hijos, cualquier modo de conseguir que sus hijos les obedezcan ser¨¢ bueno, cualquier modo, a pesar de que los hijos se echen a perder por el modo de haber aprendido a obedecer.
Cuando el pensamiento se aleja de la verdad es cuando muchos pueden comprenderlo, es decir, entender la mentira.
Convertir el cristianismo en algo probable es lo mismo que falsificarlo.
Lo cristiano no tiene historia, pues lo cristiano es la paradoja de que Dios una vez fue temporal. Este es el esc¨¢ndalo, pero tambi¨¦n el punto de partida. Y tanto si sucedi¨® hace 1800 a?os como si fue ayer, podemos ser igualmente contempor¨¢neos.
Un genio y un ap¨®stol son cualitativamente diferentes, son condiciones que pertenecen cada una a su esfera cualitativa correspondiente. La condici¨®n de genio est¨¢ en la inmanencia. El genio puede tener algo nuevo que aportar, pero es algo que desaparece de nuevo cuando es asimilado con normalidad por su generaci¨®n, igual que la diferencia del genio desaparece en cuanto pensamos en la eternidad. La condici¨®n de ap¨®stol est¨¢ en la trascendencia, pues tiene algo nuevo parad¨®jico que aportar, cuya novedad, precisamente al ser una paradoja esencial y no una anticipaci¨®n del desarrollo de la generaci¨®n, permanece invariable.
La autoridad es lo cualitativamente determinante. ?O acaso no se da, incluso dentro de la relatividad de la vida humana (aunque sea algo que desaparece con la inmanencia) una diferencia entre las palabras de un mensajero real y las de un poeta o un pensador? La diferencia estriba en que el mensajero real posee autoridad y, por ello, no consiente ninguna impertinencia lanzada desde la est¨¦tica o la cr¨ªtica en relaci¨®n con la forma y el contenido. El poeta y el pensador tambi¨¦n poseen algo de autoridad, aunque no dentro de esta relatividad, pues sus afirmaciones se valoran de forma puramente est¨¦tica o filos¨®fica a partir de la forma y el contenido.
Puede que alg¨²n que otro lector se acuerde de que yo siempre me he referido a m¨ª mismo en calidad de escritor como alguien que carece de autoridad, y es algo que he dicho de manera tan enf¨¢tica que es como una f¨®rmula fija que se repite en todos mis prefacios.
El escritor tiene tan poco que ver con el lector como el ruise?or con quien lo escucha.
El silencio profundiza en la interioridad y es el camino para llegar a la originalidad, que es algo m¨¢s que el suced¨¢neo de la originalidad del genio.
La astucia de la iron¨ªa se encuentra en el procedimiento negativo que consecuentemente logra que uno mismo se transforme sin aportar nada al fen¨®meno en la perplejidad de no hacer otra cosa que mostrarse a uno mismo. A primera vista, y para las personas m¨¢s est¨²pidas, puede parecer que la iron¨ªa es la que sale perdiendo, cuando en realidad es la que con astucia sale ganando gracias a que el concepto cambia y, mientras que para la iron¨ªa esto es precisamente una prueba de su triunfo, los est¨²pidos piensan que ha perdido (pues la iron¨ªa nunca podr¨¢ ser popular). Seguro que muchos contempor¨¢neos de S¨®crates le tomaron por un bobo que ni siquiera era capaz de plantarle cara al sofista y decirle cuatro verdades.
?Qu¨¦ es lo que hac¨ªa S¨®crates? Mantenerse consecuentemente negativo en su ignorancia con la debida ataraxia mientras seduc¨ªa al sofista para que le sirviera m¨¢s y m¨¢s sabidur¨ªa. Entonces el concepto cambiaba y el sofista acababa revelando su ignorancia precisamente por su exceso de sabidur¨ªa. El sofista consideraba, igual que piensan todos los est¨²pidos, que cuanto m¨¢s hablara, m¨¢s demostrar¨ªa su sabidur¨ªa. Mientras tanto, S¨®crates le hac¨ªa creer astutamente que era de una opini¨®n distinta, pero no la expresaba abiertamente, lo cual habr¨ªa ayudado al sofista, sino que la callaba gracias al af¨¢n del sofista por convencer a S¨®crates, gracias a que el sofista segu¨ªa discurriendo.
Cuando una persona posee una serenidad ¨¦tica esencial, con la debida ataraxia y maestr¨ªa en la dial¨¦ctica, estar¨¢ en condiciones de mostrar cualquier fen¨®meno dial¨¦cticamente complicado y equ¨ªvoco, pero no para todo el mundo, pues la iron¨ªa es y seguir¨¢ siendo impopular, de modo que un ir¨®nico que se haga entender por todos dejar¨¢ de serlo inmediatamente para convertirse en un bromista.
Es innegable que el ?instante?, entendido como problema, es una cuesti¨®n muy complicada, pues tiene que ver con la relaci¨®n dial¨¦ctica entre lo temporal y lo eterno. Lo eterno es la sustancia de lo infinito, pero tiene que hacerse conmensurable con lo temporal, y el punto de contacto es el instante. Y, sin embargo, el instante es la nada.
Cualquiera que posea los m¨¢s m¨ªnimos conocimientos ¨¦ticos de andar por casa sabe muy bien que la naturaleza es una p¨¦sima analog¨ªa sobre la ¨¦tica y que eso de querer vivir al estilo natural es precisamente querer vivir sin ¨¦tica.
Aparentemente, la vida terrenal es imperfecta, pues nadie puede hacerse comprender completamente por otra persona. Sin embargo, si lo analizamos con m¨¢s detenimiento, podemos concluir que en realidad es perfecta, pues todo apunta a que cualquier individuo posee un fondo religioso que le impulsa a comprenderse a s¨ª mismo en la intimidad con Dios.
Muchas veces se confunde lo f¨ªsico con lo moral: como renegar de Hegel quemando unos manuscritos hegelianos.
La mayor¨ªa de las personas viven la vida como si siempre estuvieran fuera de casa y no dentro; los acontecimientos y empresas de su vida revolotean sin rumbo fijo alrededor de ese yo; puede que de vez en cuando cierren la puerta y se queden en casa, pero nunca dejan las distracciones fuera, de modo que es como si estuvieran siempre fuera.
Cuando piensan en la muerte no son conscientes al mismo tiempo de la inmortalidad, no tienen en cuenta que en cada instante que no somos conscientes de la inmortalidad, no somos realmente inmortales.
Cuanta m¨¢s cultura, formaci¨®n y discreci¨®n se aprende, m¨¢s previsible es la vida de una persona; m¨¢s frecuente es su habilidad para eludir las condiciones del esp¨ªritu con las estrategias t¨ªpicas de los abogados.
El profesor Adler naci¨®, creci¨®, se confirm¨® y form¨® parte de una familia en la cristiandad geogr¨¢fica, es decir, que era cristiano (igual que todos son cristianos); se licenci¨® en teolog¨ªa, y era cristiano (igual que todos son cristianos); se orden¨® pastor cristiano, y, sin embargo, tiene que esperar a que le suceda algo extra?o para que, al recibir una fuerte impresi¨®n, realmente entre en contacto con lo determinante: convertirse en cristiano.
Por lo visto es algo caracter¨ªstico de nuestra ¨¦poca que el concepto de educaci¨®n, al menos en el sentido cl¨¢sico, vaya desapareciendo del discurso y de la vida de las personas. El mundo cl¨¢sico coloc¨® el sentido de la educaci¨®n en un list¨®n muy alto, entendi¨¦ndola como un desarrollo arm¨®nico de aquello que debe albergar los distintos dones, talentos y facultades, la ¨¦tica personal en la formaci¨®n del car¨¢cter. En nuestra ¨¦poca parece que urge transmitir esta educaci¨®n con celeridad para poder centrar la atenci¨®n en la instrucci¨®n. Queremos que los j¨®venes aprendan r¨¢pido y lo antes posible todo tipo de cosas, que aprendan lo m¨¢s evidente para parecer sabios y llegar a ser alguien en la vida. La educaci¨®n estricta, la formaci¨®n ¨¦tica del car¨¢cter parece no importar mucho, pues adem¨¢s requiere mucho tiempo y mucha constancia.
Respecto a la condici¨®n de lo ?cristiano?, debemos decir con absoluto convencimiento que no se nace con tal condici¨®n, por el contrario, es algo en lo que nos tenemos que convertir, que tenemos que hacernos.
El profesor Adler produce un efecto con su vida, un efecto indirecto. Su relevancia para la ¨¦poca actual no estriba tanto en lo que se convirti¨® tras la cat¨¢strofe o en la producci¨®n literaria que se deriv¨® de ello, sino en el hecho de que con la cat¨¢strofe indirectamente puso de manifiesto c¨®mo en la cristiandad geogr¨¢fica se puede ser cristiano, incluso ordenarse pastor cristiano, sin haber tenido la m¨¢s m¨ªnima impresi¨®n de lo cristiano en el sentido de convertirse en cristiano.
El libro sobre Adler
Autor: S?ren Kierkegaard.
Traducci¨®n: Eivor Jord¨¤ Mathiasen.
Editorial: Trotta, 2021.
Formato: Tapa dura, 224 p¨¢ginas, 23 euros.