De lo vivido a lo contado
Quiz¨¢s todav¨ªa estamos en el tiempo de las cr¨®nicas sobre esta era de la covid-19. Aparecer¨¢ sin duda en las novelas del porvenir, como aparece ya transmutada en ficci¨®n en nuestros sue?os
Parece ser que Cormac McCarthy ha reconocido que la inspiraci¨®n para su novela posapocal¨ªptica The Road vino del ataque a las Torres Gemelas. La novela se public¨® en 2006, cinco a?os despu¨¦s, y en ella no hay ninguna alusi¨®n directa a aquel atentado que trastorn¨® el mundo, pero es muy probable que la experiencia de una cat¨¢strofe tan desmedida y visualmente tan abrumadora despertara en la imaginaci¨®n del novelista la posibilidad de un horror inminente que de la noche a la ma?ana dejara en ruinas la civilizaci¨®n. ...
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Parece ser que Cormac McCarthy ha reconocido que la inspiraci¨®n para su novela posapocal¨ªptica The Road vino del ataque a las Torres Gemelas. La novela se public¨® en 2006, cinco a?os despu¨¦s, y en ella no hay ninguna alusi¨®n directa a aquel atentado que trastorn¨® el mundo, pero es muy probable que la experiencia de una cat¨¢strofe tan desmedida y visualmente tan abrumadora despertara en la imaginaci¨®n del novelista la posibilidad de un horror inminente que de la noche a la ma?ana dejara en ruinas la civilizaci¨®n. Entre lo realmente vivido o sucedido y su relato hay una l¨ªnea recta. Los caminos por los cuales lo real se convierte en ficci¨®n son mucho m¨¢s tortuosos. Contar lo vivido es un acto de la voluntad consciente. Las historias imaginadas surgen sin que uno sepa bien de d¨®nde han venido, y por muchos elementos de la realidad exterior o de la propia vida ¨ªntima que se contengan en ellas, su forma final no obedece a ning¨²n principio de semejanza, sino a una l¨®gica interna y del todo soberana en la que los ingredientes de lo real y lo inventado se mezclan como en una reacci¨®n qu¨ªmica cuyo resultado es siempre sorprendente, porque es impredecible. Un bi¨®grafo identifica a la persona que sirvi¨® de modelo para el personaje de una novela: pero entre la una y el otro ha sucedido una metamorfosis en la que la identidad de partida es solo un componente, porque en la invenci¨®n de un personaje puede ser que intervengan rasgos de varias personas distintas, y otros del todo inventados, combin¨¢ndose todos en una criatura h¨ªbrida que solo existe en el interior de la ficci¨®n y no tiene equivalente fuera de ella.
Tambi¨¦n hay sue?os como recuerdos literales y otros en los que reconocemos briznas de experiencia verdadera integradas en la arquitectura de una historia fant¨¢stica. Una ventaja de la no ficci¨®n es la cercan¨ªa en el espacio y en el tiempo: ver las cosas con los propios ojos en el lugar y en el momento en que suceden, contarlas cuando todav¨ªa est¨¢n frescos todos los detalles, cuando ni la memoria ni el olvido han tenido tiempo de avanzar en su tarea de tergiversaci¨®n. Nos gusta leer diarios o cr¨®nicas de testigos directos que den cuenta de nuestro presente; y casi m¨¢s todav¨ªa los que se escribieron en el presente lejano de los que para nosotros son acontecimientos hist¨®ricos. El relato en tiempo presente del que ha vivido algo es un tesoro incomparable. Hace unas semanas, en una cr¨®nica de los ¨²ltimos d¨ªas antes de la ca¨ªda de Kabul, un reportero que va camino del aeropuerto se cruza con la comitiva jubilosa de una boda, y cuenta que a un lado de la carretera por la que circulan veh¨ªculos militares y coches viejos cargados de fugitivos hay varios puestos de venta de sand¨ªas. La realidad inmediata y no filtrada, la vibraci¨®n concreta de un momento, de una hora del d¨ªa, de un hecho fugitivo, se pierden muy r¨¢pidamente, y por eso son tan dif¨ªciles de reconstruir cuando ha pasado algo de tiempo, y m¨¢s a¨²n cuando los testigos han desaparecido, o han perdido la memoria.
La ficci¨®n y la no ficci¨®n son las dos vertientes igualmente valiosas de la literatura, pero tambi¨¦n son ajenas entre s¨ª. Sin necesidad de adornos ni de embustes la no ficci¨®n puede ser desatadamente novelesca. Quiz¨¢s el mayor logro de la ficci¨®n sea el de volverse indistinguible de la vida. Pero la una y la otra van por diferentes caminos y obedecen a leyes rigurosas que las hacen incompatibles. Michael Scammell, bi¨®grafo excepcional de Arthur Koestler, escribi¨® que un bi¨®grafo es un novelista bajo juramento: no puede dar por v¨¢lido nada de lo que no posea constancia documental, o fuentes contrastadas. Es la misma ¨¦tica del periodista y del cronista, y tambi¨¦n, en el fondo, de quien escribe un diario de vocaci¨®n no egoc¨¦ntrica sino testimonial.
Necesitamos relatos que nos cuenten las cosas tal como son, en la medida m¨¢xima de lo posible, igual que necesitamos tecnolog¨ªas eficientes, conocimientos hist¨®ricos rigurosos, teor¨ªas cient¨ªficas que se sometan al escrutinio de la comprobaci¨®n experimental, mapas para movernos por territorios desconocidos. Necesitamos cuentos y ecuaciones, poemas y f¨®rmulas qu¨ªmicas, novelas y reportajes, diarios ¨ªntimos e informes de comisiones de investigaci¨®n incorruptibles. Necesitamos el apunte r¨¢pido de lo reci¨¦n observado y el relato memorial filtrado por la experiencia de una vida entera.
En The Road, Cormac McCarthy no hace ninguna referencia a los atentados del 11 de septiembre, ni a la terror¨ªfica reacci¨®n militar de Estados Unidos en Afganist¨¢n y luego en Irak, que caus¨® muchos m¨¢s muertos inocentes y mucha m¨¢s destrucci¨®n que el ataque al que tan vengativamente respond¨ªa: pero ese mundo de devastaci¨®n y crueldad que retrata la novela, con toda la soberan¨ªa imaginativa de la literatura, se nos hab¨ªa vuelto m¨¢s veros¨ªmil y menos improbable porque todos nosotros hab¨ªamos visto con nuestros propios ojos el apocalipsis que pod¨ªan desatar unos cuantos fan¨¢ticos armados de esas cuchillas afiladas con las que se abren los paquetes de cart¨®n.
La ficci¨®n unas veces se aproxima a la f¨¢bula intemporal y otras a la cr¨®nica inmediata. Justo al a?o siguiente de la novela de McCarthy, Don DeLillo public¨® Falling Man, que suced¨ªa en Manhattan en los d¨ªas siguientes al atentado. Hab¨ªan pasado seis a?os, que ya es un plazo suficiente para que el recuerdo y el olvido hayan macerado los materiales de la experiencia originaria, de una manera parecida a como los microorganismos y las lombrices convierten en suelo f¨¦rtil la materia org¨¢nica en una compostadora, o en la tierra de un bosque. Muy pocos lectores quedaron satisfechos con aquella novela: un hecho real que hab¨ªa parecido inventado por Don DeLillo no resultaba convincente una vez que el propio DeLillo lo convert¨ªa en ficci¨®n. Yo tuve la oportunidad de entrevistarlo entonces, y llevaba conmigo la pena secreta de que, admir¨¢ndolo tanto, no me hubiera gustado justo aquella novela. Aunque quiz¨¢s me ha llegado ahora el momento de volver a leerla. Algunas veces el tiempo hace desaparecer la literatura y otras act¨²a a su favor y la mejora, o revela lo que al principio no se vio en ella.
Quiz¨¢s todav¨ªa estamos en el tiempo de las cr¨®nicas sobre esta era de la covid-19 que no termina de replegarse en el pasado. Aparecer¨¢ sin duda en las novelas del porvenir, como aparece ya transmutada en ficci¨®n en nuestros sue?os.
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