Los periodistas de raza que inspiraron a Wes Anderson
La nueva pel¨ªcula del director, ¡®La cr¨®nica francesa¡¯, se basa en las historias reales de las firmas estelares de ¡®The New Yorker¡¯, que cubrieron los grandes (y peque?os) acontecimientos del siglo XX desde Europa
A comienzos de 2003, la redacci¨®n del semanario The New Yorker recibi¨® una llamada sorprendente. Era el cineasta Wes Anderson, reci¨¦n revelado gracias a pel¨ªculas de incipiente culto como Academia Rushmore o Los Tenenbaums, quien les formul¨® una proposici¨®n tirando a indecente: ten¨ªa la firme intenci¨®n de comprar el archivo del semanario, fundado en 1925 y convertido desde entonces en biblia de la intelectualidad estadounidense, referencia absoluta del comentario pol¨ªtico y de la cr¨ªtica cultural, siempre sazonados con exquisitos textos de ficci¨®n, ilustraciones sat¨ªricas, alguna que otra poes¨ªa y, por encima de todo, portadas para enmarcar.
La respuesta fue tajante: el archivo de esta revista casi centenaria no estaba en venta. Anderson, que empez¨® a leer The New Yorker durante sus a?os de instituto en su Texas natal, tuvo que conformarse con adquirir varias decenas de vol¨²menes encuadernados que pose¨ªa la Universidad de Berkeley (California). Dos d¨¦cadas despu¨¦s, su obsesi¨®n por la publicaci¨®n ha desembocado en La cr¨®nica francesa, un homenaje sentido (y digno de un aut¨¦ntico maniaco) a la era dorada del periodismo. La pel¨ªcula relata las interioridades de una revista ficticia, The French Dispatch of the Liberty, Kansas Evening Sun, semanario estadounidense asentado en Francia que se inspira claramente en The New Yorker (aunque tal vez tambi¨¦n contenga un ligero toque de The Paris Review, creada en los albores de la Guerra Fr¨ªa en la capital francesa y cuyo cofundador, Peter Matthiessen, colabor¨® con la CIA). Wes Anderson, que acaba de editar una antolog¨ªa de art¨ªculos de The New Yorker que re¨²ne 15 textos m¨ªticos, cre¨® los personajes bas¨¢ndose en los reporteros que trabajaron para la publicaci¨®n cubriendo los grandes (y peque?os) acontecimientos del siglo pasado desde Francia. Estas son sus historias reales.
Bill Murray ¨C Harold Ross
Si el fundador de The French Dispatch, al que interpreta Bill Murray con resignaci¨®n sard¨®nica, procede de Kansas, el hombre que cre¨® The New Yorker, Harold Ross, naci¨® en el Estado vecino de Colorado. Ross dirigi¨® la revista entre 1925 y 1951, un largo mandato en el que edit¨® un total de 1.399 n¨²meros, tras haber sido uno de los miembros originales de la mesa redonda del Algonquin, la tertulia intelectual que se reun¨ªa en el hotel neoyorquino del mismo nombre, frecuentada por periodistas, cr¨ªticos, escritores e int¨¦rpretes de Broadway de la que formaron parte Dorothy Parker, Robert Sherwood o Alexander Woollcott. Obseso de las comas, que ca¨ªan sobre las p¨¢ginas ¡°con la precisi¨®n de cuchillos alrededor de la v¨ªctima en un n¨²mero circense¡±, como dijo una vez el escritor E. B. White, Ross odiaba que se hicieran bromas soeces o sexuales en las p¨¢ginas de la revista y no era partidario de los art¨ªculos de denuncia social, lo que fij¨® el tono del semanario, un tanto esnob y desapegado, durante sus primeras d¨¦cadas de existencia.
No fue el ¨²nico modelo para el personaje. Wes Anderson afirma que el editor de su pel¨ªcula se inspira en Ross ¡°en la superficie¡± y en su sucesor en The New Yorker, William Shawn, ¡°en el sentimiento¡±. Este ¨²ltimo, que tom¨® las riendas entre 1952 y 1987, se hizo conocido por proteger a sus reporteros ante cualquier presi¨®n interna o externa. El personaje de Bill Murray, especialmente comprensivo con esas neuras reconocibles por cualquiera al que paguen por juntar caracteres, comparte esa caracter¨ªstica.
Owen Wilson ¨C Joseph Mitchell
La pel¨ªcula se abre con el reportaje de un pintoresco reportero al que interpreta Owen Wilson, que narra la historia de un genial pintor encerrado en un manicomio franc¨¦s (Benicio del Toro) y de su musa, una silenciosa carcelera (L¨¦a Seydoux). El personaje de Wilson parece inspirado en el periodista Joseph Mitchell, una de las firmas m¨¢s estelares de The New Yorker. Se sum¨® al equipo del semanario en 1938 y pronto llam¨® la atenci¨®n por su afici¨®n a retratar personajes tan inhabituales en las p¨¢ginas de la prensa intelectual como borrachos, estafadores, vagabundos, traficantes y mujeres barbudas. En otra ocasi¨®n, dedic¨® un largo ensayo a las ratas de Nueva York, en una met¨¢fora indisimulada sobre el comportamiento social de sus conciudadanos.
Cronista de la ciudad durante varias d¨¦cadas, entr¨® en un profundo bloqueo creativo en 1964. A partir de ese a?o, sigui¨® acudiendo a la redacci¨®n de la revista cada d¨ªa, pero nunca volvi¨® a publicar nada, pese a seguir oficialmente en la plantilla hasta su muerte en 1996 (la pel¨ªcula hace otro gui?o a Mitchell a trav¨¦s de un fugaz secundario que ¡°nunca ha terminado un solo art¨ªculo¡±). Tras su muerte, se public¨® El secreto de Joe Gould (Anagrama), que recuperaba el memorable perfil que firm¨® sobre el hijo de una gran familia de Massachusetts, licenciado en Harvard, que termin¨® viviendo como un mendigo en Manhattan. Cuando le reprocharon que escribiera sobre ¡°gente corriente¡±, Mitchell contest¨®: ¡°La gente corriente es tan importante como usted, quienquiera que usted sea¡±. La cita pasar¨ªa a la posteridad.
Frances McDormand ¨C Mavis Gallant
La escritora canadiense Mavis Gallant fue otra de las firmas m¨¢s destacadas de The New Yorker. Dej¨® el reporterismo en 1950 para mudarse a Par¨ªs y centrarse en la escritura de cuentos y novelas, como Agua verde, cielo verde (recuperada en castellano por Impedimenta en 2018), pero hizo unas cuantas excepciones por el semanario neoyorquino. En total, Gallant escribi¨® 60 cr¨®nicas para The New Yorker desde Par¨ªs, ciudad en la que residir¨ªa hasta su muerte en 2014. La m¨¢s conocida de todas ellas es The Events in May, donde relataba c¨®mo una peque?a revuelta juvenil acab¨® poniendo patas arriba a todo el pa¨ªs y logrando que el poder de De Gaulle se tambaleara. Los hechos del Mayo del 68 aparecen traspuestos en el segundo cap¨ªtulo de la pel¨ªcula, donde Timoth¨¦e Chalamet interpreta a un l¨ªder estudiantil frente a una curtida periodista, Lucinda Krementz, que guarda cierto parecido f¨ªsico con la escritora, a la que interpreta Frances McDormand. No es pura casualidad: Anderson se?ala a Gallant como una de las reporteras de The New Yorker a las que m¨¢s ha le¨ªdo, junto con John Updike y Ved Mehta. Otro modelo para el mismo personaje podr¨ªa ser Lillian Ross, pionera del periodismo literario muy vinculada a la historia de la revista. Anderson custodia su archivo desde su muerte en 2017.
Tilda Swinton ¨C Rosamond Bernier
El exc¨¦ntrico personaje al que encarna Tilda Swinton en la pel¨ªcula, J. K. L. Berenson, est¨¢ claramente inspirado en Rosamond Bernier, periodista surgida de la intelectualidad bohemia de Philadelphia, que fue amiga de Pablo Picasso, Frida Kahlo y Aaron Copland. Bernier se mud¨® despu¨¦s de la II Guerra Mundial a Par¨ªs, donde trabaj¨® para la edici¨®n francesa de Vogue y luego fund¨® la revista de arte L¡¯Oeil, que sigue existiendo hoy. En la segunda mitad de su vida, la periodista se hizo conocida por sus conferencias sobre los grandes artistas del siglo XX, como Matisse o Mir¨®, que pronunci¨®, con dicci¨®n indescriptible y acento mid-Atlantic (as¨ª hablan los estadounidenses que simulan ser brit¨¢nicos: como si se hallaran en alg¨²n punto a medio camino del oc¨¦ano), en el Metropolitan Museum de Nueva York. Falleci¨® en 2016 a los 100 a?os, ocho despu¨¦s de jubilarse. Swinton se?al¨® a la periodista, cuyo nombre real era Rosamond Rosenbaum, como una inspiraci¨®n obvia para su personaje y la defini¨®, en una entrevista reciente, como ¡°una groupie del arte¡±.
Jeffrey Wright ¨C James Baldwin
El tercer episodio de La cr¨®nica francesa est¨¢ protagonizado por Roebuck Wright, doble en la ficci¨®n de James Baldwin, el gran escritor afroamericano que lleg¨® a Par¨ªs a los 24 a?os con 40 m¨ªseros d¨®lares en el bolsillo, seg¨²n reza la leyenda. En el Par¨ªs intelectual de la posguerra, Baldwin encontr¨® un refugio relativo como hombre negro y homosexual, lejos de las vejaciones que sufr¨ªa en su pa¨ªs natal. El personaje al que da vida Jeffrey Wright se inspira en su estilo vestimentario y en su perfil altamente medi¨¢tico: todo el cap¨ªtulo est¨¢ narrado como si fuera una de esas entrevistas televisivas que hicieron a Baldwin tan conocido, o incluso m¨¢s, que libros como La pr¨®xima vez el fuego, Notas de un hijo nativo o La habitaci¨®n de Giovanni. ¡°El personaje es un homenaje al escritor, pero no es biogr¨¢fico en absoluto¡±, ha aclarado Wright. Por ejemplo, Roebuck no habla de pol¨ªtica ni de derechos civiles, como hac¨ªa Baldwin sin cesar, sino de asuntos m¨¢s anecd¨®ticos. En realidad, ese papel tiene un segundo modelo: A. J. Liebling, otra firma destacada de The New Yorker, que se hizo conocido por la calidad literaria de sus cr¨®nicas gastron¨®micas firmadas desde Francia, que luego reuni¨® en distintos vol¨²menes. Por eso, el personaje de Wright recibe el encargo de escribir sobre un chef asi¨¢tico que triunfa en Par¨ªs, aunque la trama le acabe llevando por otros derroteros, como suced¨ªa tambi¨¦n en los textos de Liebling.
Todos los nombres citados aparecen en los cr¨¦ditos finales de La cr¨®nica francesa, cuando Anderson incluye una emotiva e inesperada dedicatoria a las grandes firmas que hicieron historia con sus reportajes en The New Yorker: Harold Ross, William Shawn, Rosamond Bernier, Mavis Gallant, James Baldwin, A. J. Liebling, S. N. Behrman, Lillian Ross, Janet Flanner, Luc Sante, James Thurber, Joseph Mitchell, Wolcott Gibbs, St. Clair McKelway, Ved Mehta, Brendan Gill y la pareja formada por E. B. White y Katharine White, la m¨ªtica editora de ficci¨®n de la revista entre 1925 y 1960. Lo cual permite salir de dudas, si es que a alguien le hac¨ªa falta.
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