¡®El cerco de Mariupol¡¯, un italiano en la guerra de Ucrania
El corresponsal Andrea Nicastro fue uno de los pocos reporteros de medios extranjeros presentes en el asedio a la ciudad ucrania. A partir de su experiencia, ha escrito una novela donde expone realidades poco conocidas del conflicto
Los periodistas de guerra m¨¢s elegantes que he conocido son italianos. Italianos los hay de toda condici¨®n y gusto, como en cualquier pa¨ªs, pero sus enviados a Ucrania son una estirpe aparte. He tratado con media docena de ellos y ninguno viste disfrazado de coronel Tapioca, listos para hacerse un selfi de Instagram como aguerridos reporteros en zona de conflicto: ellos visten como si estuvieran visitando a su madre el domingo, o disfrutando de una suave excursi¨®n de fin de semana en los Apeninos. Entre ellos, ...
Los periodistas de guerra m¨¢s elegantes que he conocido son italianos. Italianos los hay de toda condici¨®n y gusto, como en cualquier pa¨ªs, pero sus enviados a Ucrania son una estirpe aparte. He tratado con media docena de ellos y ninguno viste disfrazado de coronel Tapioca, listos para hacerse un selfi de Instagram como aguerridos reporteros en zona de conflicto: ellos visten como si estuvieran visitando a su madre el domingo, o disfrutando de una suave excursi¨®n de fin de semana en los Apeninos. Entre ellos, Andrea Nicastro (Mil¨¢n, 1965) es mi favorito.
Nicastro ha escrito la novela El cerco de Mariupol, publicada este diciembre en castellano por Altamarea. El periodista Enric Juliana cuenta en el pr¨®logo que en las escalinatas de la sede del diario de Nicastro, el Corriere della Sera, cuelgan los retratos de los escritores-periodistas m¨¢s destacados que han publicado en el rotativo en sus m¨¢s de 140 a?os de historia. Juliana cree que el retrato de Nicastro colgar¨¢ alg¨²n d¨ªa en estas escaleras de la V¨ªa Solferino de Mil¨¢n. Su trayectoria as¨ª lo indica: enviado en Kosovo, Chechenia, Afganist¨¢n, Irak, Ir¨¢n, L¨ªbano y ahora, Ucrania.
Conoc¨ª a Nicastro en un viaje rocambolesco a Jers¨®n. Era noviembre de 2022, hab¨ªan pasado dos d¨ªas de la liberaci¨®n de la ciudad por parte de las tropas ucranias. Decenas de medios de comunicaci¨®n esperaban en la cercana ciudad de Mikolaiv la autorizaci¨®n militar para acceder a la provincia reconquistada al invasor. Las Fuerzas Armadas Ucranias dieron finalmente el visto bueno, pero en un ¨²nico convoy en el que metieron en cinco autocares a cientos de periodistas. El viaje, que en condiciones normales dura 80 minutos, fueron cuatro horas por caminos de campo, y de pie la mayor¨ªa de los pasajeros, por falta de asientos libres. El sudor y el malestar se apoderaba de todo el mundo, pero entre la masa de cuerpos cargando chalecos antibalas, c¨¢maras de televisi¨®n y mochilas, destacaba un hombre impert¨¦rrito, de sonrisa amable, vestido con un jersey fino, pantalones discretos de excursi¨®n y unas botas. Era Nicastro.
Entablamos conversaci¨®n en su excelente castellano ¡ªfue corresponsal en Madrid¡ª. Cuando termin¨® el safari por Jers¨®n, en el camino de regreso, nos turnamos en un asiento que conseguimos. Los autocares se detuvieron en un control militar y en ese momento un ob¨²s ruso cay¨® a unos 200 metros. La horda de periodistas decidi¨® que era una buena idea bajar del autocar para tomar fotos del ataque. Lleg¨® un segundo ob¨²s, este impact¨® a unos 150 metros. La artiller¨ªa rusa estaba precisando su objetivo, el puesto de control militar. Cinco autocares detenidos all¨ª eran una diana demasiado f¨¢cil. Los soldados que escoltaban el convoy estaban fuera de s¨ª, no consegu¨ªan que los c¨¢maras volvieran a los veh¨ªculos para salir de all¨ª pitando. Nicastro tom¨® la palabra, esta vez elevando el tono, y con una educaci¨®n exquisita apremi¨® a los descerebrados que continuaban en el exterior a volver a toda prisa. As¨ª recuerdo mi primer encuentro con uno de los poqu¨ªsimos reporteros de medios extranjeros ¡ªse cuentan con los dedos de una mano¡ª que estuvieron en el asedio a la ciudad de Mariupol.
El autor retrata con precisi¨®n c¨®mo es la supervivencia de los civiles atrapados en una batalla urbana en una ciudad asediada
Mariupol era un municipio de 440.000 habitantes de la provincia de Donetsk, en la costa del mar de Azov. En 2014 resisti¨® al golpe de las fuerzas separatistas prorrusas. En febrero de 2022 lleg¨® el hermano mayor, el ej¨¦rcito ruso, y tras tres meses de combates, la ciudad qued¨® en ruinas. Nicastro estuvo all¨ª durante la primera semana, y pudo escapar por los pelos en una columna humanitaria organizada por la embajada griega. Lo que sigui¨® despu¨¦s en la ciudad forma ya parte de la historia de Europa: el horror de la guerra volv¨ªa a gran escala al Viejo continente. De su experiencia en aquellas jornadas en la ciudad asediada sin suministros b¨¢sicos y bajo el constante fuego de la artiller¨ªa de ambos bandos, Nicastro ha escrito una novela que retrata con precisi¨®n c¨®mo es la supervivencia de los civiles atrapados en una batalla urbana.
La realidad aparece en cada p¨¢gina protagonizada por un calidoscopio de personajes con distintas aproximaciones a la manera de resistir en el asedio y a su identidad, entre la rusa y la ucrania. Son personajes en los dos bandos, unidos por la podredumbre f¨ªsica y moral que causa la guerra. Los protagonistas militares son, por la parte rusa, un recluta forzado de Donetsk y por la parte ucrania, un oficial del batall¨®n Azov y una m¨¦dico de esta unidad militar. El ucranio prorruso de Donetsk, panadero de oficio que participa en la ofensiva sobre Mariupol en una unidad de artiller¨ªa, es uno de los personajes m¨¢s trabajados. La aproximaci¨®n de Nicastro a la identidad de los ucranios del este, formada entre dos mundos, es cruda y realista. Una sociedad que, en buena parte, no acaba de asumir la nueva naci¨®n ucrania.
Nicastro se permite en la novela exponer otra realidad de la guerra, inevitable pero frecuentemente silenciada, y es que la destrucci¨®n en los municipios en zonas de combate tambi¨¦n la causan las tropas ucranias: ¡°En los edificios de nueve pisos de los suburbios se hab¨ªa hecho fuerte la artiller¨ªa defensiva. Alguien sal¨ªa al patio a protestar, los soldados ucranianos respond¨ªan apuntando la metralleta y empujando a los civiles dentro de casa. De vez en cuando, alguien disparaba y alguien mor¨ªa¡±.
Si algo sobresale en El cerco de Mariupol es la narraci¨®n de la supervivencia de los civiles que se encuentran atrapados en la batalla. Cada d¨ªa es un d¨ªa m¨¢s cerca de morir; cada d¨ªa es un d¨ªa con menos esperanza: ¡°Tambi¨¦n a los dem¨¢s les gotea por la nariz un l¨ªquido negro cuando se levantan por la ma?ana. Debe de ser el polvo que respiramos en el s¨®tano y se acumula en los pulmones. Te limpias con el dorso de la mano y acabas por mancharte la cara y la ropa. A estas alturas nadie hace caso. No hay agua. Poca para beber y nada para lavarse. Lavarse los dientes es una locura, utilizamos el l¨ªquido recuperado de los radiadores¡±.
Una de las etapas finales del libro es la odisea de la familia que huye a pie en un acto de desesperaci¨®n casi suicida, para poner rumbo a Zaporiyia, en la Ucrania libre
Una de las etapas finales del libro es la odisea de la familia que huye a pie en un acto de desesperaci¨®n casi suicida, para poner rumbo a Zaporiyia, en la Ucrania libre. Sortean cad¨¢veres en las aceras, para que los ni?os no los vean, y cada encuentro con las tropas rusas es una loter¨ªa: ¡°Hab¨ªa un tanque en la esquina. El conductor nos vio y gir¨® la torreta hacia nosotros. Un segundo antes de que disparase, o no, mi marido se arrodill¨® y movi¨® los brazos, y lo imitamos todos. De rodillas sobre la metralla y los cristales que tapizaban la acera. Rompimos los pantalones, nos sangraban las rodillas, pero no nos movimos hasta que el ca?¨®n volvi¨® a su sitio.¡±
Nicastro sabe de qu¨¦ habla y se nota en detalles que solo conoce alguien que ha sido testimonio del paisaje de una guerra: ¡°El ob¨²s revienta la pared y luego explota. La gomaespuma de los sof¨¢s, las mantas chinas de las camas, la anea de las sillas empieza a arder. Las llamas se acercan a la tapicer¨ªa, un trozo de madera arrancado a la ventana se enciende, las brasas resisten incluso aunque no se vea la llama, se expanden sin fuego. El armario se vuelve negro, los vestidos se deshacen, se acartonan, se queman colgados de las perchas, caen, se amontonan, prenden fuego amontonados.¡±
¡°Eras una persona que se paraba cuando el sem¨¢foro se pon¨ªa ¨¢mbar, por prudencia. Ahora te paras a respirar el olor del edificio que arde sobre tu cabeza¡±, dice uno de los personajes de la novela, ¡°el mundo de antes ha dejado de existir, sus reglas, costumbres, cortes¨ªas han desaparecido. Incluso el fuego ha cambiado de naturaleza.¡±
Mariupol es ahora un cap¨ªtulo negro de la historia de Europa. Nicastro ha optado por exponer lo que sucedi¨® desde la ficci¨®n. ?l tambi¨¦n estuvo all¨ª, con recuerdos personales, confesiones que me ha contado cuando nos hemos vuelto a encontrar. Como aquella noche en la que nos hospedamos en el mismo hotel y a la hora del estr¨¦s, la de cerrar nuestros respectivos art¨ªculos del d¨ªa, el veterano reportero llam¨® a la puerta y me sorprendi¨® con un plato de espaguetis al dente, como solo los italianos saben hervir, y queso rallado. ¡°Algo tendr¨¢s que comer¡±, dijo con la misma clase y sonrisa amable de Jers¨®n.
El cerco de Mariupol
Traducci¨®n de Ernesto C. Gardiner
Altamarea, 2023
240 p¨¢ginas, 19,90 euros
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