¡®El mundo interior¡¯, de Francesc Ser¨¦s: historia ¨ªntima de una guerra

Pueden ser los dos a?os mejor aprovechados en Alemania que puedan censar las letras catalanas (y espa?olas) del ¨²ltimo siglo, pero es una manera muy tramposa de decirlo. El excitante o la palanca para que este libro exista s¨ª tiene que ver con Berl¨ªn, con internet, con la invasi¨®n de Ucrania ejecutada por Putin, con que la mujer de Francesc Ser¨¦s desde hace doce a?os sea rusa y con la vida entera de un muchacho nacido en Zaid¨ªn, en el borde de los Monegros y en plena frontera catalano-aragonesa.

Se oye la estriden...

Pueden ser los dos a?os mejor aprovechados en Alemania que puedan censar las letras catalanas (y espa?olas) del ¨²ltimo siglo, pero es una manera muy tramposa de decirlo. El excitante o la palanca para que este libro exista s¨ª tiene que ver con Berl¨ªn, con internet, con la invasi¨®n de Ucrania ejecutada por Putin, con que la mujer de Francesc Ser¨¦s desde hace doce a?os sea rusa y con la vida entera de un muchacho nacido en Zaid¨ªn, en el borde de los Monegros y en plena frontera catalano-aragonesa.

Se oye la estridencia de la moto con que recorr¨ªa de chaval las trincheras de la Guerra Civil antes de que las rehabilitasen, la emoci¨®n del hallazgo de las balas dispersas por el campo y la excitaci¨®n de encontrar en casa dos pistolas oxidadas e inutilizadas y algunas granadas sin explotar, pero que pod¨ªan haber explotado. Del rumor mental de este libro me acuerdo porque Ser¨¦s llevaba d¨¢ndole vueltas a este material desde hace muchos a?os, pero por fortuna dej¨® de concebirlo como tesis doctoral y lo ha armado como libro¡­ literario.

No s¨¦ decirlo mejor: nace seguramente de los est¨ªmulos mezclados de Danubio, de Claudio Magris, y los modos e historia de Svetlana Aleksi¨¦vich, citada un par de veces en el libro, y quiz¨¢ alguna dosis de Javier Cercas y algo de Sergio del Molino, pero el resultado es suyo, enteramente suyo. En muchos tramos resulta adictivo, original¨ªsimo y muy intrigante el ¡°pacto con la realidad¡± que dice haber firmado para escribirlo, af¨ªn al que ha inspirado otros libros suyos que el lector no encontrar¨¢ citados en una solapa demasiado sosa y hasta avara. Faltan ah¨ª al menos uno excelente, La piel de la frontera, y faltan tambi¨¦n los cuentos (desopilantes) de Mossegar la poma.

La piel de Europa est¨¢ atravesada de guerras vivas y aparentemente muertas que siguen en el presente en forma de ¨¢lbumes familiares, memoria ¨ªntima, diarios personales y colecciones de cartas que el escritor persigue en internet por cuatro duros y arma con todo ello (con los viajes al pasado que est¨¢ presente y desde un presente con pasado cuajado) un libro de meditaciones sin respuestas sobre la rutina de la guerra y el descalabro duradero que dejan en sociedades europeas que nos parecen muy distintas y, sin embargo, tanto se parecen.

Las lecturas juveniles y relecturas adultas del Ram¨®n J. Sender del R¨¦quiem, del Hemingway de masculinidad exuberante, de la sensatez de George Orwell, de la compasi¨®n a ras de suelo de Incerta gl¨°ria de Joan Sales o del rastro de Simone Weil por los paisajes aragoneses del autor funcionan productivamente en un libro que busca hilvanar un tapiz inevitablemente melanc¨®lico o incluso vagamente desesperanzado sobre el futuro de Europa. La encrucijada que lo propicia tiene que ver con la experiencia viva en su pueblo natal y con el viaje a Berl¨ªn con su mujer y la red de relaciones internacionales y pol¨ªglotas ¡ªse hablan en este libro una infinidad de lenguas: catal¨¢n, espa?ol, ruso, ucranio, alem¨¢n, franc¨¦s¡ª que establecen sus personajes, todos reales, todos ver¨ªdicos en su a veces infinito anonimato, y todos heridos de un modo u otro por la proximidad personal o cultural al paisaje de la devastaci¨®n. No, ni el autor de Contes russos ni tampoco su mujer Dacha podr¨¢n volver en un largo tiempo a Rusia.