Salvar el momento
"Quien tenga afici¨®n por los momentos hist¨®ricos, esta es la suya. Que abra bien los ojos y se prepare para ser testigo de cargo"
Todo el mundo tiene afici¨®n a los grandes momentos hist¨®ricos. ?Se imaginan haber presenciado la toma de la Bastilla, el asalto al Palacio de Invierno, o la debacle de Little Big Horn? S¨®lo eso nos dar¨ªa para vivir de rentas el resto de nuestra vida cont¨¢ndoles batallitas a los nietos. Lo malo de los momentos hist¨®ricos es que a nadie le da tiempo a enterarse.
Como recordar¨¢n, Fabricio del Dongo, el protagonista de La Cartuja de Parma, est¨¢ en el mism¨ªsimo campo de Waterloo el d¨ªa de la batalla y se pregunta qu¨¦ clase de peque?a escaramuza ser¨¢ esa. Waterloo, el fin del imperio napole¨®nico, ni m¨¢s ni menos. Tambi¨¦n hay quien llega a casa cada d¨ªa sin saber c¨®mo pudieron acabar todos sus ahorros en Bankia, ese modelo de solidez compuesto por Caja Madrid y unas cuantas cajas valencianas agujereadas como unos calcetines viejos. La confianza del pr¨®jimo siempre es un misterio.
F¨ªjense que hubo quien se trag¨® aquello que dijo Zapatero de que la banca espa?ola era la m¨¢s solvente del mundo. Por haber, hubo incluso quien crey¨® al propio Rajoy en las ¨²ltimas elecciones cuando proclam¨® que no subir¨ªa los impuestos y que todo se resolver¨ªa devolviendo la seguridad a los mercados. No me extra?ar¨ªa que hasta ¨¦l mismo se lo llegara a creer. Los de Pontevedra son muy raros.
Da un poco de pena ver a los miembros de un Gobierno reci¨¦n estrenado y con mayor¨ªa absoluta saltando de un lado para otro como conejos enloquecidos sin dar con la chistera, mientras se cargan todas las prestaciones sociales a cambio de nada. Por el amor de Dios, si el saco roto de los t¨®xicos de la banca son m¨¢s de 200.000 millones de euros. Por m¨¢s que lo intenten, no hay manera de tapar un agujero as¨ª sin que quiebre el Estado.
Quien tenga afici¨®n por los momentos hist¨®ricos, esta es la suya. Que abra bien los ojos y se prepare para ser testigo de cargo. Lo que van a ver no es una escaramuza cualquiera. Es Waterloo. Nadie se atreve a decirlo en voz alta porque el que m¨¢s y el que menos est¨¢ con el agua al cuello. Y en esa situaci¨®n lo ¨²nico de lo que quiere o¨ªr hablar la gente es de botes salvavidas. El problema, como siempre, es que no habr¨¢ para todos. Pero la orquesta ya ha subido a cubierta.
?Y qu¨¦ pasar¨¢ entonces? Nada. Es posible que en pocos meses tengamos un Gobierno distinto, de concentraci¨®n, o m¨¢s probablemente uno de esos Gobiernos llamados t¨¦cnicos, tutelado directamente desde Berl¨ªn. O sea, los hombres de negro. Tambi¨¦n puede ser que la uni¨®n monetaria europea se vaya al carajo.
En fin, que no parece aconsejable encari?arse demasiado con las cosas materiales. Todo es ef¨ªmero. Imag¨ªnense que ni siquiera el amor de Ingrid Bergman por Bogart en Casablanca fue para toda la vida. Pero tranquilos. Somos una generaci¨®n que ha superado la separaci¨®n de los Beatles. Sobreviviremos.
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