La noche fue de las mujeres
Maria Rod¨¦s, Lidia Damunt y Los Punsetes triunfaron en la ¨²ltima noche del BAM
?ltima noche de BAM (el festival de m¨²sica Barcelona Acci¨® Musical), que sigue con su ¨¦xito de p¨²blico con 35.000 personas en la f¨¢brica Damm el pasado s¨¢bado y poder femenino como protagonista. Maria Rod¨¦s, Lidia Damunt y Los Punsetes fueron los referentes de esa muestra de poder sustanciado en estas tres actuaciones, sin menoscabo alguno de los pases por escena de caballeros como Seward, Joaqu¨ªn Pascual y La Estrella de David, proyecto de var¨®n que mantiene a la mujer en su imaginario de apariencias abolladas.
Todo, o casi, tuvo ese encanto de mujer formulado de diferentes maneras. Rod¨¦s abri¨® plaza en la Real ante una estimable cantidad de p¨²blico. Su propuesta parec¨ªa un disparate en aquel contexto y habida cuenta de la sonoridad inadecuada de la plaza, pero de manera sorprendente su pop on¨ªrico y detallista se hizo con la concurrencia pese a tener un car¨¢cter musitado. Entre los presentes, parte de la familia de la artista, que delataba su condici¨®n cada vez que un ¡°guapa¡± emergido del p¨²blico originaba miradas de satisfacci¨®n asociadas al orgullo de la carga gen¨¦tica. Maria tiene una voz delicada y unas canciones que en su segundo disco han crecido en delicadeza y sugesti¨®n. Fue un concierto realmente estupendo el que ofreci¨®.
M¨¢s tarde, en la coqueta plaza de Joan Coromines otro perfil de mujer se hizo con el escenario. Lidia Damunt tocaba sola, solo con su guitarra, suficiente carga como para reducir cualquier oposici¨®n. Canciones vitalistas, con entrega, perfume de m¨²sica popular, plasmaci¨®n ac¨²stica y una voz expansiva que ocupa todos los rincones de las canciones convierten a esta murciana en una especie de pregonera de nuestros d¨ªas. La m¨²sica y las letras le salen con la urgencia de quien no puede contenerlas, empujadas por un ritmo generalmente acelerado que evocan un mundo rural, country m¨¢s que propiamente murciano. Dos ejemplos: la espl¨¦ndida Lengua de lava de su ¨²ltimo trabajo y Ocho caballitos de mar. Un calambre ac¨²stico.
Y para contrarrestar tanto movimiento, nada m¨¢s opuesto que el hieratismo de Ariadna, la vocalista de Los Punsetes, que actuaba en el escenario contiguo. Para acceder al mismo hab¨ªa que saltar un riachuelo que denotaba hasta qu¨¦ punto la micci¨®n masculina es un problema en fiestas, pues un recoveco de la arquitectura del Macbafue utilizado como mingitorio por aquellos que como un perro activan su cerebro con el olor de la orina ajena. El caso es que Ariadna, plantada frente al micro como un latero que espera imp¨¢vido la respuesta a su ofrecimiento de cerveza, marcaba un chocante contraste con los textos descarados e ir¨®nicos de sus letras, v¨¦ase Mis amigos, Tus amigos o Dinero. Pop de guitarras para cerrar la plaza de los ?ngels, atestada. Por lo que hace al poder masculino, el histrionismo apasionado de Seward, la calma tensa de Joaqu¨ªn Pascual y el romanticismo de la Estrella de David marcaron su territorio.
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