La escalera
"No se imaginan lo r¨¢pido que se degrada la vida en cuanto a uno le cortan la luz o el agua corriente".
Subir una escalera, la sube cualquiera. Pero bajarla es algo m¨¢s complicado. En este pa¨ªs todo el mundo est¨¢ ahora bajando la escalera de la devaluaci¨®n a una velocidad tan vertiginosa que no quiero ni pensar lo que va a pasar cuando lleguemos abajo. Algunos, los m¨¢s afortunados, van descendiendo paulatinamente, de pelda?o en pelda?o. De momento s¨®lo han tenido que ajustar el presupuesto en salir a cenar fuera, las vacaciones y las clases de h¨ªpica de los ni?os; la mayor¨ªa, sin embargo tiene que bajar los escalones de dos en dos, o de tres en tres, recortando de lujos mayores como desayunar, comprar un abrigo o ir al dentista. Tambi¨¦n hay quien lo hace a lo bestia, precipit¨¢ndose directamente desde un quinto piso.
No se imaginan lo r¨¢pido que se degrada la vida en cuanto a uno le cortan la luz o el agua corriente. La gente tiende a creer que las cosas son firmes, que lo que ha llegado hasta aqu¨ª, durar¨¢ para siempre. Pero no. Tan pronto deja uno de tener ropa limpia, los zapatos se hinchan, la camisa empieza a mostrar un cerco oscuro en los pu?os y antes de que uno pueda darse cuenta, se encuentra en el umbral de la pobreza, como aquellos inquilinos de la posguerra que se retrasaban en pagar el alquiler y miraban de soslayo el cubo de la basura.
Este no es un fen¨®meno exclusivamente espa?ol. Crisis econ¨®micas ha habido unas cuantas, desde las siete vacas flacas de los egipcios hasta el gran crash del 29. Pero en esta ocasi¨®n hay una diferencia. En el famoso jueves negro de Wall Street quienes se suicidaban eran los banqueros, ahora los que se tiran por la ventana son personas decentes que han perdido su trabajo y no pueden pagar la hipoteca exigida por el banco, como ese vecino de Burjasot o el quiosquero de Granada que despu¨¦s de llevar la ¨²ltima revista a domicilio a una cliente mayor y enferma que no pod¨ªa salir, se ahorc¨® en el cuarto de estar de su casa. En Grecia y en Italia ha habido muchos peque?os empresarios y comerciantes que han optado tambi¨¦n por quitarse de en medio desde que empez¨® esta sangr¨ªa. Una cuesti¨®n sobre la que se ha querido correr un tupido velo. Vale, el suicidio es un asunto personal y delicado. Pero la locura econ¨®mica a la que estamos asistiendo es un problema de todos. Nadie est¨¢ libre de un ERE.
Y miren, les voy a decir algo que quiz¨¢ no se hayan parado a pensar. En esta crisis est¨¢ ocurriendo una cosa ins¨®lita y si se piensa, realmente estremecedora. Lo terrible de esta crisis es que se est¨¢ llevando a cabo la mayor transfusi¨®n de dinero del bolsillo de los ciudadanos hacia los bancos que se ha hecho nunca en la Historia. Decenas de miles de millones. Algo as¨ª como si todos los enfermos an¨¦micos de un hospital estuvieran obligados a donar gratis sus escasos gl¨®bulos rojos a un banco de sangre que los utiliza para subir la adrenalina del sistema burs¨¢til. Todo lo que usted y yo hemos pagado a Hacienda este a?o, por ejemplo, se ha ido ¨ªntegramente a tapar el agujero de Bankia, cuyos directivos se han ido a casa con unos bonus millonarios. Lo explicaba muy bien el otro d¨ªa Joaqu¨ªn Estefan¨ªa: nunca tantos dieron tanto dinero a tan pocos (y tan ricos) sin pedirles nada a cambio.
Si el capital que se ha dedicado a rescatar a los bancos se hubiese empleado en avalar a los ciudadanos, a las familias y a las peque?as empresas que se han quedado por el camino, probablemente no hubi¨¦ramos arreglado el mundo, pero al menos bajar¨ªamos la escalera m¨¢s despacio y podr¨ªamos pararnos a escuchar el viento, como mandan los poetas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.