Que hable la sociedad
El autor sostiene que las consultas no vinculantes no son referendos de independencia al modo canadiense o escoc¨¦s. Negarlas podr¨ªa ser contrario al art¨ªculo 23 de la Constituci¨®n
Me gustar¨ªa en esta tribuna subrayar alguna cuesti¨®n de lo que ocurri¨® en el Congreso de los Diputados el pasado martes y despu¨¦s, aun arriesg¨¢ndome a ser pretencioso, intentar extraer alguna conclusi¨®n para el futuro de Euskalherria. El pasado martes se reuni¨® el Congreso en sesi¨®n plenaria para debatir y decidir a prop¨®sito de la solicitud del Parlamento catal¨¢n de delegaci¨®n de la competencia necesaria para convocar consultas no vinculantes. No voy a hacer un an¨¢lisis de los art¨ªculo 148 y siguientes de la Constituci¨®n, pero desde el sentido com¨²n parece l¨®gico que los gobiernos aut¨®nomos puedan iniciar procesos participativos que les permitan conocer la situaci¨®n y realidad de sus sociedades. Insisto, las consultas no vinculantes no son referendos de independencia al modo canadiense o escoc¨¦s y calificarlas as¨ª, no es sino una trampa para justificar una negativa que puede ser grave desde el punto de vista constitucional pues podr¨ªa ser contraria al art¨ªculo 23.
Si la consulta tuviera car¨¢cter decisorio la cuesti¨®n ser¨ªa otra y por tanto responder a la solicitud como si el contenido fuera distinto es, cuando menos, tramposo. Eso es lo que hacen los dos grandes partidos, a ellos me voy a referir a ahora. El Partido Popular y el Partido Socialista mantienen la estrategia del poli bueno y el poli malo. Mariano Rajoy se cierra en banda Y remite al proceso de cambio constitucional, que el portavoz del grupo parlamentario acaba por cerrar. El partido socialista , con un tono m¨¢s amable, remite a la misma soluci¨®n, la modificaci¨®n constitucional, sabiendo que es un camino cerrado, eso s¨ª, aderezando su postura con la inconsistencia de la soluci¨®n federal sin reconocer previamente derecho a decidir. Adem¨¢s, ambos partidos, despu¨¦s de negar, ofrecen di¨¢logo, pero este ofrecimiento, ?es verdadero, es sincero? Yo creo que no. Una soluci¨®n dialogada sencilla: el Estado podr¨ªa convocar la consulta no vinculante. Pero ocurre que dan la consulta por perdida, que son incapaces de dar la batalla para socializar sus postulados y prefieren refugiarse en la letra de la ley y en el peor de los casos en una entelequia como el famoso deber de Rajoy que le permite adem¨¢s romper el contrato con sus electores.
?Podemos extraer alguna conclusi¨®n para el futuro del proceso que se est¨¢ iniciando en Euskalherria ? Pues parece que s¨ª, que el Congreso de Diputados parece que es el camino que no conduce a ninguna parte, a¨²n sabiendo como sabemos todos que el statu quo es insostenible. Es cierto que la crisis ha podido precipitar otra crisis que se hallaba enquistada en el entramado institucional del Reino de Espa?a. Catalu?a y Euskalherria quedaron insertos en un Estado unitario que ha descentralizado el gasto pero no la decisi¨®n pol¨ªtica. Y esto no es una cuesti¨®n de competencias sino una cuesti¨®n de poder democr¨¢tico de las sociedades vasca y catalana. En consecuencia la v¨ªa institucional est¨¢ agotada, ya se agot¨® en su momento en el caso vasco. ?Qu¨¦ le queda entonces a Euskalherria cuando incluso se niega el debate a efectos pr¨¢cticos? Pues precisamente eso es lo que queda: el debate en la sociedad, el trabajo por el que cada parte o posici¨®n pol¨ªtica sobre el futuro de Euskalherria alcance el peso espec¨ªfico necesario para hacer inevitable que, por la fuerza de las cosas, cada pueblo avance por su propio destino. Recientemente un socialista ha manifestado que alcanzada esa masa espec¨ªfica, ya puede decir la Ley lo que quiera. Es por este y no por ning¨²n otro motivo por el se proscriben las consultas, porque el nacionalismo espa?ol es consciente de que afrontar¨ªa el debate en malas condiciones. Hoy es cierto que adem¨¢s del tradicional apoyo a posturas soberanistas, crece el sector social orientado a la izquierda y hasta ahora a posturas espa?olistas, que dudan e incluso han dejado de creer en la capacidad del Reino de Espa?a para transformarse o siquiera regenerarse.
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