Los vecinos cierran tres prost¨ªbulos en Hortaleza
El ¨²ltimo se fue hace dos semanas despu¨¦s de siete meses de denuncias

Desde fuera, los chal¨¦s de la zona residencial de las C¨¢rcavas, en Hortaleza, parec¨ªan casas normales. Con sus jardines arbolados y sus muros de piedra. Pero no lo eran. Durante el mes de marzo, abrieron tres casas de citas que han acabado cerrando sus puertas por la presi¨®n vecinal.
Vend¨ªan discreci¨®n y lujo a trav¨¦s de p¨¢ginas web y octavillas que repart¨ªan en las bocas de metro o que enganchaban en los retrovisores de los coches. ¡°El ferial estaba sembrado¡±, asegura Javier Mart¨ªnez, presidente de la asociaci¨®n de vecinos. ¡°Este es un sitio ideal para ellos. Est¨¢ muy cerca de Ifema y de grandes empresas y no viene nadie por aqu¨ª. Si vas a Gran V¨ªa te puede ver un vecino, tu mujer¡¡±. Los clientes comenzaron a llegar. Y con ellos, los problemas. ¡°Sal¨ªan borrachos de los locales y muchas veces causaban altercados¡±, relata Ray¨®n.
NI en la web, ni en la publicidad que repart¨ªan se indicaba el n¨²mero del chalet. Solo la calle. Lo que dio lugar a que los clientes se equivocasen continuamente de vivienda. La que m¨¢s sufri¨® este inconveniente fue Antonia Minaya, la vecina de al lado. ¡°Llamaban a todas horas. Incluso a las tantas de la madrugada. Era imposible dormir¡±, cuenta. Despu¨¦s de un tiempo puso un cartel en el que avisaba de que el lupanar era la puerta de al lado y que avisar¨ªa a la polic¨ªa si se confund¨ªan.
Las trifulcas nocturnas eran una constante, pero el altercado que m¨¢s recuerdan los vecinos fue la paliza que un cliente le propin¨® a una de las prostitutas de la calle Hip¨®lito Aragon¨¦s porque le hab¨ªa desaparecido su rolex. ¡°Le sac¨® cuatro dientes de un pu?etazo¡±, recuerda el presidente de la asociaci¨®n. Las visitas de la polic¨ªa se hicieron habituales. ¡°Nos hemos llevado varios sustos con las redadas que han organizado para buscar a algunos individuos¡±, dice Arroyo. ¡°Todos sabemos la ¨ªntima relaci¨®n que tienen los prost¨ªbulos con otras actividades il¨ªcitas como la droga¡±.
</CF>Una semana despu¨¦s de que empezaran a recoger firmas, el inquilino de la calle Cal¨¦ndula decidi¨® marcharse. Y hace dos meses se fue el de la calle Hip¨®lito, despu¨¦s de que el propietario le enviara un burofax para ¡°rescindir el contrato por un uso indebido de la vivienda¡±, rememora el presidente de la asociaci¨®n. Solo quedaba El 4 A de Antonio L¨®pez Torres, que ha sido, sin duda, el m¨¢s molesto. Cuando los vecinos llamaron al propietario, a quien conoc¨ªan, se neg¨® a rescindir el contrato porque ¡°le estaban pagando bien¡±, cuenta Minaya. Los anteriores inquilinos abonaban 2.000 euros mensuales de alquiler y ¡°estos, seguramente, pagar¨ªan m¨¢s¡±, opina Arroyo.
Ante la negativa, los vecinos recogieron casi 2.000 firmas, que luego enviaron, junto a una carta que explicaba su situaci¨®n, a la defensora del pueblo, a la alcaldesa, a la delegada del Gobierno y al concejal de la Junta Municipal de Hortaleza. La respuesta fue un¨¢nime: se trata de una actividad alegal y no pod¨ªan hacer nada. El concejal del distrito, ?ngel Donesteve (PP), ¡ªquien a finales de septiembre destituy¨® a su n¨²mero tres por ser madre¡ª les aconsej¨®, seg¨²n refleja el acta del pleno, que hiciesen fotos para incomodar ¡°a la gente que lo hace de tapadillo¡±. ¡°Solo d¨¢ndoles la lata podemos desanimar a que sigan all¨ª¡±, resolvi¨® el edil. ¡°?C¨®mo puede decir eso un concejal?¡±, se pregunta todav¨ªa el presidente de la asociaci¨®n.
En vista de la pasividad de las autoridades, la asociaci¨®n puso una denuncia en el juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 29 por actividad il¨ªcita. ¡°No ten¨ªan licencia para vender copas y lo anunciaban en la publicidad¡±, explica el presidente. ¡°El juez me pregunt¨® que si se lo hab¨ªamos comunicado antes al concejal del distrito. Y cuando asent¨ª, me dijo: ¡®?y no ha hecho nada? No me lo puedo creer¡±.
La acci¨®n que m¨¢s efecto tuvo fueron las sentadas frente a la puerta del burdel. ¡°Sac¨¢bamos unas sillas a la calle, como los abuelos en los pueblos, a tomar el fresco, y cuando entraba uno le anim¨¢bamos¡±, cuenta Ray¨®n entre risas.
¡°Qu¨¦, a pasarlo bien, ?no? ?Lo sabe tu mujer?¡±, espetaban a los coches. ¡°Muchos de ellos, al ver la situaci¨®n, se marchaban porque no quer¨ªan que nadie supiese que estaban all¨ª¡±, apunta el presidente de la asociaci¨®n donde imprimieron los carteles con los que han empapelado todo el barrio y en los que se dejaba entrever que hac¨ªan fotos a los clientes. La idea era disuadir a los asiduos al lupanar, porque ¡°si no hay clientes, adi¨®s burdel¡±, concluye Mart¨ªnez. Y as¨ª lograron echarlos.
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