Ritmo fumado y palabra acerada
A$ap Rocky abri¨® el S¨®nar Noche con un concierto atronador
Hay que imaginar la situaci¨®n y el contexto: un hangar enorme y oscuro con unos miles de personas expectantes. Ante ellas se ilumina un enorme escenario y de su parte trasera brotan cuatro recitadores que saltarines y euf¨®ricos comienzas a recitar como si en ello les fuese la vida. El griter¨ªo que les salud¨® fue autom¨¢tico, tan inevitable como que a una rime le sigue la siguiente. A$ap Rocky, la estrella del hip-hop norteamericana y estrella del hip-hop en este S¨®nar iniciaba as¨ª su concierto, el primero importante de la noche de ayer en el festival. Se iniciaba as¨ª la fiesta que esperaba su apogeo con Skrillex varias horas m¨¢s tarde.
Pero volviendo al comienzo, el p¨²blico del festival pudo ver una producci¨®n norteamericana ciertamente espectacular. Tres pantallas de v¨ªdeo en escena, a las que hab¨ªa que sumar las dos que la organizaci¨®n dispone en los laterales del escenario, iluminaban con destellos de blanco polar cegador a la concurrencia. M¨¢s tarde proyectar¨ªan im¨¢genes urbanas de espacios degradados, una suerte de evocaci¨®n del urbanismo que les ha tocado vivir a los negros en Estados Unidos. Sobre el escenario los citados recitadores saltarines, empujados por unos bajos impresionantes que se deslizaban sin prisa, pausados, una especie de bases fumadas que dejaban espacio a encajar las frases, de suerte que el resultado era un cruce entre pausa y griter¨ªo. Ese fue el tono de la actuaci¨®n, a la que se puede recriminar un sonido general algo embarullado y una din¨¢mica entrecortada que no jug¨® a favor.
Por la tarde tambi¨¦n hubo hip-hop, aunque diferente: femenino e ingl¨¦s. Lo encarn¨® Kate Tempest, una joven poetisa que ha encontrado en la palabra m¨¢s o menos rimada, dicha en cualquier caso con intenci¨®n r¨ªtmica, una plataforma de expresi¨®n complementaria con la escritura. En el S¨®nar Hall realiz¨® una excitante actuaci¨®n marcada por bases electr¨®nicas muy graves y luciendo una rapid¨ªsima cadencia de palabra, incluso cuando el espect¨¢culo, sin bases en algunos instantes, se acercaba a la spoken word, la palabra dicha, la declamaci¨®n. Con su aspecto de p¨²blico de a pi¨¦ del S¨®nar, Kate se situ¨® en las ant¨ªpodas del glamur y del orgullo de macho propios del hip-hop m¨¢s convencional.
Pero la tarde no fue s¨®lo de ella, ya que el ruido tom¨® carta de naturaleza en un festival que funciona como un ¨¢gora de lo que se est¨¢ cociendo en el mundo electr¨®nico. Poor ejemplo da la sensaci¨®n de que vuelve el anonimato de los artistas, alguno de los cuales hace ¨ªmprobos esfuerzos para no ser visto. Caso por ejemplo de Vessel es decir Seb Gainsborough. Hubo que codear hasta la primera fila para comprobar que iba sin camiseta, como un pastillero en la madrugada del s¨¢bado. Para hacerlo era preciso nadar contra corriente de unas olas de ruido extremo que llevaban en suspensi¨®n part¨ªculas de m¨²sica industrial. El ruido vivi¨® con Vessel uno de los momentos m¨¢s brillantes de la tarde, ruido pautado, organizado y r¨ªtmico que se pod¨ªa bailar sin precisar haber ingerido sustancias euforizantes, ruido excitante y vigorizador en s¨ª mismo, ruido que hac¨ªa sentir vivo. Y en las pantallas, ¨²nico elemento visible en el Hall, proyecciones desasosegantes.
Pero como el S¨®nar es un festival con decenas de caras, no s¨®lo hubo ruido, tambi¨¦n defendido en su actuaci¨®n en el Complex por Rusell Haswell. Por ejemplo el lirismo bailable de Kiasmos triunf¨® en el Hall, sin duda el escenario est¨¦ticamente m¨¢s atractivo del festival, con ese aire medieval gracias a sus cortinajes de terciopelo rojo que remiten a suntuosas recepciones cortesanas de una ¨¦poca sin duda oscura. Kiasmos son ?lafur Arnalds y Janus Rasmussen, y su truco es perfecto: frases de piano que podr¨ªa firmar Ryuichi Sakamoto envueltas en ritmos techno y presentadas con la pareja dando botes tras sus aparatos. El contrapunto oscuro lo plantearon las im¨¢genes proyectadas tras ellos, que no reclamaron oscuridad sino haces de luz disparados desde su espalda, lo que acentuaba su estampa de sumos sacerdotes. Por contra, esas im¨¢genes que se ve¨ªan encima de ellos mostraban un mar negro como contaminado por una marea de petr¨®leo, de igual manera que el sol que se pon¨ªa tras la l¨ªnea del horizonte era un sol enfermo, casi apagado. Era lo que m¨¢s miedo daba de la actuaci¨®n, por lo dem¨¢s apta para arrullos bailables.
Tambi¨¦n result¨® extremadamente l¨ªrico Owen Pallett, con su bonito viol¨ªn, su bonita voz, sus bonitas canciones y su preciosismo, que por momentos pareci¨® tan hueco como un huevo de pascua. Su actuaci¨®n en el Village, bajo un sol que ya declinaba, fue de las m¨¢s seguidas de la tarde, porque no cabe olvidar que el p¨²blico del S¨®nar tambi¨¦n tiene su corazoncito.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.