Gamberros aptos para p¨²blico universitario
Die Antwoork y Skrillex triunfaron en una noche de ritmos que aman la groser¨ªa
La noche fue una juerga, con apuntes gamberros y suburbiales y a la vez mostrando que la electr¨®nica comercial que llega v¨ªa Skrillex deja al techno como un recuerdo, inmediato y a¨²n vigente aunque recuerdo al fin y a la postre. Pero la noche tuvo mucha palabra rimada, y la abri¨® A$ap Rocky con un concierto irregular que no hizo justicia a sus estupendos discos, a pesar de que el espect¨¢culo que ofreci¨® fue una producci¨®n apta para grandes mercados, tales como el norteamericano, el suyo de origen. Pero de todas las maneras, la palma de los recitados se la llevaron Die Antwoork, el d¨²o sudafricano que actuaba por tercera vez en el festival que les est¨¢ ayudando a crecer en Europa. Ellos se llevaron la palma en un escenario que m¨¢s tarde reventar¨ªa, literalmente, Skrillex con su formulaci¨®n expansiva y descacharrada de la electr¨®nica bailable.
Lo de Die Antwoork es un crecimiento continuo en el festival. En la noche del viernes hab¨ªa un verdadero gent¨ªo apostado frente al escenario principal, gent¨ªo en buena medida extranjero que se conoc¨ªa las canciones e incluso las coreograf¨ªas de esta pareja que dejar¨ªa a nuestro tradicional maquinero a la altura de un ujier en horario laboral. Todo en Die Antwoork es provocaci¨®n, desde los mu?ecos de apariencia ingenua que se as¨ªan a un enorme pene, propio, con el que dibujaban estelas en el cielo merced a generosos chorros de esperma, hasta el fe¨ªsmo de las proyecciones, protagonizadas por seres deformes que parec¨ªan enorgullecerse de su aspecto residual y patibulario. El mismo disc-jockey del d¨²o, DJ Hi-Tek, remataba un cuerpo al que solo le faltaba ser verde para parecer el del Incre¨ªble Hulk con una careta que representaba un rostro deformado onda Aphex Twin en "Windowlicker", pero que en lugar de un gesto de intimidaci¨®n mostraba uno de profunda estulticia.
Y qu¨¦ decir de la pareja central de Die Antwoork con sus tatuajes, maquillaje, cortes de pelo y vestuario, con los que acentuaban un aspecto suburbial y agresivo rematado por la voz de pitufo de Yolandi Visser, ella. Por su parte, la gestualidad desafiante de ¨¦l, Ninja hab¨ªa de apodarse, lo presenta como el peor de los encuentros posibles en un callej¨®n oscuro. Todo ello al servicio de un hip-hop propio de rave, acelerado, despeinado, chatarrero y vulgar que convence por ese aire de broma que permite consumirlo al p¨²blico m¨¢s conspicuo, asistido por una lectura ir¨®nica, y les convierte en h¨¦roes redentores para el personal m¨¢s zapatillero, que puede tomarse en serio la propuesta, festoneada por las posaderas de unas bailarinas bastante expl¨ªcitas con rostros tapados por caretas de aire sadomaso. El suyo fue un concierto triunfal, mucho m¨¢s que el de A$sap Rocky, muy perjudicado por un sonido empastado y grave, partido por una din¨¢mica interrumpida constantemente y cerrado con un abrupto final. Quedaron las ganas de verle en otras circunstancias.
En el mismo escenario por donde pasaron A$ap Rocky y Die Antwoork triunf¨® m¨¢s tarde Skrillex, el nuevo Midas de la electr¨®nica de combate. Tiene algo de garraf¨®n ese constante vaiv¨¦n r¨ªtmico pautado por bocinazos, sonidos sucios, raspaduras met¨¢licas y bombos retumbantes de velocidad variable, un sonido id¨®neo para ser ahogado en litros de cerveza. Skrillex, adem¨¢s, lo escenifica con un dinamismo corporal que convierte su figura en un saltimbanqui que cada dos por tres realiza alocuciones enardecidas a la masa, con que la quiso congraciarse y demostrar que no es un yanqui despistado, proyectando, mientras sonaba el "Barcelona" de Mercury y Caball¨¦, la bandera catalana en sus grandes pantallas, hasta el momento repletas de im¨¢genes de v¨ªdeo juegos, geometr¨ªas, fuego y dem¨¢s parafernalia visualmente obvia. Y es que Skrillex llega de la tierra del espect¨¢culo, y tiene muy desarrollado el instinto para orquestarlo, sabedor de que hoy en d¨ªa la m¨²sica entra por los ojos de las grandes multitudes. Su sesi¨®n comenz¨® con menos p¨²blico que el concierto de Die Antwoork, pero una vez concluido el pase de Jamie XX en SonarPub, el enorme hangar del SonarClub alcanz¨® el punto de ebullici¨®n.
A todo esto ya se comenzaron a ver las escenas de abandono propias de una juerga mal dosificada, y algunos caballeros yac¨ªan en el suelo exang¨¹es, con la mirada en el Sistema de Aldebar¨¢n. Pero que nadie se lleve a enga?o, eran los menos, porque los m¨¢s estaban en ese instante de exaltaci¨®n de la amistad que hace florecer conversaciones, estimula miradas de conquista y acerca a los pueblos, hermanados por la diversi¨®n y esa simpat¨ªa que entra cuando se superan las tres cervezas y todo el mundo parece estupendo. Y, detalle muy a considerar, nadie que pisaba a alguien excusaba pedir disculpas, un gesto que hace pensar que all¨ª quien m¨¢s quien menos ha estudiado sem¨ªticas o ingenier¨ªa de computaci¨®n.
La noche vio triunfar tambi¨¦n otras propuestas, como por ejemplo de la Hot Chip, quienes acabaron su concierto con una maravillosa versi¨®n de "Dancing In The Dark" de Springsteen, a la que bajaron del cami¨®n para subirla en un coche rosa con detalles de purpurina y lazos. Eso es hacer versiones, dar la vuelta al original reinterpret¨¢ndolo y a?adiendo nuevos colores, otra intenci¨®n. Rois¨ªn Murphy, delicioso su carisma esc¨¦nico, tambi¨¦n se hizo con la multitud que sigui¨® su concierto, cosa que igualmente lograron Hudson Mohawke con su trituradora de sonidos, pautada por frases musicales sencillas acentuadas por bocinazos, se ve que se llevan como euforizante infalible, y un ritmo implacable anclado por una bater¨ªa. Por cierto, ya hay etiqueta para definir el retorcimiento ¨¦pico de lo que hacen Hudson Mohawke, pero mejor ser¨¢ esperar al Sonar que viene para aprenderla, no sea que el esfuerzo no valga la pena y esta etiqueta se disuelva en el mar de "palabros" que infesta la m¨²sica electr¨®nica.
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