Fractura de identidades
Espa?a solo se consolidar¨¢ cuando sea capaz de integrar a todas las sensibilidades nacionales que la integran. La forma de afrontar los problemas no es negar su existencia sino buscar y negociar soluciones
Europa es un antiguo crisol en el que conviven diversas sensibilidades nacionales que se han ido forjando a lo largo de los siglos como Alemania, Suecia, Polonia, Ucrania, Rusia, Serbia, Croacia, Dinamarca y Holanda, entre muchas otras. Espa?a es, a su vez, otro antiguo crisol dado que dentro del Estado conviven tambi¨¦n diversas sensibilidades nacionales. Con la implantaci¨®n de la democracia, la Constituci¨®n pretendi¨® solucionar este problema reconociendo la existencia de nacionalidades y regiones, aunque lamentablemente no determin¨® cu¨¢les eran, estableciendo la posibilidad de que la ciudadan¨ªa de aquellos territorios que lo deseasen pudiesen organizarse como comunidades aut¨®nomas.
La Constituci¨®n no establec¨ªa ni que toda Espa?a debiera organizarse en comunidades aut¨®nomas, ni cuantas deb¨ªan constituirse. El modelo territorial era completamente abierto y finalmente, con el denominado caf¨¦ para todos, todo el territorio del Estado qued¨® organizado en comunidades aut¨®nomas. Algunas ten¨ªan una identidad propia mientras que otras no la ten¨ªan.
A la vista del reto soberanista catal¨¢n parece evidente que la soluci¨®n adoptada, las actuales comunidades aut¨®nomas, no ha satisfecho las aspiraciones de una parte relevante de la poblaci¨®n, y que el problema catal¨¢n del que ya hablaba Ortega y Gasset en 1932 no est¨¢ resuelto. Mientras que una parte significativa de la poblaci¨®n de Catalu?a entiende que forma parte de una naci¨®n que no es Espa?a, sino Catalu?a, otra parte significativa de esa poblaci¨®n entiende que forma parte de una naci¨®n que es Espa?a.
Lamentablemente no podemos cuantificar estas partes de poblaci¨®n, dado que la forma de saberlo es acudir al principio democr¨¢tico y pregunt¨¢rselo directamente, algo que no se ha permitido. La existencia de esta fractura de identidades la obtenemos analizando el voto en las sucesivas elecciones auton¨®micas. Comprobaremos que mientras que en la mayor parte de las comunidades aut¨®nomas existe ¨²nicamente el eje derecha-izquierda, al que ahora debe sumarse el de vieja pol¨ªtica-nueva pol¨ªtica, en Catalu?a hay adicionalmente otro eje, el del nacionalismo catal¨¢n-nacionalismo espa?ol, que se mantiene permanentemente a lo largo de toda la historia democr¨¢tica.
El problema de fondo proviene de la concepci¨®n que se ha dado al Estado que instaur¨® la Constituci¨®n, que entiende que Espa?a es de matriz castellana, es decir, que identifica la matriz espa?ola con la castellana. Frente a ello, otra concepci¨®n posible es entender que Espa?a es un Estado que integra, que articula, las diversas sensibilidades nacionales. Espa?a debe asumir que partes significativas de su poblaci¨®n hablan y tienen sentimientos identitarios distintos.
Espa?a solo se consolidar¨¢ cuando sea capaz de integrar a todas las sensibilidades nacionales que la integran. No se trata de que el Estado permita la subsistencia de identidades diferenciadas, sino de que el Estado sea la agrupaci¨®n voluntaria de diversas sensibilidades nacionales que se articulan, de igual a igual; no se trata de que el Estado permita a las comunidades aut¨®nomas con lengua propia que puedan usarla y que incluso sea oficial en aquella comunidad, sino que dichas lenguas sean promocionadas por el Estado como propias. Por ello deber¨ªa cambiarse la cultura pol¨ªtica: pasar de una cultura pol¨ªtica tolerante con las sensibilidades o identidades nacionales a otra que cultura pol¨ªtica suponga la suma de todas ellas.
En esta l¨ªnea deber¨ªa establecerse una negociaci¨®n en la que las comunidades aut¨®nomas que lo deseen puedan plantear cu¨¢l es su posici¨®n sobre su articulaci¨®n con el Estado, y este a su vez pueda explicitar cu¨¢l es su posici¨®n. Para ello deber¨ªan estudiarse los numerosos d¨¦ficits del sistema institucional, buscar en los distintos modelos existentes en otros pa¨ªses y elegir y adaptar el que suscite mayor consenso. Entre otros aspectos, deber¨ªa reformarse el sistema de financiaci¨®n, que podr¨ªa inspirarse en el sistema alem¨¢n; repensar el sistema de reparto de competencias; proteger las lenguas minoritarias y reformar el Senado como aut¨¦ntica c¨¢mara de representaci¨®n territorial, al modo de los Estados Unidos o de Alemania, aunque dichos modelos son completamente distintos. La soluci¨®n a los problemas no es negar su existencia sino diagnosticarlos y, en democracia, negociar las soluciones. El problema es que las fuerzas pol¨ªticas tradicionales no impulsan las reformas y el malestar ciudadano sigue creciendo.
Francesc Pau i Vall es profesor de ciencias pol¨ªticas en la UPF.
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