Los n¨²cleos de barracas vuelven a crecer
El Ayuntamiento ha contabilizado 71 asentamientos en los que malviven 443 personas en Barcelona
Los asentamientos de personas sin techo que hay en Barcelona aumentan en n¨²mero desde 2013, pero cada vez son m¨¢s peque?os. Los ¨²ltimos datos del Ayuntamiento, del pasado mes de octubre, contabilizan 71 asentamientos en los que malviven 443 personas. Son diez n¨²cleos de barracas m¨¢s que el a?o pasado, pero apenas una treintena m¨¢s de personas.
El fen¨®meno de los asentamientos no es nuevo. Ha habido siempre, pero desde el medi¨¢tico desalojo, en julio de 2013, de la nave de la calle de Puigcerd¨¤ no se hab¨ªa tratado estrictamente el fen¨®meno. Desde entonces la Oficina del Plan de Asentamientos Irregulares (OPAI) es la que se encarga no solo de recontar y hacer un balance del fen¨®meno sino de llevar a cabo pol¨ªticas sociales para estos colectivos que, en su mayor¨ªa, suelen ser hombres inmigrantes.
En 2012 se contaron en Barcelona 62 asentamientos de diferentes dimensiones en los que viv¨ªan 735 personas. En 2013 el n¨²mero de asentamientos cay¨® a 28 con 623; en 2014 la OPAI contabiliz¨® 47 en el que viv¨ªan 465 sin techo. En 2015 medio centenar de asentamiento serv¨ªa de hogar a 412 personas mientras que en 2016, siempre seg¨²n los datos de la oficina, 61 asentamientos albergaban a 415 sin techo. Una cifra que el pasado mes de octubre y antes de que comenzara a bajar la temperatura ya hab¨ªa sido superada.
Los asentamientos se sit¨²an en lugares muy variados: en antiguas naves del Poblenou, en solares pendientes de urbanizar junto a grandes desarrollos urban¨ªsticos como los de Gl¨°ries o la Sagrera... O incluso en el barrio de la Vila Ol¨ªmpica, donde hay un n¨²cleo que lleva a?os cronificado en uno de los puentes peatonales que atraviesan la ronda de Litoral. All¨ª, familias enteras aprovechan una pasarela con techo construida para la Barcelona ol¨ªmpica. Al acceder a ese puente da la sensaci¨®n de entrar en la vivienda de un desconocido. Hasta hace pocos d¨ªas, hab¨ªa camas con colchas, dignas de una casa de los 80, en mitad del puente. A la intemperie. Incluso muebles y mesitas de noche. A escasos metros de los improvisados dormitorios aguardan los carros de supermercado con los que los habitantes del lugar buscan cada d¨ªa chatarra.
Una mujer de mediana edad limpia a mano cada d¨ªa ropa en un barre?o y la cuelga al sol mientras miles de coches pasan a sus pies por la Ronda Litoral. Hace unas semanas construyeron chabolas dentro del puente. Han ganado algo de intimidad. Los integrantes de este asentamiento son de pocas palabras. La mujer explica en un castellano con acento del Este: ¡°No tenemos nada¡±. Pese a ello, resta importancia a los d¨ªas de fr¨ªo y conviene que no quiere irse del lugar al que ya consideran su hogar.
Un portavoz del Consistorio admite que todav¨ªa queda mucho trabajo por delante, pero resalta que desde la creaci¨®n en 2013 de la OPAI se ha atendido a 789 personas que viv¨ªan en asentamientos. ¡°Adem¨¢s, se ha conseguido insertar laboralmente a 190 personas¡±, argumenta destacando que es complicado conseguir trabajo para las personas que viven en los asentamientos por su situaci¨®n legal irregular. ¡°La OPAI acompa?a a los atendidos a alcanzar estabilidad habitacional, econ¨®mica y emocional para construir un proyecto de vida digna. Hay que tener en cuenta que no siempre es posible llevar a cabo este tipo de trabajo porque las personas que viven en asentamientos no siempre aceptan la colaboraci¨®n de los servicios sociales¡±, destaca.
No todos los sin techo han construido muros de cart¨®n a su miseria y han transformado solares, puentes y zonas insospechadas en asentamientos. Barracas donde seguir malviviendo acompa?ados de un m¨ªnimo grado de intimidad. Otro frente son las personas sin hogar que tambi¨¦n viven en la calle, pero no llegan a construir chabolas. El n¨²mero de sin techo se mantiene constante en cerca de 3.000 desde hace a?os en Barcelona. Muchos sobreviven dando tumbos por el centro de una ciudad que ya no da oportunidades.
Como Juan (nombre ficticio, no quiere dar pistas sobre su identidad). Asegura que lleva 15 a?os ¡°viviendo en la calle¡± mientras se deja los ojos solucionando la sopa de letras de una revista que ha rescatado de alg¨²n contenedor. ¡°Llevo encima todo lo que tengo¡±, dice y se?ala un carrito colapsado de trastos. Junto a ¨¦l, sus tres perros. ¡°Este tiene 12 a?os. Me ha acompa?ado mucho todo este tiempo¡±, acaricia a un chucho de bigotes canosos. Deja pasar el tiempo en una peque?a plaza del parque de la Ciutadella. Junto a ¨¦l, otros indigentes que guardan sus propiedades en carritos.
?C¨®mo se sobrevive en la calle? ¡°Vamos tirando, con un poco de chatarra siempre consigues cuatro pesetas¡±, se esperanza un compa?ero de Juan. La mayor parte del tiempo la pasan en el parque y, los d¨ªas que la pol¨ªtica obliga a los Mossos d¡¯Esquadra a blindar el Parlament, son expulsados y se trasladan al paseo de Picasso, unos metros m¨¢s all¨¢. Cuando la situaci¨®n se normaliza, siempre de forma intermitente, vuelven al parque. Otros, aprovechan las arcadas del paseo de Picasso para, en cuando cierran los comercios, improvisar dormitorios de cart¨®n, colchones cargados de humedad e intemperie.
Tambi¨¦n en el parque, cuatro j¨®venes de origen marroqu¨ª y un subsahariano llevan varios d¨ªas durmiendo en la nave central del Hivernacle. ¡°No hay otra manera de sobrevivir, caballero¡± remarca uno de ellos mientras lava, con agua fr¨ªa, calcetines y ropa interior en una fuente.
Bajo el puente de la Ronda Litoral, un barre?o serv¨ªa ayer tambi¨¦n para hacer la colada. Los indigentes del parque de la Ciutadella segu¨ªan junto a sus carros. Quiz¨¢s el martes los Mossos les echen al paseo Picasso y blinden otra vez el Parlament.
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