Michael Nyman: Apoteosis y laberinto
El idolatrado compositor londinense despliega en el Auditorio su trepidante arsenal de virguer¨ªa minimalista
Nadie como Michael Nyman ha trascendido el concepto de banda sonora. Sus partituras para la gran pantalla no solo no necesitan en absoluto del soporte visual para su disfrute, sino que seguramente engrandezcan el recuerdo de las pel¨ªculas en las que se apoyaron. Lo pens¨¢bamos anoche recuperando el tema central de The Draughtsman¡¯s Contract, la maravillosa pieza con la que The Michael Nyman Band abri¨® en la sala sinf¨®nica del Auditorio Nacional el concierto de celebraci¨®n de su cuadrag¨¦simo aniversario.
Ese movimiento endiablado, fren¨¦tico y martilleante, con una melod¨ªa pastoral en los metales y el contrapunto de las notas estridentes, casi hist¨¦ricas, de los violines constituye un hito en la m¨²sica contempor¨¢nea de la segunda mitad del siglo XX. Un calificativo que, en ning¨²n caso, se le podr¨ªa aplicar a la petulante filmograf¨ªa de Peter Greenaway.
La m¨²sica de Nyman no solo supera a sus parientes del celuloide, sino que evita incurrir en los clich¨¦s tantas veces asociados a los compositores para largometrajes. Esa suerte de Grandes ?xitos de ayer se hizo muy disfrutable porque a nadie le importa ya la g¨¦nesis de cada obra. Son, sin m¨¢s, un pu?ado de may¨²sculos referentes del minimalismo, ese embrujo de la repetici¨®n que alimentaron Nyman, Philip Glass o Steve Reich y que, a trav¨¦s de Mike Oldfield o cierta new age, acabar¨ªa calando entre p¨²blicos m¨¢s populares.
A sus 73 a?os, el londinense sigue fiel al porte adusto (?salvo por sus calcetines rojos!) y a esas sempiternas gafas redondas de pasta negra. Y dedic¨® hora y media larga a suministrar su celebrado arsenal de recursos t¨ªmbricos: ciclos repetitivos con variaciones m¨ªnimas, obstinatos salvajes de viol¨ªn, accelerandos hasta el infinito y unos tutti prolongados y abrumadores, con sus 11 aliados dej¨¢ndose brazos y pulmones en el empe?o. Otra cosa es que la matem¨¢tica de algunos t¨ªtulos resulte tan marcada que amortigua su emoci¨®n. Las obras ganaban cuando abandonan la marcialidad del ritmo binario, juegan con disonancias y cambios de acentuaci¨®n, incluyen laberintos en la f¨®rmula de la apoteosis. V¨¦ase la pieza inaugural (Trysting Fields) de Drowning By Numbers, lo m¨¢s sobrecogedor de cuanto son¨® este domingo, con el semicl¨¢sico y bell¨ªsimo motivo central de la viola.
Nyman no abri¨® la boca en toda la noche, pero se mostr¨® relajado, sonriente, generoso con los bises (El Piano, el primero de todos), feliz con el aplauso casi un¨¢nime de un auditorio en el que apenas se registraron deserciones. Puede que entre 1982 y 1993 dejara ya escrito el grueso de sus p¨¢ginas decisivas, pero parece muy probable que trasciendan unos cuantos siglos a sus sempiternas gafas redondas.
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