La guerra declarada de Vox contra las mujeres
Lo que el partido de Abascal persigue es ocultar la violencia machista entre las otras violencias del ¨¢mbito dom¨¦stico para despojarla de su car¨¢cter estructural
De todas las condiciones que Vox pod¨ªa haber puesto para apoyar la investidura de un presidente del PP en Andaluc¨ªa ha elegido la supresi¨®n de las pol¨ªticas de g¨¦nero. No es casualidad. Si lo que pretend¨ªa era diferenciarse, marcar perfil propio y demostrar que el de Vox es un voto ¨²til para cambiar las cosas, podr¨ªa haber puesto como condici¨®n cualquiera de los muchos puntos de su programa que rompen con los consensos democr¨¢ticos. Pero no, Vox ha elegido las pol¨ªticas de igualdad y de lucha contra la violencia machista porque lo que pretende es desafiar al feminismo. Y Casado, ansioso de alcanzar el poder en Andaluc¨ªa, ya ha comenzado a ceder.
No es seguro que esta andanada de Vox acabe teniendo efectos pr¨¢cticos, pero lo que cuenta es que con esta estrategia ya ha conseguido poner a debate unas pol¨ªticas que hab¨ªan alcanzado un amplio consenso y hab¨ªan sido incluso objeto de un pacto de Estado. Sabemos que ese pacto fue arrancado con f¨®rceps al PP y que Ciudadanos titube¨® en exceso antes de firmarlo, pero ah¨ª est¨¢ y ahora Vox utiliza su posici¨®n en Andaluc¨ªa para tratar de dinamitarlo.
Machistas que no se reconoc¨ªan como tales, comienzan a quitarse la careta. No est¨¢n dispuestos a perder sus privilegios
En 1993, la escritora norteamericana Susan Faludi advert¨ªa sobre la reacci¨®n del poder machista frente a los logros del movimiento feminista en un libro titulado Backlash: The Undeclared War Against American Women, (Reacci¨®n: la guerra no declarada contra las mujeres americanas). En ese libro mostraba los sinuosos argumentos con los que la reacci¨®n machista trataba de defenderse. Intentaba hacer ver a las mujeres el alto precio que estaban pagando por su liberaci¨®n, pues las obligaba a convertirse en superwomen y las condenaba a sufrir por no estar a la altura en el trabajo, por no ser buenas madres y por no llegar a todo en casa. Profesionales frustradas y madres frustradas, eso es lo que les esperaba si segu¨ªan los postulados del feminismo.
Esa guerra no declarada fracas¨®. Las mujeres sufrieron las consecuencias de la doble tarea que a¨²n hoy tienen que asumir, pero nunca volvieron a casa y ahora son mayor¨ªa en la docencia, incluida la universitaria, en la judicatura, en la medicina y en muchas profesiones antes copadas por hombres. Pero el machismo siempre ha estado ah¨ª, agazapado, a la defensiva, resistiendo y poniendo trabas a las iniciativas legislativas de discriminaci¨®n positiva o de protecci¨®n de las mujeres. Ahora se ha organizado y ha pasado a la ofensiva, esta vez con una guerra abierta, como hemos visto con Trump en Estados Unidos, con Bolsonaro en Brasil y ahora con Vox en Espa?a. Una guerra e ci¨®n de quienes han visto en el movimiento Me Too y la fenomenal movilizaci¨®n del pasado 8 de marzo una se?al de que no hay vuelta atr¨¢s, de que las mujeres ya no est¨¢n dispuestas a seguir tolerando la humillaci¨®n del abuso y la discriminaci¨®n. Saben que cada paso que ellas den hacia adelante ser¨¢ un paso que ellos han de dar hacia atr¨¢s. Y eso duele. Por eso, muchos machistas que no se reconoc¨ªan como tales, comienzan a quitarse la careta. No est¨¢n dispuestos a perder sus privilegios.
Para desacreditar al movimiento feminista, los neomachistas necesitan caracterizarlo como algo perverso, por eso arremeten contra la ¡°ideolog¨ªa de genero¡±, un t¨¦rmino acu?ado por el Vaticano con el que la extrema derecha pretende resignificar el feminismo como una ideolog¨ªa totalitaria que divide a la sociedad y persigue a una de sus mitades, los hombres. Lo ha dicho Santiago Abascal, y lo ha repetido Javier Ortega Smith, portavoz de Vox, con todo el desparpajo.
Con la propuesta de equiparar a hombres y mujeres en el tratamiento de la violencia, lo que Vox persigue es ocultar la violencia machista entre las otras violencias del ¨¢mbito dom¨¦stico para despojarla de su car¨¢cter estructural. Lo que importa en el caso de la violencia de g¨¦nero no es el escenario o el ¨¢mbito, sino la causa. Y eso es lo que Vox pretende camuflar. Miente cuando dice que hay tantos hombres agredidos como mujeres. Y miente cuando asegura que la mayor¨ªa de las denuncias por malos tratos son falsas. Por ejemplo, de las 166.260 denuncias presentadas en 2017, solo dos fueron consideradas falsas seg¨²n datos del Consejo General del Poder Judicial.
Ya lo advirti¨® Simone de Beauvoir: deb¨¦is permanecer siempre vigilantes porque bastar¨¢ cualquier crisis econ¨®mica, pol¨ªtica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean de nuevo cuestionados. Ah¨ª estamos.
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