¡°La Comunidad de Madrid desprotege a los menores extranjeros¡±
Lourdes Reyz¨¢bal, presidenta de la fundaci¨®n Ra¨ªces, ha relatado en Naciones Unidas la situaci¨®n de los ni?os que llegan solos a nuestro pa¨ªs


Lourdes Reyz¨¢bal ha sido testigo de los reveses a propios y extra?os. La comodidad de una familia bien posicionada se desvaneci¨® cuando a los 10 a?os vio morir a su padre. Despu¨¦s un tumor cerebral se llev¨® a su marido, Nacho de la Mata, el abogado con quien detuvo las repatriaciones de menores, que entonces sub¨ªan de madrugada, asustados y en pijama a un avi¨®n con rumbo a sus pa¨ªses de origen. Entre una y otra p¨¦rdida ella traz¨® su camino para consagrarse a los d¨¦biles: la fundaci¨®n Ra¨ªces.?
Tras conocer a la madre Teresa de Calcuta en la India y trabajar junto al cura vallecano Enrique de Castro, ella erigi¨® esta asociaci¨®n, con la llegada del nuevo siglo, para acompa?ar a los j¨®venes m¨¢s vulnerables. Ahora Reyz¨¢bal regresa de la sede de la ONU en Ginebra (Suiza), donde ha desentra?ado la experiencia errante de los ni?os que llegan solos a nuestro pa¨ªs. All¨ª habl¨® de infancia y migraci¨®n, devoluciones en la frontera sur, centros de acogida saturados y ¡°abandono institucional al cumplir la mayor¨ªa de edad¡±. Debates en los que esta psic¨®loga nunca ha rehuido el cuerpo a cuerpo y que le han valido la fama de infatigable combatiente.
Espa?a ser¨¢ sometida durante el mes de enero al Examen Peri¨®dico Universal (EPU), un proceso singular que vigila el clima de los derechos humanos en los pa¨ªses parte de las Naciones Unidas, con el objetivo final de mejorar su situaci¨®n y abordar las violaciones de los mismos all¨ª donde se produzcan. La ponencia de Reyz¨¢bal tuvo lugar en este marco, para orientar al resto de miembros sobre las dificultades que marcan en nuestro pa¨ªs a los menores extranjeros no acompa?ados. ¡°Aqu¨ª sucede un conflicto entre dos l¨®gicas: la pol¨ªtica migratoria y la protecci¨®n a la infancia. Y la condici¨®n de extranjero termina pesando m¨¢s que la de ni?o¡±, declara.
Los escasos permisos de residencia concedidos muestran esa preponderancia, como anota Reyz¨¢bal. La ley obliga a que las comunidades aut¨®nomas provean de documentaci¨®n a los ni?os que han migrado solos, pero solo uno de cada cinco la obtiene. ¡°Sin papeles, los menores no pueden ejercer sus derechos. Es como si yo me negara a que mis hijas tuvieran un DNI. As¨ª no pueden empadronarse, estudiar, optar a ayudas sociales o solicitar una tarjeta de transporte p¨²blico. Sin ese salvoconducto no son nadie. Y como nadie se les trata¡±, se?ala. La carencia de un n¨²mero de identidad propio rige sus destinos y retuerce un futuro ya de por s¨ª incierto.
Pero hay un paso previo: si las administraciones regionales no tramitan los permisos de residencia es porque antes tampoco constituyen las tutelas. Los chavales duermen en sus instalaciones, pero muchas veces los gobiernos no asumen las obligaciones legales que se exigir¨ªan a sus progenitores de estar presentes. En el Centro de primera Acogida de Hortaleza, por ejemplo, de los 82 adolescentes recogidos durante el a?o pasado solo 22 fueron tutelados por el gobierno regional, seg¨²n La Red Espa?ola de Inmigraci¨®n. Al resto se les consider¨® menores en tr¨¢nsito. ¡°La Comunidad de Madrid, como otras, desprotege. Que los chicos lleguen con la intenci¨®n de moverse por la geograf¨ªa del pa¨ªs no exime del amparo. En cuanto un menor extranjero que est¨¢ solo pisa nuestro suelo, su tutela debe ser autom¨¢tica¡±.?
¡°Nos echamos las manos a la cabeza con el discurso de Vox al respecto de los llamados mena, pero la realidad es que la dejaci¨®n de funciones ya existe. La han implementado los gobiernos de todos los colores, en todas las comunidades aut¨®nomas. La diferencia es que ahora ha llegado un partido m¨¢s obsceno que habla sin tapujos¡±, agrega Reyz¨¢bal. Y cita las devoluciones entre comunidades aut¨®nomas: ¡°Nos han llegado casos de chavales a los que han comprado un billete en la estaci¨®n de autobuses de M¨¦ndez ?lvaro para que contin¨²en su trayecto y no molesten en Madrid¡±.?
La base de operaciones de la fundaci¨®n Ra¨ªces est¨¢ enclavada en Hortaleza, un barrio por el que planea el espectro de los menores extranjeros. Aqu¨ª hay dos centros a los que van a parar la mayor¨ªa de ellos. Y su presencia ha desatado emociones contrapuestas. Hace dos a?os, ya proliferaron los grupos de Facebook que alojaban toda suerte de discursos supremacistas. Algunos vecinos amenazaron entonces con crear patrullas ciudadanas para expulsarles. Pero ahora se ha pasado a la acci¨®n: ¡°La violencia verbal se ha vuelto f¨ªsica¡±, relata Reyz¨¢bal. M¨¢s Madrid denunci¨® al Defensor del Pueblo cinco agresiones por la zona en apenas tres meses. Despu¨¦s sucedi¨® la colocaci¨®n de una granada de mano en las dependencias de esta instituci¨®n de acogida.?
Antes del intento de asalto al centro de Hortaleza del 28 de octubre, los atacantes buscaron una embestida a?adida. Y peinaron el parque contiguo, donde dorm¨ªa un joven magreb¨ª. Al cumplir la mayor¨ªa de edad, el chico no pod¨ªa seguir en guarda y custodia, por lo que acab¨® vagabundeando por las calles de la zona. Aquella noche de oto?o recibi¨® un hachazo en la cabeza, cuenta Reyz¨¢bal: ¡°Una vecina que paseaba al perro se lo encontr¨® desangr¨¢ndose y lo llev¨® al hospital. La fundaci¨®n denunci¨® el caso ante la Fiscal¨ªa, aportando fotograf¨ªas como pruebas y un parte de lesiones. Ahora debe ser un juez quien dictamine la responsabilidad¡±.?
El deterioro de la convivencia se ha ido agravando, pero Reyz¨¢bal mantiene un soliloquio instalado en los matices. ¡°Hay que acabar con el bulo de que los menas cometen delitos gratis. Existe una cosa llamada ley penal del menor. Si alguno de ellos ha robado o pegado a alguien, y eso se demuestra en un juzgado, ir¨¢ a parar a un centro de reforma¡±, cuenta. De los cientos que han pasado por las manos de la Comunidad de Madrid el pasado a?o, solo 21 han sido privados de libertad por la comisi¨®n de alg¨²n delito. Pero el miedo es una pulsi¨®n casi autom¨¢tica. Y en el barrio les temen si doblan la esquina. No est¨¢n escolarizados ni acuden a programas de ocio. Se limitan a dejar pasar el tiempo.
Es la una del mediod¨ªa y en el local de Ra¨ªces, ubicado en el bajo comercial de una gran torre de ladrillo, hay una treintena de ni?os. Viven en los dos centros de acogida y est¨¢n en la hora de descanso para la comida. Entran en sus redes sociales con los ordenadores, cargan la bater¨ªa del tel¨¦fono m¨®vil y hablan con sus familias por videollamada, conect¨¢ndose a la red Wifi. Por all¨ª deambula un int¨¦rprete que les ayuda a pedir lo que necesitan. El ambiente es silencioso, casi de estudio. Ellos solos han organizado turnos para la consulta en Internet, cuenta Reyz¨¢bal.
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