El epicentro de la cat¨¢strofe en Chile: ¡°Es como si hubiera ca¨ªdo una bomba nuclear. Estamos vivos, pero no tenemos nada¡±
Un recorrido por El Olivar, una de las poblaciones m¨¢s devastadas por las llamas en Vi?a del Mar. Los vecinos se turnan por las noches para evitar saqueos o que se tomen sus terrenos
En la cima de un cerro vi?amarino se encumbra el Olivar alto: una poblaci¨®n de clase obrera que vio desaparecer de cuajo sus recuerdos entre las llamas. En una de las zonas m¨¢s afectadas por los incendios en el centro-sur de Chile, solo quedan los esqueletos de sus casas pareadas, un mont¨®n de escombros y la desesperaci¨®n de su g...
En la cima de un cerro vi?amarino se encumbra el Olivar alto: una poblaci¨®n de clase obrera que vio desaparecer de cuajo sus recuerdos entre las llamas. En una de las zonas m¨¢s afectadas por los incendios en el centro-sur de Chile, solo quedan los esqueletos de sus casas pareadas, un mont¨®n de escombros y la desesperaci¨®n de su gente. En particular, los de la calle Chumisa. Perdieron al menos seis vecinos -de las 131 v¨ªctimas fatales-, a la mayor¨ªa de las mascotas y, seg¨²n afirman los consultados para este reportaje, ninguna autoridad se ha acercado a ofrecerles ayuda cuatro d¨ªas despu¨¦s de la tragedia. La angustia crece por las noches por la amenaza de nuevos focos de fuego intencionales o saqueos. ¡°Nos quieren robar las cenizas¡±, lamenta Josefa Cornejo, de 19 a?os, con el rostro y el cuerpo cubierto de holl¨ªn.
La ¨²ltima noche se organizaron para hacer turnos de vigilancia. A algunos les hab¨ªan robado galones de gas, cables de cobre y ya era noticia que hab¨ªa personas prendiendo fuego por la zona, aunque no hubo detenidos. Nicole Mart¨ªnez, de 30 a?os y madre de dos hijos, fue una de las cuatro voluntarias para hacer guardia. Vieron, seg¨²n relata, a un intruso intentando encender las llamas en uno de los pocos ¨¢rboles que se mantienen de pie en un cerro visiblemente impactado. Las teor¨ªas sobre qui¨¦n era son muchas. Mientras m¨¢s desesperado est¨¢ el vecino, m¨¢s grave es la acusaci¨®n. El ¨²nico consenso que existe entre los habitantes del Olivar alto es que quieren que los polic¨ªas y los militares acudan en las noches a protegerlos. Que ya tienen suficiente. Que los necesitan. Sobre las ayudas materiales, reclaman que solo llegan hasta el sector bajo del cerro.
¡°Vecino, ?quiere que le pinte el n¨²mero de su casa?¡±, pregunta una joven con un tarro de pintura. ¡°Es para que cuando vengan a hacer el catastro sepan de qui¨¦n es la casa¡±. Los est¨¢n esperando.
Lucy Casta?eda, viuda de 61 a?os, remueve con una pala los escombros del hogar en el que vivi¨® los ¨²ltimos 33 a?os. El lugar donde naci¨® su hijo, donde perdi¨® a su marido y donde cumpli¨® el sue?o de la casa propia. En la ardua tarea la ayudan familiares y vecinos. Todos se conocen. Casta?eda tiene a su cargo a una t¨ªa de 80 a?os que la obliga a estar yendo y viniendo a la zona de la cat¨¢strofe. Su familia logr¨® salir con el fuego en la espalda y las cenizas encendidas cayendo del cielo, describe. Ella sac¨® a su nieta y su hijo, a la t¨ªa. ¡°Es como si hubiera ca¨ªdo una bomba nuclear que nos destruy¨® a todos. Murieron tantos vecinos¡ nosotros estamos vivos, pero no tenemos nada. Nada. Ni mis documentos¡±, afirma Casta?eda desde lo que era el patio de su casa, hoy un cubo de cemento.
El grueso de los entrevistados se traslad¨® a la casa de alg¨²n familiar tras la emergencia. Hay otros que se quedan durmiendo como pueden para cuidar lo ¨²nico que tienen. ¡°Mi hijo viene a hacer guardia porque en las noches esto se transforma en tierra de nadie. Anoche vinieron a volver a incendiar, de repente se ponen a disparar¡±, lamenta. Lo ¨²nico que le urge es que las autoridades acudan a sacar los escombros que se van agrupando fuera de las casas carbonizadas, en plena calle, emanando un olor a descomposici¨®n y dando la sensaci¨®n de una zona de guerra.
Elizabeth Cabezas, secretaria de 47 a?os, tambi¨¦n espera que env¨ªen especialistas para evaluar si es posible reconstruir sobre lo que qued¨® de su casa o hay que echarla abajo por completo. Viv¨ªa ah¨ª desde 1988, cuando se entregaron los primero inmuebles del proyecto gubernamental del Servicio de Vivienda y Urbanismo de Chile. El fuego la pill¨® de vacaciones y una amiga le dio el aviso: ¡°No desapareci¨® tu casa, desapareci¨® tu calle¡±, le dijo. Enumera a todos los vecinos que perdi¨®, la mayor¨ªa de avanzada edad que fueron quedando en el camino durante la evacuaci¨®n. Varios lograron subirse a sus coches para escapar, pero en un territorio de caminos angostos, se produjo un cuello de botella del que no todos pudieron salir.
Carla Victoriano, de 41 a?os, empleada de una agencia de aduanas, tiene a su peque?o de a?o y medio durmiendo dentro de lo poco que queda de su casa. No tiene d¨®nde dejarlo mientras limpia su inmueble. La principal ayuda la recibi¨® de miembros de la barra del equipo de f¨²tbol Santiago Wanderers, que acudieron a la zona como voluntarios. La imagen de j¨®venes con palas, rastrillos y sacos caminando desde la carretera hasta lo alto de los cerros es una imagen recurrente estos d¨ªas en Vi?a del Mar. Los vecinos insisten en que han sido ellos y no las autoridades los que m¨¢s los han asistido. Pero cuando llega la noche se van. Y los afectados, reclaman, quedan solos.
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