Los genes de la v¨ªctima
Como ocurre con el sida, hay personas que nacen m¨¢s expuestas al coronavirus
Un antiguo jefe me escrib¨ªa el otro d¨ªa: ¡°Me empieza a cabrear tanta insistencia en que los viejos somos los que nos morimos. ?Ya lo sabemos, leche!¡±. Tanto ¨¦l como su pareja han cruzado la l¨ªnea roja de los 75, y leen las noticias desde un ¨¢ngulo comprensiblemente distinto del que usa un jovenzano, que en alg¨²n rinc¨®n inconfesable de su mente se sentir¨¢ aliviado por no estar en la edad de riesgo. En la misma l¨ªnea argumental, no podemos evitar que la muerte de personas j¨®venes y sanas, por pocas...
Un antiguo jefe me escrib¨ªa el otro d¨ªa: ¡°Me empieza a cabrear tanta insistencia en que los viejos somos los que nos morimos. ?Ya lo sabemos, leche!¡±. Tanto ¨¦l como su pareja han cruzado la l¨ªnea roja de los 75, y leen las noticias desde un ¨¢ngulo comprensiblemente distinto del que usa un jovenzano, que en alg¨²n rinc¨®n inconfesable de su mente se sentir¨¢ aliviado por no estar en la edad de riesgo. En la misma l¨ªnea argumental, no podemos evitar que la muerte de personas j¨®venes y sanas, por pocas que sean, nos produzca un choque emocional mayor que las v¨ªctimas m¨¢s comunes del coronavirus.
Hemos conocido algunos casos en estos d¨ªas. Un beb¨¦ en Wuhan, otro en Chicago, un chico de Lisboa, cuatro sanitarios en Espa?a, incluida una m¨¦dica de 28 a?os. Son muertes improbables seg¨²n las estad¨ªsticas, lo que no las hace menos dolorosas que las probables, y algunas pueden estar relacionadas con patolog¨ªas previas. Los n¨²meros nos siguen indicando que los fallecidos tienen una media de edad de 69 a?os, y los infectados graves que sobreviven, de 52. Los casos de personas j¨®venes son estad¨ªsticamente marginales, por cruel que resulte decirlo. Hay un sentido, sin embargo, en que estos raros casos pueden estimular la investigaci¨®n sobre el virus.
En un inesperado giro de guion, vamos a dedicar un p¨¢rrafo a otro virus. Hace tres semanas, el cocinero Adam Castillejo revel¨® en The New York Times que ¨¦l era el ¡°paciente de Londres¡±, ya un cl¨¢sico de la literatura cient¨ªfica. Es una de las dos personas del planeta que se ha curado del sida mediante un trasplante de m¨¦dula. No lo recibi¨® por el sida, sino porque ten¨ªa una leucemia mortal. Pero su caso, junto al de Timothy Ray Brown, el ¡°paciente de Berl¨ªn¡±, indican que la clave est¨¢ en las personas concretas que donaron su m¨¦dula. Un peque?o porcentaje de la poblaci¨®n nace con una mutaci¨®n del receptor celular que normalmente abre la puerta al virus que ha perdido la llave de la puerta. El experimento m¨¢s escandaloso de los ¨²ltimos a?os consisti¨® justo en inactivar ese gen en dos ni?as chinas para protegerlas del VIH.
Un peque?o porcentaje de la poblaci¨®n nace con una mutaci¨®n del receptor celular que normalmente abre la puerta al virus que ha perdido la llave de la puerta
El coronavirus tambi¨¦n es susceptible a este enfoque. El receptor celular es otro (ACE2 en vez de CCR5), pero el nuevo virus tiene la misma necesidad que el antiguo de reconocerlo para que le abra, de forma traidora y candorosa, la puerta de las c¨¦lulas humanas. Algunos de los nodos de la gen¨®mica mundial, entre ellos el Instituto Broad del MIT, la Facultad de Medicina del Mount Sina¨ª, la c¨¦lebre firma islandesa deCODE Genetics, Goeroge Church de Harvard y la Universidad de Siena han pedido ya voluntarios en medio planeta para investigar si las variaciones cong¨¦nitas de ese traidor est¨¢n relacionadas con la distinta respuesta de cada persona al coronavirus. Quiz¨¢ haya ah¨ª una estrategia terap¨¦utica como la que ha curado a Adam Castillejo.
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