Del rigor en la ciencia
Una patolog¨ªa que da lugar al rostro de un feto pegado a la cabeza del otro inspir¨® al novelista Charles Lotin Hildreth para escribir una noticia donde el rigor cient¨ªfico se confund¨ªa con la ficci¨®n m¨¢s macabra
Jorge Luis Borges tiene un cuento breve que se titula Del rigor en la ciencia, donde nos cuenta la historia de un mapa inmenso, trazado a la misma escala que el imperio que representa.
De esta forma, el mapa coincide puntualmente con el imperio y el modelo iguala la dimensi¨®n real de lo representado. Pero la pieza que aqu¨ª nos ocupa no trata de cartograf¨ªa, aunque su origen se remonte a un punto del mapa de la India, donde habitaba un ni?o con una malformaci¨®n denominada Craniopagus parasiticus.
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Jorge Luis Borges tiene un cuento breve que se titula Del rigor en la ciencia, donde nos cuenta la historia de un mapa inmenso, trazado a la misma escala que el imperio que representa.
De esta forma, el mapa coincide puntualmente con el imperio y el modelo iguala la dimensi¨®n real de lo representado. Pero la pieza que aqu¨ª nos ocupa no trata de cartograf¨ªa, aunque su origen se remonte a un punto del mapa de la India, donde habitaba un ni?o con una malformaci¨®n denominada Craniopagus parasiticus.
Tal deformidad resulta sumamente curiosa, por ser el resultado incompleto del proceso de divisi¨®n de los embriones en un embarazo gemelar; una patolog¨ªa que da lugar al rostro de un feto pegado a la cabeza del otro. Dicho as¨ª, resulta espeluznante, tan irreal como uno de esos seres imaginarios de los que escribi¨® Borges y que sirvieron de inspiraci¨®n para que su amigo Juan Rodolfo Wilcock creara otros tantos. Pero nada m¨¢s lejos de la imaginaci¨®n que el caso que hoy nos ocupa y que se conoce como El caso del ni?o con dos cabezas de Bengala; una criatura nacida en mayo de 1783, en la aldea bengal¨ª de Mundul Gait.
Fue tal el ¨¦xito de la atracci¨®n que la criatura ser¨ªa requerida por las castas superiores para entretener las fiestas de palacio
Nada m¨¢s nacer fue lanzado al fuego por la propia partera. Pero el beb¨¦ sobrevivi¨® a las llamas. Ya puestos, los padres de la criatura sacaron su dinero con la malformaci¨®n del hijo, exponi¨¦ndolo en las ferias. Fue tal el ¨¦xito de la atracci¨®n que la criatura ser¨ªa requerida por las castas superiores para entretener las fiestas de palacio. As¨ª sucedi¨® hasta que la mordedura de una cobra acab¨® con su vida.
Poco despu¨¦s, el cad¨¢ver fue desenterrado para servir de estudio a la ciencia. Su cr¨¢neo permanece expuesto en el Museo Hunteriano londinense, dedicado al cirujano y anatomista escoc¨¦s John Hunter (1728- 1793), coleccionista de rarezas, quien recibi¨® los restos del ni?o para su posterior investigaci¨®n. Everard Home ¡ªsu ayudante¡ª publicar¨ªa el estudio patol¨®gico del caso en 1790. Tal y como recogen sus descripciones, la cabeza adicional terminaba en un trozo de cuello donde tambi¨¦n se encontraron restos de pulmones y coraz¨®n. Dicha cabeza adicional ten¨ªa autonom¨ªa propia, con cerebro independiente de la cabeza parasitada. Los ojos segregaban l¨¢grimas.
Un siglo despu¨¦s, el caso inspir¨® al novelista norteamericano Charles Lotin Hildreth, (1856-1896) para escribir una noticia donde el rigor cient¨ªfico se confund¨ªa con la ficci¨®n m¨¢s macabra. Algunos monstruos mitad humanos que podr¨ªan ser hijos del diablo, se titulaba el art¨ªculo que ven¨ªa dentro de la secci¨®n Las Maravillas de la Ciencia, en el Boston Post.
Ning¨²n m¨¦dico ser¨ªa capaz de extirpar la cara parasitaria, por lo cual, el mismo Edward Mordake decidi¨® dispararla entre los ojos
En dicho art¨ªculo se daban cita una serie de monstruosidades donde destacaba el caso de Edward Mordake, un tipo que naci¨® con la cara adicional de una mujer pegada a su cr¨¢neo. Esta segunda cara, de ojos estr¨¢bicos y siempre abiertos, se burlaba de todo el mundo que se pusiese delante, sacando la lengua y haciendo muecas. Ning¨²n m¨¦dico ser¨ªa capaz de extirpar la cara parasitaria, por lo cual, el mismo Edward Mordake decidi¨® dispararla entre los ojos, poniendo fin a su vida y dando lugar al principio de una leyenda que se har¨ªa viral en aquellos tiempos en los que el rigor intelectual, aplicado a la informaci¨®n cient¨ªfica, era inexistente en muchas publicaciones.
M¨¢s o menos como ocurre ahora, con Internet, donde una falsedad carente de rigor cient¨ªfico se hace viral y con ello se da por v¨¢lida, llegando a confundir el mapa con el territorio. Esto resulta tan peligroso como que la falsedad, de tanto tama?o que adquiere, se hace rigurosa e irrefutable y, al igual que sucede con el mapa del cuento de Borges, no deja sitio a las nuevas observaciones que constituyen el m¨¦todo cient¨ªfico.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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