Acoso en la ciencia espa?ola: romper la ley del silencio
Prepublicaci¨®n del libro ¡®Acoso: #MeToo en la ciencia espa?ola¡¯, de la periodista ?ngela Bernardo, que sale a la venta ma?ana
La primera vez que Alba (nombre ficticio) entr¨® en el despacho de su compa?ero catedr¨¢tico de la Universidad de Sevilla pretend¨ªa presentarse como nueva profesora del departamento. Para muchas personas, el a?o nuevo empieza en septiembre. Es entonces cuando toca forrar los libros, dejar atr¨¢s la pereza del verano y regresar a las aulas. En la universidad, suele tratarse de un tiempo ajetreado. Las clases empiezan y en los pasillos de las facultades reina a diario un bullicio de personas. Con el final de las vacaciones, todo huele a nuevo, a reci¨¦n estrenado. Hay quien incluso comienza una vida...
La primera vez que Alba (nombre ficticio) entr¨® en el despacho de su compa?ero catedr¨¢tico de la Universidad de Sevilla pretend¨ªa presentarse como nueva profesora del departamento. Para muchas personas, el a?o nuevo empieza en septiembre. Es entonces cuando toca forrar los libros, dejar atr¨¢s la pereza del verano y regresar a las aulas. En la universidad, suele tratarse de un tiempo ajetreado. Las clases empiezan y en los pasillos de las facultades reina a diario un bullicio de personas. Con el final de las vacaciones, todo huele a nuevo, a reci¨¦n estrenado. Hay quien incluso comienza una vida diferente con el arranque del curso acad¨¦mico. Algo as¨ª le suced¨ªa a Alba, que en 2006 hab¨ªa logrado una plaza de profesora en la facultad. Pero aquel momento ilusionante pronto se convirti¨® en una terrible pesadilla.
Durante aquel primer encuentro, mientras charlaban de cuestiones acad¨¦micas, el catedr¨¢tico se acerc¨® a Alba y, sin que ella tuviera tiempo para reaccionar, le toc¨® un pecho. Segundos despu¨¦s, el profesor aprovech¨® para tocarle el interior de los muslos dici¨¦ndole ¡°lo buena que estaba¡±. Fue la primera vez, pero no la ¨²nica. En otra ocasi¨®n, Alba tuvo que acudir al despacho del catedr¨¢tico, situado en el decanato. ?l cerr¨® la puerta con llave y empez¨® a hablarle de las plazas docentes, mientras aproximaba mucho sus genitales al rostro de la profesora. Poco despu¨¦s, se sent¨® a su lado y le puso la mano en la pierna hasta alcanzar la vagina de Alba. De inmediato, ella se levant¨® y se fue. Pero, semanas m¨¢s tarde, volvieron a encontrarse. Esta vez ocurri¨® en las escaleras de la facultad, donde ¨¦l le coment¨® que le hab¨ªa salido un bulto: ¡°Aqu¨ª en los huevos, t¨®calo, t¨®calo¡±.
La sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla recoge entre sus hechos probados el infierno que Alba tuvo que vivir. Otras veces, el catedr¨¢tico iba a su encuentro y, pese al rechazo de la profesora, la besaba en la boca y le daba lametones en el cuello. En algunas ocasiones, lo hac¨ªa en la facultad; otras, a la luz del d¨ªa, en pleno centro de la ciudad. Como consecuencia, Alba empez¨® a experimentar un intenso malestar y a tener pesadillas y sudoraciones nocturnas. Tras una breve baja laboral, sus problemas de salud empeoraron. La profesora comenz¨® a perder peso y a sufrir v¨®mitos, entre otros s¨ªntomas. Los sanitarios que la atendieron no se explicaban qu¨¦ le estaba pasando. Incluso la diagnosticaron y trataron por una falsa tuberculosis. En realidad, sus s¨ªntomas compart¨ªan un solo origen: la conducta que hacia ella manten¨ªa el catedr¨¢tico.
Aunque Alba lo desconoc¨ªa entonces, ella no era la ¨²nica v¨ªctima. De hecho, seg¨²n la sentencia, el profesor de la Universidad de Sevilla realiz¨® diversos tocamientos no consentidos a otras dos docentes entre 2006 y 2010. No se trataba de un tiempo cualquiera: el catedr¨¢tico era un hombre poderoso, ya que hasta 2009 hab¨ªa sido decano de la facultad. Cuando dej¨® el puesto que ostentaba, pas¨® a ser director de departamento y se encarg¨® de mostrar a sus v¨ªctimas el poder acad¨¦mico que segu¨ªa teniendo. Fuese o no quien mandara, seg¨²n los hechos probados de la sentencia, ¡°era ¨¦l quien tomaba las decisiones relevantes en cuanto a docencia, investigaci¨®n, contrataci¨®n, etc.¡±. Es decir, nadie pod¨ªa contradecirlo, aparentemente. Todas las personas que estuvieran a su lado deb¨ªan acatar sus ¨®rdenes, como nombrarlo director de las tesis doctorales o incluirlo en las publicaciones acad¨¦micas. ¡°Aquellos que no acced¨ªan a sus pretensiones pod¨ªan tener problemas para mantener sus plazas¡±, de acuerdo con la sentencia. Alba y las otras dos denunciantes lo sab¨ªan.
La segunda v¨ªctima, Maite (tambi¨¦n nombre ficticio), hab¨ªa entrado en la facultad poco antes que Alba. En 2007, la profesora acudi¨® al despacho del catedr¨¢tico, cuando este todav¨ªa ostentaba el puesto de decano, para preguntarle diversas cuestiones sobre c¨®mo dirigir la actividad investigadora. En un momento dado, ella rompi¨® a llorar. Como respuesta, ¨¦l se sent¨® a su lado y pos¨® una mano en su espalda y la otra en el muslo. Maite se qued¨® paralizada y, ante su estupor, el catedr¨¢tico aprovech¨® para ponerle tres dedos en la entrepierna, que la profesora empuj¨® hacia su rodilla haciendo fuerza. En otras ocasiones, el catedr¨¢tico se aproximaba a su lado y trataba de tocarle los pechos, incluso lo lograba. Tampoco parec¨ªa importarle encontrarse en presencia de otras personas. En 2009, seg¨²n la sentencia, el profesor se acerc¨® a Maite mientras ten¨ªa en brazos al hijo peque?o de otra docente y le toc¨® la entrepierna.
Las profesoras se lo comentaron a varias personas, que ten¨ªan la obligaci¨®n de haber promovido una actuaci¨®n para protegerlas y no hicieron nadaAmparo D¨ªaz Ramos, abogada
La conducta del catedr¨¢tico con Rosa (nombre ficticio), la tercera v¨ªctima, fue similar. Ella trabajaba en la facultad gracias a una beca de investigaci¨®n. Pese a que sus primeras reuniones con el profesor hab¨ªan transcurrido con normalidad, la situaci¨®n cambi¨® poco despu¨¦s. Un d¨ªa Rosa acudi¨® a su despacho y ¨¦l aprovech¨® para tocarle el culo mientras la miraba de forma lasciva. Cuando ella trat¨® de apartarse, el docente pos¨® las manos sobre el pecho de la investigadora. Tiempo despu¨¦s, mientras este le explicaba las tareas que ella deb¨ªa realizar para progresar en su carrera, tom¨® las manos de Rosa y las situ¨® sobre sus genitales. Por entonces, el profesor todav¨ªa ostentaba el puesto de decano. Un a?o despu¨¦s, Rosa no pudo evitar que ¨¦l la besara en la boca en varias ocasiones, aprovechando diversas reuniones en su despacho.
Durante aquel lustro, adem¨¢s, el catedr¨¢tico aprovechaba su poder para aislar a las personas que no segu¨ªan sus indicaciones. Y para ello, seg¨²n la sentencia, contaba con la colaboraci¨®n de personas de su entorno, tanto trabajadores de la administraci¨®n y los servicios de la universidad como otros docentes e investigadores. La amenaza que se cern¨ªa sobre Alba, Maite y Rosa era real. Ten¨ªa nombre y apellidos. Su futuro acad¨¦mico depend¨ªa en gran medida de quien las acos¨® y abus¨® de ellas de forma continua durante casi cinco a?os. Las conductas que sufrieron de forma ininterrumpida tambi¨¦n contaban con la cooperaci¨®n de personas del entorno del catedr¨¢tico. Por desgracia, la entrada en la universidad, que para ellas hab¨ªa empezado siendo algo ilusionante, pronto se hab¨ªa convertido en un infierno. Nadie movi¨® un dedo para evitarlo. La ley del silencio imperaba en los pasillos de la facultad.
¡°La gente que rodea a la v¨ªctima act¨²a muchas veces como c¨®mplice con el silencio. La v¨ªctima no solo est¨¢ inc¨®moda por la conducta del acosador, sino tambi¨¦n por la falta de apoyo de sus iguales, de sus compa?eros¡±, explica la psic¨®loga Esperanza Bosch, que ha realizado estudios sobre la materia. Por eso resulta tan importante cambiar el ambiente dentro de las organizaciones, incluidas las que pertenecen al sector acad¨¦mico. Pero no siempre es f¨¢cil contar con mecanismos y con personas que act¨²en para romper la ley del silencio y apoyar a las v¨ªctimas. Alba, Maite y Rosa, docentes e investigadoras de la Universidad de Sevilla, se toparon contra un muro cuando acudieron a pedir ayuda. ¡°Las profesoras se lo comentaron a varias personas, que ten¨ªan la obligaci¨®n de haber promovido una actuaci¨®n para protegerlas y no hicieron nada¡±, afirma la abogada Amparo D¨ªaz Ramos, que represent¨® a una de las v¨ªctimas.
El Juzgado de lo Penal de Sevilla conden¨® a la instituci¨®n hispalense como responsable civil subsidiaria, una consideraci¨®n que confirm¨® en su sentencia la Audiencia Provincial de Sevilla. En particular, tras el acoso del catedr¨¢tico, las profesoras pidieron ayuda al director de su departamento. ?l se limit¨® a preguntarles cu¨¢l era su deseo ante lo ocurrido y les ofreci¨® su compa?¨ªa cuando acudieran al despacho del entonces decano, aparte de recomendarles que no se quedaran a solas con el profesor que las acosaba y abusaba de ellas. Adem¨¢s, el director de su departamento tambi¨¦n les aconsej¨® ¡°llevarse bien¡± con el catedr¨¢tico, seg¨²n los hechos probados, ¡°para evitar otros problemas¡±. Para la justicia, el nulo apoyo que hab¨ªan recibido Alba, Maite y Rosa por su parte fue clave para condenar a la Universidad de Sevilla en este caso.
M¨¢s adelante, Alba, Maite y Rosa s¨ª recibieron apoyo por parte del Vicerrectorado y del Servicio de Prevenci¨®n de Riesgos Laborales, pero su ayuda, seg¨²n la sentencia, no evit¨® que la Universidad de Sevilla fuese considerada responsable civil subsidiaria por lo sucedido. ¡°Cambiaron las personas, lleg¨® a otras instancias y empez¨® a haber una intervenci¨®n¡±, confirma D¨ªaz Ramos. Por desgracia, el da?o ya estaba hecho. A juicio de la abogada, es importante que las instituciones acad¨¦micas, formadas por ¡°much¨ªsimas personas¡±, dejen claro ¡°cu¨¢l es la forma en la que tiene que intervenir cada miembro¡± de la comunidad en esta materia. Para la jurista Alicia Gonz¨¢lez, esta sentencia nos ofrece una lecci¨®n muy clara, como explica por videollamada: ¡°La Universidad de Sevilla, con o sin protocolo, ten¨ªa la obligaci¨®n legal, no solo moral, que tambi¨¦n, de haber parado eso desde el minuto uno¡±. La Audiencia Provincial, a trav¨¦s de una sentencia firme, es decir, ante la que no cabe recurso, confirm¨® la culpabilidad y conden¨® al catedr¨¢tico a dos a?os y ocho meses de c¨¢rcel tras haber probado que era autor de tres delitos continuados de abusos sexuales. Adem¨¢s, tambi¨¦n se sancion¨® al profesor con una indemnizaci¨®n de cincuenta mil euros a la primera v¨ªctima y treinta mil euros a cada una de las otras dos por los perjuicios f¨ªsicos y ps¨ªquicos que les hab¨ªa causado durante a?os.
¡®Acoso. #MeToo en la ciencia espa?ola¡¯. ?ngela Bernardo ?lvarez. Next Door Publishers, 2021. 250 p¨¢ginas. 20 euros.
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