?Qu¨¦ le pasa a la ¡®Voyager 1¡¯?: la vieja sonda espacial ha mandado extra?os mensajes tras a?os de silencio
La nave, que lleva casi 45 a?os vagando por el espacio, es la que m¨¢s lejos ha llegado
Las grandes antenas de la red de Espacio Profundo (en California, Australia, y Madrid) escuchan peri¨®dicamente las d¨¦biles se?ales de la sonda Voyager 1, que lleva volando por el espacio desde 1977. Casi 45 a?os. Normalmente, los datos que reciben son sobre densidad de plasma, campos magn¨¦ticos y rayos c¨®smicos. Son los ¨²nicos instrumentos de la nave que siguen funcionando, ya que los dem¨¢s se desconectaron hace mucho tiempo para ahorrar energ¨ªa; adem¨¢s, en la regi¨®n por donde se mueve ahor...
Las grandes antenas de la red de Espacio Profundo (en California, Australia, y Madrid) escuchan peri¨®dicamente las d¨¦biles se?ales de la sonda Voyager 1, que lleva volando por el espacio desde 1977. Casi 45 a?os. Normalmente, los datos que reciben son sobre densidad de plasma, campos magn¨¦ticos y rayos c¨®smicos. Son los ¨²nicos instrumentos de la nave que siguen funcionando, ya que los dem¨¢s se desconectaron hace mucho tiempo para ahorrar energ¨ªa; adem¨¢s, en la regi¨®n por donde se mueve ahora ya no hay nada que pueda ser de inter¨¦s para ¨Dpor ejemplo¨D sus c¨¢maras de televisi¨®n.
Pero, hace poco, la telemetr¨ªa indic¨® que la antena principal se hab¨ªa desviado y ya no apuntaba hacia la Tierra. Y las se?ales segu¨ªan llegando. Ambas cosas son incompatibles y apuntan sencillamente a un fallo en los sensores del mecanismo de orientaci¨®n: la nave sigue en su alineaci¨®n correcta, pero sus mensajes insisten en que no es as¨ª. La explicaci¨®n m¨¢s sencilla es que parte del sistema de codificaci¨®n de datos ha sucumbido a la intensa radiaci¨®n que est¨¢ sufriendo.
La Voyager 1 es la nave que ha llegado m¨¢s lejos en el espacio, hasta el punto de que carece de sentido expresar en kil¨®metros la distancia a la que se encuentra. Son decenas de miles de millones. Es m¨¢s pr¨¢ctico recurrir a unidades que habitualmente se utilizan en astronom¨ªa: m¨¢s de 20 horas luz. Y sigue aumentando, a raz¨®n de unos 60.000 kil¨®metros cada hora.
Esta sonda se lanz¨® con el objetivo de estudiar de cerca los dos planetas gigantes: J¨²piter y Saturno. Pese a su n¨²mero, despeg¨® 15 d¨ªas despu¨¦s que su gemela, la Voyager 2, pero al seguir una trayectoria m¨¢s r¨¢pida acabar¨ªa por adelantarla y llegar antes a su destino. El viaje a J¨²piter le llev¨® casi dos a?os; a Saturno, otro tanto, gracias al aceler¨®n que experiment¨® al pasar frente a J¨²piter.
Las Voyager no fueron las primeras en visitar J¨²piter y Saturno. Antes que ellas lo hab¨ªa hecho otros dos veh¨ªculos de la serie Pioneer. Pero su instrumentaci¨®n, y sobre todo sus c¨¢maras, eran muy primitivas. Las fotograf¨ªas de ambos planetas y muchos de sus sat¨¦lites que transmitieron las Voyager descubrieron una serie de mundos cuya apariencia nadie hab¨ªa sospechado antes: los volcanes de Io, las llanuras heladas de Europa, el impacto de varios asteroides o la intrincada estructura de los anillos de Saturno, por ejemplo. Y, mucho despu¨¦s, la ic¨®nica foto de familia que muestra todos los planetas como diminutos puntos brillantes. Entre ellos, el ¡°p¨¢lido punto azul¡± con que Carl Sagan describi¨® a la Tierra.
Ambas Voyager est¨¢n en trayectoria de escape. Nunca volver¨¢n a acercarse a la Tierra. Ya han superado la frontera donde la influencia del Sol cede ante los campos y las concentraciones de plasma interestelares. Pero no puede decirse que se hayan liberado por completo de su atracci¨®n. La Voyager 1 a¨²n no ha recorrido ni la mitad de la distancia a la que llega Sedna, uno de los peque?os planetas enanos, y le faltan dos o tres siglos para llegar a rozar la nube de Oort, el te¨®rico enjambre esf¨¦rico donde se acumulan millones de cometas que alg¨²n d¨ªa quiz¨¢s caer¨¢n hacia el Sol.
Los t¨¦cnicos de la NASA calculan que la fuente de energ¨ªa que la alimenta ¨Dun reactor de plutonio¨D alcanzar¨¢ niveles cr¨ªticos hacia 2025. Sus emisiones ser¨¢n tan d¨¦biles que ni siquiera las grandes antenas de rastreo podr¨¢n captarlas. A partir de ah¨ª, las Voyager seguir¨¢n su camino, ciegas y mudas. Ninguna pasar¨¢ razonablemente cerca de otra estrella, al menos durante decenas de miles de a?os. Para entonces, su trayectoria las convertir¨¢ en diminutos objetos girando entre las nubes de polvo de la Via L¨¢ctea.
Y unido a un costado, ambos veh¨ªculos llevan el equivalente del cl¨¢sico mensaje en una botella, en la remot¨ªsima esperanza de que alguien alg¨²n d¨ªa pueda rescatarlo: un disco met¨¢lico en el que se han grabado im¨¢genes, ruidos, m¨²sicas y voces del planeta desde donde partieron, eones atr¨¢s, esas primeras naves interestelares.
Rafael Clemente es ingeniero industrial y fue el fundador y primer director del Museu de la Ci¨¨ncia de Barcelona (actual CosmoCaixa). Es autor de ¡®Un peque?o paso para [un] hombre¡¯ y ¡®Los otros Apollo¡¯ (Libros C¨²pula).
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