?Qu¨¦ sabemos de nuestros bisontes en la era de la posverdad?
Hasta ahora se ha construido una imagen atractiva aunque confusa y plagada de medias verdades sobre la introducci¨®n de esta especie en Espa?a
La recuperaci¨®n del bisonte es en Europa el m¨¢ximo exponente del rewilding por ser un animal llamativo, salvado in extremis de la extinci¨®n. En Espa?a desde 2010 se han mantenido bisontes europeos en cercados con el argumento de recuperar los de Altamira, y combatir los incendios y el cambio clim¨¢tico, sugiriendo que Espa?a debe contribuir a su conservaci¨®n.
Son propuestas populares, pero...
La recuperaci¨®n del bisonte es en Europa el m¨¢ximo exponente del rewilding por ser un animal llamativo, salvado in extremis de la extinci¨®n. En Espa?a desde 2010 se han mantenido bisontes europeos en cercados con el argumento de recuperar los de Altamira, y combatir los incendios y el cambio clim¨¢tico, sugiriendo que Espa?a debe contribuir a su conservaci¨®n.
Son propuestas populares, pero que combinan aspectos ecol¨®gicos, socioculturales, emocionales y econ¨®micos complejos. Las iniciativas promotoras del bisonte en Espa?a han ocupado muchas p¨¢ginas de prensa elaborando una imagen atractiva aunque confusa y plagada de medias verdades. Hasta ahora, muchos cient¨ªficos disconformes ante tales expectativas apenas se han manifestado p¨²blicamente, pero la pretensi¨®n de convertir al bisonte en una especie silvestre urge a iniciar un debate social sobre el tema y analizar algunos t¨®picos recurrentes.
?Vuelven los bisontes de Altamira?
La especie que muestra el arte rupestre, entre cuyas representaciones destacan las pinturas de Altamira, es el bisonte de estepa (Bison priscus) y no el actual bisonte europeo (Bison bonasus). Varias caracter¨ªsticas lo diferencian: el tama?o, la forma de la joroba, la longitud de la crin y, sobre todo, la gran amplitud de los cuernos. Sus f¨®siles son frecuentes en el norte ib¨¦rico, asociados a otras especies de la estepa fr¨ªa, como el mamut y el rinoceronte lanudo, que viv¨ªan en un h¨¢bitat abierto, fr¨ªo y ¨¢rido. Bien adaptado al fr¨ªo, el bisonte de estepa habit¨® el sur de Europa cuando la temperatura era g¨¦lida y se repleg¨® hacia el norte y el este seg¨²n fueron desvaneci¨¦ndose los efectos clim¨¢ticos de la ¨²ltima glaciaci¨®n. Desapareci¨® de Espa?a hace 12.000 a?os y sus ¨²ltimas poblaciones se extinguieron definitivamente hace 5.400 a?os.
En Europa sobrevive el bisonte europeo cuyo origen es confuso, con discrepancias entre la paleogen¨¦tica y la paleontolog¨ªa tradicional. Durante el postglacial se expandi¨® por Europa, pero sin alcanzar las pen¨ªnsulas mediterr¨¢neas. Sus f¨®siles son abundantes en las llanuras de Polonia, Bielorrusia, Lituania y Letonia, disminuyendo hacia el sur y hacia el oeste, donde sus restos suelen ser de ejemplares aislados. La arqueolog¨ªa y la modelizaci¨®n de su h¨¢bitat proporcionan pruebas de que sus preferencias clim¨¢ticas y biogeogr¨¢ficas est¨¢n en las llanuras m¨¢s fr¨ªas de Europa central y oriental.
Nunca se han encontrado en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica restos del bisonte actual. A pesar de ello, apelando a que la dificultad para diferenciar los huesos de uro y bisonte puede haber ocultado la presencia del bisonte europeo se ha justificado su introducci¨®n en Espa?a. La realidad es diferente. De 140 yacimientos pleistoc¨¦nicos ib¨¦ricos en la mayor¨ªa se han identificado bisontes y uros. En los ¨²ltimos 9.000 a?os, durante el Holoceno, de 110 yacimientos con restos de grandes b¨®vidos, solo se ha encontrado uro o ganado bovino, nunca de bisonte.
El uro (Bos primigenius), antepasado de toros y vacas, convivi¨® con el bisonte de estepa en Iberia y lo sobrevivi¨® dejando constancia hist¨®rica. Los restos arqueol¨®gicos m¨¢s recientes de uro, los de la cueva de Amalda (Guip¨²zcoa), son del siglo IV o V de nuestra era, contempor¨¢neos a la menci¨®n pirenaica hecha por el romano del siglo IV Mauro Servio Honorato. El dato hist¨®rico m¨¢s pr¨®ximo a Espa?a del bisonte europeo es la menci¨®n de los bufali en los Vosgos (Francia), realizada por un poeta franco del siglo VI.
La restauraci¨®n de las funciones ecol¨®gicas perdidas
La estepa donde vivi¨® el bisonte pleistoc¨¦nico, conocida como la ¡°estepa del mamut¡±, era una pradera fr¨ªa y ¨¢rida, que pas¨® de ser uno de los ecosistemas m¨¢s abundantes a desaparecer espont¨¢neamente a falta de un clima ¨¢rtico con veranos tan secos como los que entonces ocasionaba el casquete polar. La estepa fue sustituida por la tundra y la taiga a causa del cambio clim¨¢tico y la extinci¨®n de su megafauna, que reciclaba los nutrientes que la fertilizaban. Ahora, ese suelo empobrecido no produce hierba.
Las diferencias entre ambos bisontes no son solo anat¨®micas sino fisiol¨®gicas, funcionales y de requerimientos ambientales. Por su anatom¨ªa cr¨¢neodental, el bisonte extinto era un potente pasteador de aquella estepa herb¨¢cea fr¨ªa, mientras que el europeo es un herb¨ªvoro polivalente, capaz tanto de pastar como de ramonear, seg¨²n el h¨¢bitat disponible. Es una especie m¨¢s generalista y mejor adaptada a los ambientes diversificados, m¨¢s boscosos, surgidos en el Holoceno, a cuyas condiciones se aclimat¨® con m¨¢s facilidad. Dif¨ªcilmente puede haber reemplazado al bisonte estepario en su papel ecol¨®gico si su h¨¢bitat desapareci¨® con ¨¦l.
La naturaleza de Espa?a no es necesaria para salvar al bisonte europeo
Actualmente hay unos 7.500 bisontes europeos. Seg¨²n el argumento del regreso del bisonte de Altamira fue perdiendo peso ante las administraciones, se hizo m¨¢s hincapi¨¦ en la necesidad de que Espa?a se sumase al movimiento europeo para salvar al bisonte de la extinci¨®n. Si obviamos su clima, la Espa?a vac¨ªa era la mejor excusa para llenarla de bisontes. Ten¨ªamos espacio, pero si excluimos las tierras de cultivo que ocupan las llanuras m¨¢s favorables tanto para el bisonte como para la agricultura y lo arrincon¨¢ramos en las monta?as donde cumplir¨ªa su tarea de desbrozadora contra los incendios, lo condenar¨ªamos a un h¨¢bitat sub¨®ptimo que los propios promotores de Rewilding Europe recomiendan evitar, porque sus factores limitantes son el calor, la falta de agua y las pendientes pronunciadas. ?Le gustar¨ªa al bisonte europeo la Espa?a vac¨ªa?
Se puede utilizar el bisonte con otras especies del Pleistoceno como recurso para la educaci¨®n ambiental, como sucede en el Parque de la Prehistoria de Teverga (Asturias), Paleol¨ªtico Vivo (Burgos), los Parques Cuaternarios de Santillana del Mar (Cantabria) y de Perapertu (Palencia) o el Parque Faun¨ªstico de Lacuniacha (Huesca), siempre que se mantengan en recintos adecuados. Diversifican los puntos de cr¨ªa, proporcionan un entorno controlado y sanitariamente vigilado, con alimentaci¨®n asistida y agua, pero abandonarlos a su suerte en un ambiente impropio, trat¨¢ndolas como especies silvestres, podr¨ªa condenarlos.
La recuperaci¨®n del bisonte europeo es una responsabilidad ¨¦tica para los pa¨ªses en los que vivi¨® de forma natural. No olvidemos que el bisonte europeo surgi¨® en el clima boreal, pero no fue capaz de colonizar los espacios mediterr¨¢neos. No se puede obviar este condicionante bioclim¨¢tico si se pretende una recuperaci¨®n de la especie.
?Reintroducci¨®n o introducci¨®n?
La Directiva H¨¢bitats subraya la conveniencia de reintroducir especies aut¨®ctonas incluidas en el Anexo IV, lo cual quiere decir que Espa?a queda excluida de esta obligaci¨®n legal y moral con el bisonte.
Adem¨¢s en Espa?a, la ley de biodiversidad, promueve la reintroducci¨®n de especies silvestres aut¨®ctonas extinguidas, con la condici¨®n de que se hubiesen extinguido en tiempos hist¨®ricos y sobre las que existan referencias fidedignas. El bisonte de estepa no se extingui¨® en tiempos hist¨®ricos, existen ¨²nicamente evidencias de sus representaciones en el arte parietal, adem¨¢s de los f¨®siles, y el europeo no es una especie aut¨®ctona.
Las directrices de la UICN para translocaciones justifican una introducci¨®n fuera de su distribuci¨®n natural, el llamado reemplazo ecol¨®gico, si una especie parecida pudiese desempe?ar la funci¨®n ecol¨®gica de la extinguida. No puede justificarse as¨ª la introducci¨®n del bisonte en Espa?a si la estepa ya no existe. Tampoco tiene sentido traer bisontes al sur teniendo en cuenta el futuro clim¨¢tico esperable. Ninguna especie de ambiente fr¨ªo deber¨ªa liberarse en un contexto mediterr¨¢neo, porque se la forzar¨ªa a vivir en h¨¢bitats inadecuados, planteando un problema bio¨¦tico. Liberar bisontes en un ¨¢rea carente del h¨¢bitat apropiado, ser¨ªa una liberaci¨®n irresponsable, que las directrices de la UICN rechazan rotundamente.
Si se liberase al medio entrar¨ªa en el marco legal para prevenir las invasiones biol¨®gicas. Seg¨²n el cat¨¢logo espa?ol de especies invasoras, para liberar una especie ex¨®tica, las autoridades deben exigir un an¨¢lisis de riesgos que contemple, tanto su capacidad para establecerse en la naturaleza, como valorar los posibles da?os ambientales que pueda causar, por afectar negativamente a la biodiversidad o a los recursos econ¨®micos asociados al patrimonio natural. Tambi¨¦n debe considerar la posibilidad de escape accidental de los ejemplares en semilibertad, y describir las actuaciones previstas en tales casos, as¨ª como las t¨¦cnicas de control, contenci¨®n o erradicaci¨®n.
?Hay alternativas?
El simple deseo de a?orar una especie del Pleistoceno, sustituy¨¦ndola por otra similar que haya sobrevivido en otros pa¨ªses, abrir¨ªa la puerta a la vuelta de especies extintas a la vez o m¨¢s tarde, como el reno, el buey almizclero y algunos carn¨ªvoros, como la hiena, el le¨®n, el leopardo, el glot¨®n, el zorro ¨¢rtico y el cu¨®n. Ni siquiera recurrir¨ªamos a especies pr¨®ximas para llevar a cabo el reemplazamiento. Todas estas especies que aqu¨ª convivieron con el bisonte estepario a¨²n existen.
Seg¨²n lo expuesto, parece m¨¢s razonable priorizar la restauraci¨®n de los ecosistemas con lo que tenemos. Frente a los herb¨ªvoros de laboratorio, como los uros de Heck creados en Alemania o los ponis konik generados en Polonia, que guardan similitudes aparentes y superficiales con sus antecesores salvajes, es preferible recuperar herb¨ªvoros clave mediante las razas dom¨¦sticas tradicionales. Resulta m¨¢s llamativo traer caballos de Przewalski de Mongolia que recurrir a razas r¨²sticas existentes de ganado caballar o bovino, muchas en peligro de extinci¨®n, criadas en r¨¦gimen extensivo por toda la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, que ser¨ªan su equivalente ecol¨®gico m¨¢s pr¨®ximo. Gran parte de la funcionalidad de las especies extintas (reducci¨®n de la masa vegetal para limitar eventos extremos, como los incendios o la matorralizaci¨®n de las praderas subalpinas) la desarrolla la ganader¨ªa extensiva.
La cr¨ªa extensiva de caballos y vacuno r¨²sticos equivaldr¨ªa al reemplazo ecol¨®gico que contempla la UICN mejor que la introducci¨®n de una especie ex¨®tica, como el bisonte europeo, y evitar¨ªa riesgos impredecibles. Gran parte de los terrenos dif¨ªciles de mecanizar y de explotar intensivamente en Espa?a, cercanos al 40% de su superficie, ya son utilizados directamente por miles de cabezas de razas r¨²sticas en r¨¦gimen extensivo, muchas, capaces de sobrevivir en el campo todo el a?o, realizan las funciones que presumiblemente desarrollar¨ªan los bisontes y otros animales ex¨®ticos de dudosa adaptaci¨®n. Su persistencia representa una opci¨®n capaz de conservar un bien cultural y ecol¨®gico sin necesidad de convertirse en aprendices de brujo.
Atendiendo al principio de precauci¨®n, las autoridades ambientales deben paralizar nuevas introducciones y analizar en profundidad la conveniencia de mantener programas de este tipo.
Este art¨ªculo est¨¢ firmado tambi¨¦n por los cient¨ªficos Diego ?lvarez-Lao, Jos¨¦ Vicente L¨®pez-Bao, Alberto Navarro, Francisco Javier P¨¦rez-Barber¨ªa, Pedro Mar¨ªa Casta?os, Jone Casta?os de la Fuente, Arturo Morales Mu?iz, Concepci¨®n Azorit, Joaqu¨ªn Mu?oz-Cobo, Carlos Fern¨¢ndez Delgado, Carmen Gal¨¢n, Juan Carranza, Carlos Granado, Paul Palmqvist, Baltasar Cabezudo, Ram¨®n Soriguer, Carlos M. Herrera, Miguel Delibes, Montserrat Vil¨¤, Miguel Sim¨®n, Emili Garc¨ªa-Berthou, Ana Almod¨®var, Benigno Elvira, Pedro Brufao Curiel, Juan Herrero, Adri¨¢ Casinos y Juan Carlos Blanco.
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