Roman Krznaric, fil¨®sofo: ¡°Tenemos que cambiar la democracia para dar voz a las generaciones futuras¡±
El autor australiano acaba de publicar ¡®El buen antepasado¡¯, donde defiende el pensamiento a largo plazo para dejar un mundo mejor a los j¨®venes
Noticias de ¨²ltima hora. Tuits inmediatos. Env¨ªos urgentes: en tu casa en 10 minutos. Lo quiero todo ya. El mundo se ha vuelto fren¨¦tico y cada vez pensamos m¨¢s a corto plazo, lo que impide afrontar con serenidad los graves retos del futuro. En este contexto, el fil¨®sofo Roman Krznaric (S¨ªdney, 51 a?os) ha escrito El buen antepasado (Capit¨¢n Swing), un ensayo que pretende hacernos reflexionar sobre c¨®mo nos ver¨¢n los humanos del futuro. ¡°Se ignoran los intereses de las futuras generaciones. Es la tiran¨ªa del ahora. Necesitamos un pensamiento largoplacista para enfrentarnos a los pr¨®ximos desaf¨ªos, la pr¨®xima pandemia, las injusticias sociales y raciales, la emergencia ecol¨®gica¡±, resumi¨® este jueves en una charla online en La Casa Encendida, antes de la que atendi¨® a EL PA?S por tel¨¦fono.
Pregunta. En un mundo cortoplacista, ?sabemos c¨®mo nos han influido nuestros antepasados?
Respuesta. Todos sabemos que tenemos ancestros, conocemos a nuestros padres y abuelos. Tenemos una parte de largo plazo dentro de nosotros. Pero solemos olvidar el legado del pasado, como las ciudades en las que vivimos o los descubrimientos m¨¦dicos. Hemos heredado muchos legados del pasado, como econom¨ªas adictas a los combustibles f¨®siles y a un crecimiento infinito. Si queremos pensar en el futuro tenemos que entender ese pasado. Pero estamos cautivos en el momento.
P. ?C¨®mo podemos ser buenos antepasados?
R. Esa es la gran pregunta. Una opci¨®n es simplemente hacernos esa pregunta y que pase a ser parte de nuestro pensamiento. Este s¨¢bado voy a dar una charla en Irlanda ante una asamblea ciudadana por la p¨¦rdida de biodiversidad, donde participan un centenar de ciudadanos, que luego dar¨¢n recomendaciones al Parlamento, y hablar¨¦ de ello. Este tipo de asambleas han proliferado en Europa. Tenemos que cambiar la naturaleza de la democracia para dar voz a las generaciones futuras. Las asambleas de ciudadanos son una especie de pensamiento lento. El riesgo es que los Gobiernos ignoren sus recomendaciones.
P. ?Qu¨¦ otras cosas se pueden hacer?
R. Creo en la importancia de las iniciativas legales que est¨¢n intentando dar derechos a las generaciones futuras, y a monta?as y r¨ªos. Son un nuevo planteamiento. A finales del siglo XIX, las empresas obtuvieron los derechos legales de las personas en EE UU. Ya es hora de que el mundo natural tenga tambi¨¦n personalidad jur¨ªdica, como acaba de pasar con el mar Menor. Eso demuestra que el cambio es posible. En Gales tienen un comisionado para las generaciones futuras. En Barcelona han empezado a aplicar la econom¨ªa de la rosquilla [desarrollada por su mujer, la economista brit¨¢nica Kate Raworth], un sistema econ¨®mico postcrecimiento para repensar c¨®mo deber¨ªa ser la urbe del futuro. Es un modelo que pretende que todo el mundo tenga garantizadas sus necesidades b¨¢sicas, pero respetando los l¨ªmites ecol¨®gicos. Tambi¨¦n se puede mirar hacia la Sagrada Familia para desarrollar el pensamiento catedral, es decir, a largo plazo: es un edificio que arranc¨® en 1882 y todav¨ªa no se ha terminado. O hacia el Tribunal de las Aguas de Valencia, que se ha estado reuniendo cada semana desde hace cientos de a?os para proteger los canales de agua que riegan las tierras agr¨ªcolas valencianas.
P. Pero la mayor¨ªa de los pol¨ªticos piensan a corto plazo. ?C¨®mo cambiamos eso?
R. Ese es el gran reto, porque la democracia representativa es un juego cortoplacista. No soy ut¨®pico: no creo que de repente vayan a pensar a largo plazo. Necesitamos mecanismos para impulsar las asambleas ciudadanas y los derechos de las generaciones futuras. Y creo que la descentralizaci¨®n del poder es una de las mejores maneras de enfrentarse a este problema: uno de los grandes cambios en Europa ha sido dar m¨¢s poder a las ciudades. Las urbes son muy buenas en tomar decisiones a largo plazo, por eso perviven. Estambul ha existido durante los ¨²ltimos 2.000 a?os y ha sobrevivido a varios imperios. Las ciudades son buenas construyendo sistemas de alcantarillado o de agua para sus ciudadanos, que pueden durar siglos.
P. Los seres humanos cada vez viven m¨¢s, pero cada vez piensan m¨¢s a corto plazo. ?Qu¨¦ culpa tienen las pantallas?
R. Es f¨¢cil pensar que todos nuestros problemas vienen de la cultura digital y, mirando a nuestro m¨®vil 110 veces al d¨ªa, es la respuesta sencilla. Pero hemos heredado una profunda cultura del cortoplacismo desarrollada en cientos de a?os. Cada vez cortamos el tiempo en trozos m¨¢s peque?os: los primeros relojes del siglo XIV marcaban cada hora; en 1700 se incorpor¨® el minutero, en 1800 el segundero. Y el mercado de valores se mueve en nanosegundos. As¨ª que el tiempo cada vez va m¨¢s deprisa y eso significa que el futuro est¨¢ desapareciendo. Y tambi¨¦n tenemos el cortoplacismo del capitalismo especulativo neoliberal, que no tiene visi¨®n de futuro ni de su impacto en la poblaci¨®n de planeta, y el de la pol¨ªtica. Todos estos factores alimentan la tiran¨ªa del ahora.
P. Hemos vivido miles de a?os sin coches ni aviones, ?por qu¨¦ ya no imaginamos el futuro sin ellos?
R. La dominaci¨®n de la ciudad por los coches solo lleva 100 a?os. Pero la gente no tiene recuerdos de otra cosa. El coche es una especie de arma. Pensamos que la libertad es conducir o volar a donde queramos, pero no la libertad que importa. En el siglo XVIII en Europa, la gente pensaba que era libre para tener esclavos, y ahora sabemos que eso est¨¢ mal. Es parecido con los coches y los aviones: pensamos que es nuestro derecho, pero el ejercicio de ese derecho tiene impactos perjudiciales en otras personas. Causa da?o y eso es lo que tenemos que meternos en la cabeza. La libertad no es conducir un coche de gasolina ni volar todo lo que quieras.
P. En la era con m¨¢s conocimiento cient¨ªfico es cuando m¨¢s estamos destruyendo el planeta. ?C¨®mo explica esa paradoja?
R. El conocimiento cient¨ªfico y t¨¦cnico puede ser una liberaci¨®n, pero siempre ha sido peligroso. Con la primera prueba nuclear en 1945 desarrollamos la capacidad de destruir el futuro. El problema es que con este conocimiento estamos colonizando el futuro con nuevos riesgos: inteligencia artificial, biotecnolog¨ªa, nanotecnolog¨ªa¡ Pensamos en una utop¨ªa tecnol¨®gica que resolver¨¢ todos nuestros problemas, pero es mejor confiar en la tecnolog¨ªa social: la invenci¨®n de los sindicatos en el XIX es tecnolog¨ªa social que ha ayudado a asegurar los derechos de los trabajadores. Necesitamos nuevas formas de organizarnos para hacer frente a los retos ecol¨®gicos. Los pol¨ªticos no nos salvar¨¢n: ser¨¢ la acci¨®n directa de movimientos como Extinction Rebellion o Fridays for Future los que presionar¨¢n al sistema pol¨ªtico para abrirlo desde abajo. Es lo que pas¨® con el movimiento por los derechos civiles en EEUU o con el movimiento anticolonial en la India.
P. El cambio clim¨¢tico requiere cambiar nuestra vida, pero hay gente que no quiere hacerlo. ?C¨®mo los convencemos?
R. Hay mucha gente que no quiere pagar m¨¢s impuestos para las futuras generaciones porque est¨¢n preocupados por sus problemas actuales. Pero si les das un espacio donde puedan hablar sobre las generaciones futuras, miran al mundo de otra forma. En Jap¨®n tienen un movimiento llamado Dise?o Futuro en el que invitan a vecinos a hablar de los planes para su ciudad: unos tienen que pensar como ciudadanos de ahora y otros se ponen un kimono y tienen que pensar como habitantes de 2060. Y resulta que los que llevan esas ropas piensan en planes de transformaci¨®n m¨¢s ambiciosos respecto al cambio clim¨¢tico o incluso a pagar m¨¢s impuestos. A quienes no quieren hacer nada contra el cambio clim¨¢tico hay que decirles: piensa por un momento en cuando tu hija tenga 90 a?os. ?En qu¨¦ mundo va a vivir? ?Qu¨¦ puedes hacer por ella? La gente reacciona bien a estas preguntas, solo hay que buscar el espacio para plante¨¢rselas.
P. ?C¨®mo nos juzgar¨¢n esas generaciones?
R. Dir¨¢n que fuimos criminales. Mis hijos ya me est¨¢n juzgando. En los noventa vol¨¦ mucho a Guatemala y M¨¦xico para una investigaci¨®n sobre ind¨ªgenas, y me preguntan: ¡°?C¨®mo pod¨ªas volar tanto? La primera Cumbre de la Tierra fue en 1992 [en R¨ªo de Janeiro]¡±. Y les respondo que entonces no formaba parte de nuestra visi¨®n del mundo. Nos ha costado a?os entender el cambio clim¨¢tico. Por eso Greta Thumberg y miles de j¨®venes est¨¢n realmente enfadados. Y tienen raz¨®n.
P. ?Y c¨®mo ser¨¢n vistos en el futuro los actuales activistas clim¨¢ticos?
R. En la escuela de mis hijos hay figuras hist¨®ricas como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o la sufragista Emmeline Pankhurst. Todos ellos incumplieron las leyes, fueron disruptores del sistema. A la vez, los Gobiernos dicen que los activistas clim¨¢ticos que bloquean el tr¨¢fico est¨¢n incumpliendo las leyes y son ecoterroristas. Estos activistas se ver¨¢n en el futuro como ciudadanos responsables y los pol¨ªticos, como irresponsables.
P. Igual que ahora vemos a los que lucharon contra la esclavitud¡
R. S¨ª. El movimiento antiesclavista en Europa en los siglos XVIII y XIX surgi¨® como una rebeli¨®n que intent¨® derribar el sistema. Necesitamos algo similar hoy. Hace poco fui a una conferencia de un ejecutivo de la petrolera Shell que explicaba que el cambio clim¨¢tico es un problema, pero que tenemos que seguir quemando combustibles f¨®siles para conseguir dinero con el que invertir en renovables. Ser¨ªa como si hace 200 a?os los propietarios de esclavos dijeran: ¡°Bueno, la esclavitud est¨¢ mal, pero no podemos cambiar muy r¨¢pido, habr¨¢ que hacerlo en unas d¨¦cadas¡±.
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