Un sabio discreto
Jean-Fran?ois Fogel, fallecido el domingo en Par¨ªs a los 76 a?os, sellaba sus comentarios, no pocas veces c¨¢usticos, con una sonrisa discreta tambi¨¦n, contagiado del humor latinoamericano
Jean-Fran?ois Fogel (Gargenville, Francia, 76 a?os), fallecido el domingo en Par¨ªs, fue un sabio discreto, sin ninguna gana de llamar la atenci¨®n, que sellaba sus comentarios, no pocas veces c¨¢usticos, con una sonrisa discreta tambi¨¦n, contagiado del humor latinoamericano.
Nos conocimos en Cartagena de Indias, a comienzos de la d¨¦cada de los dos mil, cuando se incorpor¨® como maestro de la ...
Jean-Fran?ois Fogel (Gargenville, Francia, 76 a?os), fallecido el domingo en Par¨ªs, fue un sabio discreto, sin ninguna gana de llamar la atenci¨®n, que sellaba sus comentarios, no pocas veces c¨¢usticos, con una sonrisa discreta tambi¨¦n, contagiado del humor latinoamericano.
Nos conocimos en Cartagena de Indias, a comienzos de la d¨¦cada de los dos mil, cuando se incorpor¨® como maestro de la Fundaci¨®n para el Nuevo Periodismo Iberoamericano creada por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, donde yo estaba ya en la misma calidad desde pocos a?os antes, los dos convocados por Gabo, al que nunca pod¨ªa dec¨ªrsele que no.
Eran los grandes tiempos de crisis para el periodismo, cuando lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo no terminaba de nacer, el paso de los medios impresos en papel a los medios digitales en la pantalla, y Jean-Fran?ois tra¨ªa el prestigio legendario, de esos que atra¨ªan a Gabo, de haber rescatado de su extinci¨®n a Le Monde, uno de los diarios de prestigio universal, sometido a esa crisis que amenazaba por igual a los grandes peri¨®dicos en Estados Unidos y en Europa.
De aquella experiencia nacer¨ªa su libro La prensa sin Gutenberg, escrito junto con Bruno Patino, un verdadero manual para entender los nuevos tiempos, que m¨¢s all¨¢ de las perspectivas de futuro de Le Monde como peri¨®dico digital, penetra en profundidad en la revoluci¨®n de las comunicaciones que ahora sigue consum¨¢ndose, comparable a la provocada por la invenci¨®n de la imprenta de tipos m¨®viles casi seis siglos atr¨¢s.
La fundaci¨®n de Cartagena de Indias, y que ahora se llama Fundaci¨®n Gabo, dirigida por Jaime Abello Banfi, ten¨ªa su centro de sustentaci¨®n en los talleres para j¨®venes periodistas, porque Gabo quer¨ªa organizar una forma de aprendizaje parecida a la tertulia de las redacciones, la ¨²nica y verdadera escuela que ¨¦l reconoc¨ªa.
Jean-Fran?ois se convirti¨® en la fundaci¨®n en maestro de esos talleres a cuyos alumnos, llegados de muy distintos pa¨ªses, transmiti¨® sin reservas, generaci¨®n tras generaci¨®n, la sabidur¨ªa adquirida en las redacciones por las que hab¨ªa pasado, Le Monde, France Presse, Le Point, Le Magazine litt¨¦raire y Lib¨¦ration, diario del que fue jefe de redacci¨®n, y su visi¨®n de renovarse o perecer. Talleres, seminarios, charlas, sobre sostenibilidad de empresas de comunicaci¨®n, que ahora en la era digital se creaban por decenas como fruto de la iniciativa de los periodistas j¨®venes; sobre la ¨¦tica y su cara contraria, la desinformaci¨®n, el mal del siglo, y sobre los alcances de la innovaci¨®n tecnol¨®gica.
La fundaci¨®n de Gabo fue desde el comienzo un proyecto ambicioso, que adem¨¢s de los talleres de formaci¨®n y los seminarios, ha llegado a crear un gran festival anual de periodismo, diversas publicaciones, y premios en distintas especialidades, ahora premios Gabo, a la cabeza el premio a la excelencia, que se concede por la trayectoria personal, el ¨²ltimo de ellos otorgado este a?o a la periodista hondure?a Jennifer ?vila, directora de Contracorriente, uno de esos medios emergentes que la fundaci¨®n busca impulsar.
Y la sabidur¨ªa discreta de Jean-Fran?ois fue vital tambi¨¦n para ayudar a solventar las propias crisis de crecimiento de la fundaci¨®n, siempre en busca de m¨¢s recursos para cubrir sus programas. Doy fe de ello porque compartimos asientos como miembros de la junta directiva, donde los problemas financieros se ventilan y resuelven, y tambi¨¦n compartimos asientos en el consejo rector, del cual fue ¨¦l presidente, donde se discuten las estrategias de la organizaci¨®n y las reglas de los premios anuales.
Un sabio discreto, un consejero fiable, un estratega de la comunicaci¨®n, y un cronista experimentado de Am¨¦rica Latina, autor de dos excelentes libros de reportajes period¨ªsticos, Fin de siglo en La Habana (1994), sobre los avatares de la revoluci¨®n cubana; y El testamento de Pablo Escobar (1995), sobre el narcotr¨¢fico en Colombia.
Y un lector perspicaz, literato por vocaci¨®n y sensibilidad, ant¨®logo y prologuista de Federico Garc¨ªa Lorca, del novelista brit¨¢nico Bruce Chatwin y del escritor franc¨¦s Paul Morand, sobre el que public¨® el libro Morand-Express, ganador del Premio Broquette-Gonin de la Academia Francesa en 1981. Toda una persecuci¨®n: ¡°Despu¨¦s de su muerte, segu¨ª a Morand entre sus ochenta libros y sus ochenta y ocho a?os de existencia¡ Coleccion¨¦ sus fotos, atesor¨¦ sus cartas, almorc¨¦ y cen¨¦ con sus amigos y amantes¡ a menudo pensaba que alcanzaba a este hombre pose¨ªdo por el movimiento. Siempre me ha eludido¡¡±.
Un amigo para conversar sobre literatura, y en el que pod¨ªas confiar cuando te dec¨ªa qu¨¦ premio Goncourt mejor no leer. El amigo que me avisaba de su llegada, discreta tambi¨¦n, a Madrid, porque ten¨ªa un encargo de trabajo que cumplir, alg¨²n medio en crisis al que rescatar, para que nos encontr¨¢ramos en el bar del hotel Ritz, y me tra¨ªa desde Par¨ªs alg¨²n libro, el cual, ese s¨ª, deb¨ªa leer.
El sabio discreto al que ya no veremos m¨¢s.