Gargantas de 'rock'n'roll', almas de poeta
Lou Reed, Patti Smith y Laurie Anderson estremecen con su recital de poes¨ªa catalana en Nueva York
El peso de tanta leyenda oprim¨ªa el pecho de los espectadores y amenazaba con hundir el suelo. No s¨®lo estaban all¨ª, al alcance de la mano, vulnerables de tan reales, Lou Reed, Patti Smith y Laurie Anderson, sino todos sus fantasmas: Andy Warhol, Robert Mapplethorpe, Allen Ginsberg, Gloria, Sweet Jane, el Caf¨¦ La Mama. Era de noche en Manhattan y algo innominado, grande y magn¨ªfico, tomaba cuerpo en el Howard Giman Performance Space, en la cuarta planta del 37 Arts, en los ¨¢speros paisajes de Hell's Kitchen, todo un dirty boulevard con ratones y bares de caf¨¦ y donut a un d¨®lar, yeah.
Extrajeron la belleza, la esencia misma de los versos y se los inyectaron en sus propias venas para lanz¨¢rnoslos luego al p¨²blico devenidos otra cosa
Laurie Anderson fue la mejor, sin duda, de los tres por la variedad y calidad de entonaci¨®n, y por la forma de implicarse f¨ªsicamente
La poes¨ªa es una herramienta peligrosa, y m¨¢s en manos de personajes con tanta y tan tremenda vida a sus espaldas. Baqueteados y viejos m¨¦diums, Reed, Smith y Anderson tomaron los poemas de la veintena de autores catalanes del programa del recital y los convirtieron en algo suyo. Extrajeron el licor, la belleza, el drama, la esencia misma de los versos y se los inyectaron en sus propias venas para lanz¨¢rnoslos luego al p¨²blico devenidos otra cosa, con ese brillo que adquieren las monedas al girarlas pensativamente entre los dedos. Hab¨ªan ensayado el d¨ªa antes, obstinada, profesional, concienzudamente.
Pocas concesiones para la gala: Lou Reed cambi¨® la chupa de cuero por una levita, pero conserv¨® la ajada camiseta. Anderson se maquill¨® y Patti Smith, because the night, se meti¨® los vaqueros en la ca?a de las botas de cowboy. Se situaron los tres ante sus atriles en el escenario desnudo sobre el que poco antes hab¨ªa estado ensayando sus cosas el bailar¨ªn Mija¨ªl Barishnikov, el anfitri¨®n de la velada, presente tambi¨¦n entre el p¨²blico: doscientas personas y pico que se agolpaban en unas pocas gradas e incluso en el suelo, como quien firma estas l¨ªneas. Desde ah¨ª, a un metro y medio, en contrapicado, a Lou Reed pod¨ªas tocarlo, si te atrev¨ªas. Mostraba un aire hosco y chulesco que enmascaraba, lo que hay que ver, nerviosismo; las orejas grandes, la poderosa cabeza de rasgos cincelados a escoplo, las manos, hu¨¦rfanas de cuerdas, engarzadas en el cintur¨®n. Patti Smith segura de s¨ª misma, con a¨²n aquella mirada retadora de la ambigua foto de Mapplethorpe en la tapa de Horses. Laurie Anderson, con aire de duende, su acerada inteligencia bajo una actitud enga?osamente pretty.
El ambiente, era expectante. El letrero de Exit brillaba como un coraz¨®n al rojo. Borja Sitj¨¤, responsable art¨ªstico del Instituto Llull -organizador de la sesi¨®n, en el marco del festival Made in CataluNYa- y verdadero art¨ªfice de la iniciativa po¨¦tica merced a su amistad con Lou Reed, hizo una somera presentaci¨®n. La gente abri¨® los libritos con los poemas catalanes y su traducci¨®n al ingl¨¦s. Arranc¨® la lectura Laurie con dos poemas de Perejaume, meci¨¦ndose en los versos, con voz hipnotizante, llena de matices y modulaciones, la mejor sin duda de los tres por la variedad y calidad de entonaci¨®n, y por la forma de implicarse f¨ªsicamente: brill¨®, claro, la gran performer. Bord¨® su lectura de Derrota de Joan Brossa y pudo, extray¨¦ndole su impresionante actualidad desde la contundencia de la show woman de Home of the brave, con el largo y dificil¨ªsmo Manifest groc (Yellow manifesto), de Dal¨ª, Gasch y Montany¨¤, el hit de la noche. El encuentro de Laurie Anderson con Espriu se sald¨® con una impensable simbiosis: la artista lleg¨® a cantar algunos versos de Assaig de c¨¤ntic en el temple.
Patti Smith no hab¨ªa querido decir uno de los poemas que le correspond¨ªan, Les paraules, de Miquel Mart¨ª i Pol. No lo comprend¨ªa. Es ir¨®nico, pru¨¦balo de esa manera, le se?alaron los organizadores en el ensayo. "Pero yo no soy ir¨®nica", zanj¨®. As¨ª que finalmente recit¨® otro poema del mismo autor: Eleonor, en el que se fundieron de manera estremecedora los versos del poeta de Roda de Ter -que nunca pudo imaginarse en la boca de semejante mujer- con la experiencia vital de la otrora Patricia Lee Smith. El poema es sobre una pobre chica trabajadora. Smith lo fue, tambi¨¦n en una f¨¢brica, la Piss Factory de sus recuerdos. Regresaron la humillaci¨®n, la rabia contenida, "that incontrolable feeling of loneliness", en las palabras de Mart¨ª Pol vertidas al ingl¨¦s.
Y ah¨ª estaba Patti Smith, espigada y gastada, el rostro altivo y salvaje de un gu¨ªa chiricahua de la caballer¨ªa de Crook, no exento de ruda belleza, el cabello largo te?ido a medias, evocando entre l¨ªneas sus humildes or¨ªgenes -just a Jersey girl-, la pobreza, el hijo dado en adopci¨®n, la madre fan¨¢tica religiosa. Patti Smith es ella misma una gran poeta -poeta sucia, dura, rimbaudiana, se describe-, siente la poes¨ªa como una de las cosas que redimen la existencia, tantas muertes. Y as¨ª recit¨®. Hizo suyo a Gimferrer. Se reflej¨® a s¨ª misma en el espejo de un poema de Maria Merc¨¨ Mar?al -"mujer reptil, mujer monstruo, mujer drag¨®n / como el cactus, como t¨², superviviente". Enlaz¨® con Carner ("supervivent d'un cant remot"), uno de cuyos poemas cant¨® directamente, y supo transitar por la espesa selva sem¨¢ntica de J. V. Foix, que ya es trance.
Lou Reed, voz maravillosamente ronca, profunda, de hey babe, declam¨® All brow, de Blai Bonet, muy implicado, como si fuera una m¨¢s de sus letras del ¨¢lbum New York. Le reconocimos especialmente en el verso de Estell¨¦s "he perdut el costum de les coses amables", en el paseo oscuro "en el que puedes encontrar ciertas mujeres que quieren ciertas cosas" (el p¨²blico le ri¨® varias frases que sonaban autorreferenciales y Lou se anim¨®). Dijo sus poemas sin la concesi¨®n de una entonaci¨®n musical, y sin riffs, claro, pero nadie pudo dejar de percibir un eco lejano de du, du-du, du-du, du-du-du-du...
Tuvo problemas, como es l¨®gico, con la pronunciaci¨®n de "Granollers", "Borges Blanques" y "Matar¨®" en Am¨¨rica, de Casasses, le ech¨® un pulso a Gabriel Ferrater y coincidi¨® con Carles Riba ("happy the man who does not look back"). Su fuerte presencia, aunque ha echado barriga y gusta de hacer unos desmadejados movimientos de tai chi para relajarse, atra¨ªa continuamente la mirada. Recuerda a ratos un gran gato capado -sobre todo cuando Laurie, su pareja, le hace una caricia-, pero a la que te descuidas, y aunque hace 15 a?os que no se mete nada y uno que no fuma, saca sus u?as salvajes. Mientras recitaba, son¨® un m¨®vil, y entre verso y verso Lou Reed espet¨® un "?apaga el tel¨¦fono!" aterrador.
Se les ovacion¨® al acabar y llegaron los bises. El primero fue el significativo poema de Jaime Gil de Biedma -el ¨²nico de un poeta catal¨¢n que escrib¨ªa en castellano- metido de tapadillo en el recital. Lou Reed lo dijo con emoci¨®n y quedaron ganas de o¨ªrle recitar m¨¢s versos del autor, como aquellos: "Te acompa?an las barras de los bares / ¨²ltimos de la noche, los chulos, las floristas, / las calles muertas de la madrugada". Laurie Anderson recit¨® Amb m¨²sica ho escoltaries potser millor -ir¨®nico t¨ªtulo dado a la velada-, el bell¨ªsimo poema de amor de Espriu y dijo luego que eran los versos m¨¢s hermosos que hab¨ªa dicho. Patti Smith acab¨® con un improvisado y sorprendente: "?Viva catal¨¢n!" (sic). Finalmente, los tres lectores no se pusieron las barretinas que hab¨ªa tra¨ªdo la organizaci¨®n.
Los comentarios fueron un¨¢nimemente elogiosos, aunque hubo quien lament¨® que no se hubiese recitado alg¨²n poema en su idioma original (todos lo fueron s¨®lo en ingl¨¦s) para ver qu¨¦ tal sonaba. La extraordinaria velada se cerr¨® con una fiesta en la panor¨¢mica sala de ensayos de Baryshnikov, donde si ten¨ªas suerte te echaba los tejos un bailar¨ªn fibroso o una madura dise?adora de interiores.
Lou Reed, Patti Smith y Laurie Anderson se fueron pronto (se ve que ya trasnochan poco), llev¨¢ndose con ellos sus sue?os, sus fantasmas y a sus nuevos amigos, los poetas. Al salir, la ciudad parec¨ªa igual: los gorriones durmiendo a la sombra de los rascacielos en construcci¨®n, la foto de Richard Casado ("proudly servent in Irak") en la puerta de un cuartel de bomberos de la 41th y un viejo negro borracho en la acera que -hay testigos- gritaba como reclamo para pedir limosna: "Hey, Romeo, hey Juliette!". La ciudad parec¨ªa igual, pero t¨² te sent¨ªas caminar sobre un sendero pavimentado de brillantes versos y recuerdos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.