Manzanas podridas en el Gran Canal
Venecia impone a los gondoleros multas y controles de alcoholemia y de drogas por sorpresa La medida se debe a los repetidos abusos denunciados por los clientes
Cuando el reloj de la iglesia de Santa Maria Formosa da las siete de la tarde, Mariano Pozzobon se detiene. Deja la g¨®ndola en el canal que lleva el mismo nombre de la iglesia y comienza a hacer ejercicios de estiramiento sobre una banca diminuta de madera. Mariano es calvo y bajito, apenas cabe en la banca. Lleva todo el d¨ªa de pie, remando a bordo de una g¨®ndola, paseando turistas por Venecia. Tiene la cara y la cabeza tostadas por el sol. Abandona por unos minutos la sesi¨®n improvisada de yoga, conversa con su compa?ero, Franco Favaro. Llevan 15 a?os viajando todas las ma?anas desde la isla de Murano a Venecia, para cazar la preda y subirla a la g¨®ndola. La competencia es feroz: hay casi 600 colegas inscritos oficialmente.
El gremio de los gondoleros es cerrad¨ªsimo. Charlar con ellos es una tarea ardua. Desde el pasado 8 de julio, parecen tortugas dentro del caparaz¨®n. Ese d¨ªa, Nicola Falconi, presidente del Ente G¨®ndola, la sociedad del Ayuntamiento veneciano que rige las licencias y el reglamento de los gondoleros, dispuso que, por primera vez en la historia de Venecia, ser¨¢n sometidos por sorpresa a ex¨¢menes antialcohol y antidroga.
El martes 16 de julio, el alcalde, Giorgio Orsoni, se reuni¨® con Falconi y pidi¨® ¡°mano dura¡±. La gota que derram¨® el vaso surgi¨® hace unas semanas, cuando apareci¨® en YouTube un v¨ªdeo de un hombre con el torso desnudo, nadando en el Gran Canal, cerca de San Marcos. Al nadador probablemente le hab¨ªan tomado el pelo unos gondoleros, que le hab¨ªan ofrecido un trabajo como atracador de g¨®ndolas. Eso s¨ª, deb¨ªa primero mostrar sus capacidades de nadador. La responsabilidad recay¨® en el jefe de los gondoleros, pues seg¨²n Falconi, ¡°incluso si era una broma no debi¨® permitir que ocurriera¡±. Como castigo le ser¨¢ suspendida la licencia por un mes, lo que implica la perdida de mucho dinero. En verano, en un d¨ªa, un gondolero puede ganar 800 euros, asegura Falconi.
Mariano Pozzobon y Franco Favaro no huelen a alcohol. Huelen a trabajo. Cuando se les pregunta sobre las nuevas medidas, Pozzobon asegura: ¡°Existen manzanas podridas entre los gondoleros, y hay que eliminarlas¡±.
El Ente G¨®ndola recibe quejas de turistas que se?alan comportamientos ¡°poco ortodoxos¡± de algunos gondoleros, seg¨²n Nicola Falconi. Los turistas se lamentan porque algunos cobran por posar en una foto. O se?alan que otros son poco gentiles. Y no faltan denuncias de precios exagerados.
Por el Campo Santa Mar¨ªa Formosa, una familia camina con dos ni?os. Uno de ellos pregunta a Favaro: ¡°?Cu¨¢nto cuesta un paseo?¡±. ¡°Uno de 40 minutos, 80 euros. Por cada 20 minutos excedentes se cobran 40 euros¡±, responde Favaro. El ni?o pone cara de susto. ?Podemos, pap¨¢? El padre le toma la mano y se aleja.
Tales son los precios oficiales establecidos hace seis a?os por el Ente G¨®ndola. Y valen para un m¨¢ximo de seis personas. Los turistas desconocen las tarifas debido a la carencia absoluta de informaci¨®n visual. La primavera pasada, cerca de Rialto, dos gondoleros cobraron 300 euros por un paseo de una hora y media, en vez de los 120 establecidos. Una pareja de turistas rusos pag¨® 400 euros por la misma duraci¨®n. Las ¡°manzanas podridas¡± fueron sancionadas con la pena m¨¢xima: un mes de suspensi¨®n de licencia. Ambos gondoleros pidieron disculpas a los clientes. Uno de ellos devolvi¨® el dinero al consulado ruso e invit¨® a los afectados a repetir el viaje en g¨®ndola... gratis.
El trabajo de gondolero es una tradici¨®n milenaria que, por lo general, pasa de padres a hijos. Hay que tener experiencia con los remos, superar un examen pr¨¢ctico de cinco semanas, uno te¨®rico sobre las normas de navegaci¨®n en Venecia, y otro de comportamiento. Aprobado eso, el interesado pasa a ser sustituto. Y para convertirse en gondolero pueden pasar hasta 10 a?os, observando y aprendiendo los trucos del oficio.
En el traghetto delante de la estaci¨®n de tren de Santa Luc¨ªa reposa Bruno Gnan, de 70 a?os, gondolero durante 40 a?os. La primera parte de su carrera transcurri¨® como gondolero de casada, es decir aquellos que viv¨ªan en el palacio de alguna familia rica y estaban al servicio del patr¨®n las 24 horas del d¨ªa. Pero la tradici¨®n del gondolero privado desapareci¨® con la llegada del vaporetto, la nave de servicio p¨²blico. La vida de gondolero le llev¨® a Gnan a Nueva York. ¡°Una rubia se enamor¨® locamente de m¨ª. Aguant¨¦ un mes. Demasiada confusi¨®n¡±. Y responde a la pregunta: ¡°?Los gondoleros beben?¡±: ¡°Un sptriz (agua con gas, vino espumante y unas gotas de aperol), tal vez dos, pero no somos borrachos. Si no, a ver c¨®mo haces para conducir una g¨®ndola de 350 kilos¡±.
Babelia
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