Atrapado por sus fans
La idea no es mala, pero las ansias de retroalimentaci¨®n cine-televisi¨®n y los problemas para ser cr¨ªtico acaban con sus posibilidades
La idea no es mala, pero las ansias de retroalimentaci¨®n entre cine y televisi¨®n, y los problemas para ser verdaderamente cr¨ªtico y ¨¢cido con, precisamente, su p¨²blico potencial acaban con sus posibilidades. En dos l¨ªneas: ?qu¨¦ pasar¨ªa si, tras un salvaje fiest¨®n, el t¨ªpico actor chulito de las teleseries quedara atrapado en una casa frente a un asesino junto a varias de sus fan¨¢ticas admiradoras? Esa es la premisa principal, y en realidad ¨²nica, pues estamos ante un slasher de libro, de After party, otro de esos productos del cine espa?ol alejado de cualquier identidad propia, nacido bajo los auspicios de Telecinco (el product placement es bestial), para contentar a ese amplio arco de p¨²blico que no solo muere por las teleseries juveniles de las cadenas, sino que adem¨¢s arrampla con todos los ingredientes asociados a ellas, sobre todo revistas del coraz¨®n y cercan¨ªa con el ¨ªdolo a trav¨¦s de la comunicaci¨®n en las redes sociales.
AFTER PARTY
Direcci¨®n: Miguel Larraya.
Int¨¦rpretes: Luis Fern¨¢ndez, Alicia Sanz, Roc¨ªo Le¨®n, Ana Caldas, Juan Blanco.
G¨¦nero: thriller. Espa?a, 2013.
Duraci¨®n: 72 minutos.
Dirigida con tanta profesionalidad como falta de inventiva por Miguel Larraya, After party tiene todos los ingredientes que se le suponen a un producto como este: terror liger¨ªsimo, sexo de manual, carne fresca, m¨²sica electr¨®nica, piscinas, caras guapas y ya conocidas de la peque?a pantalla, una pizca de droga y cameos de famosos (desde la secuencia inicial de ?rsula Corber¨®, al estilo Scream, hasta los apenas segundos de Pilar Rubio). A los 14 minutos de metraje, ya te han colado un videoclip de casi cuatro minutos. Para cubrir tiempo, que hay que llegar, al menos, a la hora y cuarto. Sin embargo, lo peor es que desaprovecha una buena oportunidad para apu?alar a los dos bandos enfrentados (las estrellitas y la sociedad fan), y acaba salvando a ambos. Sus presumibles espectadores no lo hubieran permitido y la estrategia de retroalimentaci¨®n hubiera salido demasiado cara. Aunque quiz¨¢ deje para la historia una frase que, si no se hubiera pronunciado tan en serio, hubiese sido genial: ¡°?Que la polic¨ªa no lee el Cuore¡!¡±.
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