Mal d¨ªa para la sobriedad

Las mejores parodias no tienen nunca el poder suficiente para acabar de una vez por todas con un arquetipo gastado por el uso. En otras palabras, el risible h¨¦roe con trauma a cuestas de Aterriza como puedas (1980) ¡ªe incluso el Lloyd Bridges que, en la misma pel¨ªcula, escogi¨® mal d¨ªa para dejar el pegamento y otras surtidas adicciones¡ª no nos libr¨® de que los manuales de gui¨®n siguieran aconsejando el uso de arquetipos enfrentados a sus mayores miedos y fobias para salvar el d¨ªa. En este sentido, el arranque de Non-stop,quinto largometraje del cada vez m¨¢s firmemente instalado en la industria estadounidense Jaume Collet-Serra ¡ªtodo un sue?o h¨²medo para cierto prototipo de joven cineasta espa?ol¡ª, resulta poco menos que temerario: en las cercan¨ªas de un aeropuerto, las temblorosas manos del protagonista ¡ªagente de seguridad de inc¨®gnito en vuelos internacionales¡ª manejan una delatora botella de whisky. Al espectador le puede costar tanto salir de su asombro ante ese aparente ejercicio de obviedad que corre el riesgo de pasar por alto el virtuosismo formal de la escena que llega despu¨¦s: un paseo por el aeropuerto, con la visi¨®n empa?ada, que se detiene en varios potenciales focos de sospecha ¡ªentre ellos, un musulm¨¢n¡ª antes de llegar a la puerta de embarque.

La botella de whisky y las manos temblorosas tienen algo de afortunada maniobra de distracci¨®n. En realidad, ambas cosas son lo que parecen, pero lo que no es lo que parece es, directamente, el conjunto: lejos de un impersonal y rutinario ejercicio de acci¨®n en el espacio claustrof¨®bico de un avi¨®n, Non-stop se revela pronto un blockbuster con toque de distinci¨®n, afirmando a Collet-Serra como artesano capaz de introducir sugestivas disonancias ¡ªcomo hizo en su extra?a carta de presentaci¨®n, La casa de cera (2005), con las claves del cine de terror palomitero¡ª en melod¨ªas ya reiteradas. La pel¨ªcula no quiere ser tanto una prolongaci¨®n de esa reci¨¦n adquirida condici¨®n de action-hero por parte del maduro Liam Neeson como un bien modulado ejercicio de suspense, especialidad psic¨®pata omnisciente (a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa port¨¢til) dispuesto a jugar al gato y al rat¨®n con h¨¦roe victimizado. Hay giros inesperados ¡ªuno casi polanskiano¡ª y un fin de fiesta con alto sentido del espect¨¢culo. Solo faltar¨ªan el estilo y alguna pulsi¨®n inconsciente.