La arquitectura donde nunca ha llegado
Una corriente humanista replantea la forma de construir desde la austeridad y la sencillez
Una ciudad amurallada. El per¨ªmetro, lo primero que se construy¨®, recorta Masdar en el desierto. Separada de Abu Dabi por un mar de arena, esta ciudad 100% sostenible comenz¨® a levantarse hace seis a?os, cuando su autor, Norman Foster, la present¨® como ¡°la primera capaz de generar su propia energ¨ªa y de reciclar todos sus residuos¡±. El cerco que la rodea y su trazado remiten a las urbes medievales (amuralladas, densas y con calles estrechas), y su ejecuci¨®n (con p¨¦rgolas y celos¨ªas), a las coloniales espa?olas, cuya ret¨ªcula urbana se ordenaba atendiendo al sol y a las brisas. As¨ª, bajo esa apariencia plagada de referencias hist¨®ricas, son los veh¨ªculos subterr¨¢neos propulsados por energ¨ªa solar los ¨²nicos que parecen hablar en futuro en ese nuevo oasis enclaustrado que plantea la duda de si el planeta puede ser sostenible a trozos. Tal vez sea el momento de afrontar que la arquitectura no puede llegar a cualquier precio donde nunca ha llegado.
Una arquitectura que atiende a necesidades, en lugar de imponer soluciones estandarizadas,
Tambi¨¦n en la costa norte de Per¨² el paisaje es des¨¦rtico y tambi¨¦n los arquitectos Carlos Andr¨¦s Restrepo y Elizabeth Milagros A?a?os tuvieron que lidiar con la aridez. Solo que, lejos de aislarla, ellos propusieron abrir la escuela Santa Elena, repararla haciendo m¨¢s habitable el lugar que ocupa en el caser¨ªo de Piedritas. Los proyectistas quer¨ªan ir m¨¢s all¨¢ de la supervivencia y alcanzar las sensaciones que la mejor arquitectura puede aportar. Para lograrlo no echaron mano de la ¨²ltima tecnolog¨ªa, que no pod¨ªan pagar, sino de los habitantes del lugar. Fueron ellos quienes identificaron las necesidades y las carencias que implica habitar el desierto, insistiendo en la importancia de la sombra y los patios. Atendiendo a esas prioridades, los arquitectos arreglaron el edificio existente y su entorno para convertir un inmueble aislado en un lugar. As¨ª, escuchando y no imponiendo, actuando como gu¨ªas m¨¢s que como autores, Restrepo y A?a?os dibujaron un perfil distinto de arquitecto para el nuevo siglo.
Son muchos, y est¨¢n por todo el mundo, los ejemplos que demuestran que la arquitectura est¨¢ llegando a donde nunca antes lleg¨®. Y no son solo las emergencias las que ponen en marcha a profesionales de la talla del ¨²ltimo Pritzker, Shigeru Ban, cuya catedral de cart¨®n se inaugur¨® el a?o pasado en Christchurch (Nueva Zelanda). De la misma manera que solo en el siglo XX la arquitectura abord¨® el problema de la vivienda social, muchos proyectistas del siglo XXI est¨¢n llevando su disciplina a donde nunca antes hubo inter¨¦s en que llegara.
En Colombia, tambi¨¦n la escuela Santo Domingo Savio de Medell¨ªn supone una acci¨®n contraria a la de Masdar al convertir no el desierto, sino lo opuesto, una gran aglomeraci¨®n de viviendas precarias, en un rinc¨®n urbano. Proyectado por el colectivo Obranegra, el edificio desciende por la ladera convertido en los cimientos de una gran plaza-mirador en la que los vecinos puedan hacer algo que nunca hab¨ªan tenido espacio para hacer en su barrio: celebraciones, deportes o pasar la tarde en ese lugar de encuentro. M¨¢s all¨¢ de servir como escuela, el edificio demuestra que el espacio p¨²blico, la calle y sobre todo las plazas ¡ªque escasean en un lugar tan denso¡ª sirven para hacer algo m¨¢s que llegar de un sitio a otro. El equipo de Carlos Pardo utiliza la arquitectura para unir, para zurcir en lugar de para encerrar. Este colegio se hizo con uno de los premios de la VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) hace cuatro a?os, pero el mes pasado otro parvulario en el mismo barrio de Medell¨ªn fue premiado en la IX BIAU ¡ªque se celebrar¨¢ este oto?o en Rosario (Argentina)¡ª, demostrando otra vez c¨®mo la arquitectura puede desplegar su poder transformador en lugares donde siempre brill¨® por su ausencia.
Conviene tener cuidado con el adjetivo ¡°transformador¡± porque con proyectos como estos ¡ªcapaces de reorganizar la vida en un barrio¡ª se transforman tanto los arquitectos como su arquitectura. Lejos de caer en paraca¨ªdas para solucionar programas desde ideas preconcebidas, hay una arquitectura que adem¨¢s de culta, funcional y rigurosa quiere ser humanista. Por eso recoge la ense?anza de las propias viviendas de autoconstrucci¨®n del cerro ¡ªque desgajan sus vol¨²menes para adaptarse al desnivel del terreno¡ª. La disposici¨®n modular ¡ªdividir un edificio en partes¡ª no solo atiende a la topograf¨ªa del barrio, tambi¨¦n evita costes innecesarios en dinamita para romper las rocas sobre las que se cimienta la escuela. Como el colegio de Obranegra, este jard¨ªn infantil de Plan B Arquitectos tambi¨¦n se inserta en el vecindario como uno m¨¢s, codo con codo, sin arrogancia, pero dando ejemplo, pintado de azul para ser f¨¢cilmente localizable en medio de tanto ladrillo. ?sta es una arquitectura que habla a estudiantes y vecinos. Su mensaje tiene valor cultural: se puede construir una vida diaria mejor.
En Brasil, buena parte de la nueva clase media vive en favelas. Es frecuente que la precariedad de las casas de esos asentamientos mejore haci¨¦ndose eco de la vida de sus habitantes. Pero el paisaje irregular en el que se ubican necesita la mano de proyectistas capaces de hacer acupuntura urbana para convertir poblados en barrios. Traducir d¨¦cadas de hacinamiento en vecindarios dignos es otro gran reto de la arquitectura. Sucede en la periferia de M¨¦xico DF, en la de Estambul y en tantas otras megal¨®polis. Muchos de los ciudadanos que logran instalarse, arraigar y vivir all¨ª no quieren despu¨¦s trasladarse. Pero s¨ª quieren mejorar. Prefieren peque?as arquitecturas reparadoras que su mudanza a una vivienda social de nueva planta. No cuesta entenderlo cuando uno compara la vida a pie de calle con los bloques de pisos protegidos que ofrecen un apilamiento enrejado. Una arquitectura que atiende a necesidades en lugar de imponer soluciones estandarizadas dibujar¨ªa tambi¨¦n un nuevo panorama.
En Medell¨ªn la escuela Santo Domingo Savio demuestra que el espacio p¨²blico, escaso en zonas muy densas, es m¨¢s que un mero
Son muchos los factores que empujan a la arquitectura del siglo XXI a donde esta disciplina nunca antes lleg¨®. Se ha multiplicado el n¨²mero de profesionales ¡ªprocedentes de varios sectores sociales, no exclusivamente de una ¨¦lite¡ª dedicados a construir, y estos nuevos proyectistas est¨¢n reconociendo la urgencia de las viejas necesidades: la mejora urbana de las ciudades sin forma. Distinguir entre arquitectura y construcci¨®n ¡ªcomo si la medicina se conformara siempre con cuidados paliativos¡ª ha sido una de las mayores perversiones de la ¨¦poca moderna. Extender ahora el conocimiento ¡ªla t¨¦cnica, el valor cultural a?adido y la previsi¨®n (la sostenibilidad)¡ª reordena las prioridades de la disciplina. El camino no es f¨¢cil. Las mejores intenciones no pueden suplir la financiaci¨®n que las obras necesitan. Sin embargo, s¨ª puede reorganizarse la manera de construir ¡ªcon poco y local o con mano de obra con diversos niveles de preparaci¨®n¡ª, como demuestran el estadounidense Michael Murphy en Ruanda o la austriaca Anne Heringer en Bangladesh. Ambos han cambiado el papel de autor de edificios por el de gu¨ªa para llevar la arquitectura a donde no se la esperaba. Trabajar sin despilfarrar, atendiendo a la tradici¨®n y a los habitantes y a?adiendo a la supervivencia la mejora de la cultura arquitect¨®nica son algunos de los retos de esta disciplina en el siglo XXI. Otra opci¨®n no tiene sentido. Llevarla a donde nunca ha estado para extender la huella insostenible del negocio inmobiliario acabar¨ªa con todos. La sostenibilidad no admite barreras. Segregar en nombre del progreso es una de las grandes perversiones que una arquitectura reparadora podr¨ªa ayudar a combatir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.