?M¨¢s madera!

Adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima escrita por Ron Rash en 2008, Serena, segundo proyecto estadounidense de la danesa Susanne Bier, es una nueva demostraci¨®n del empe?o de la cineasta por encontrar su lugar en el sol en el seno del mainstream, lejos de esas turbulencias Dogma que puntuaron de manera ef¨ªmera su historial y cerca de ese Oscar que una vez gan¨®. No se trata de un reproche de cr¨ªtico desafecto a las convenciones, sino de una constataci¨®n: de los muchos cineastas contempor¨¢neos que exploran las nuevas posibilidades del melodrama, Bier es, posiblemente, quien menos ha ampliado sus c¨®digos expresivos, menos ha cuestionado el peso de su tradici¨®n y, por tanto, mejor se integrar¨ªa en un Hollywood que, en sus discursos dominantes, pocas veces se ha cuestionado el g¨¦nero como problema. Las pel¨ªculas de Bier pertenecen a otra liga distinta a aquella en la que podr¨ªan coincidir Pedro Almod¨®var, Todd Haynes, Lee Chang-dong o Isabel Coixet. As¨ª, Serenapuede percibirse de dos maneras distintas: como una de las piezas m¨¢s rutinarias de su trayectoria o como una encarnaci¨®n tan buena como cualquier otra de su est¨¦ril trabajo sobre el g¨¦nero y de su palpable desgana para el desaf¨ªo y la transgresi¨®n.

En este relato que, en palabras de Rash, part¨ªa de resituar el mito de Lady Macbeth a los bosques de Carolina del Norte en los a?os de la Depresi¨®n, Bier vuelve a delatar su gusto por el golpe de efecto primario: ser un ni?o o un beb¨¦ en gestaci¨®n dentro de una pel¨ªcula de la danesa no parece ser la m¨¢s segura ni tranquilizadora de las opciones de vida. La apasionada historia de amor tr¨¢gico entre un empresario maderero acosado por las deudas (Bradley Cooper) y una ambici¨®n rubia, arrojada y activa (Jennifer Lawrence) escala hacia su supuesta catarsis de manera rutinaria y no se toma ni siquiera la molestia de plantear preguntas estimulantes sobre las tempranas mec¨¢nicas de un capitalismo norteamericano en construcci¨®n. No hab¨ªa que pedirle a Susanne Bier que hiciese su Dogville (2003) particular, pero ning¨²n espectador, ni siquiera el m¨¢s tolerante, merece tanta apat¨ªa.