Popularidad sin subversi¨®n

Una posible divisi¨®n del cine separa a los artistas minuciosos, rigurosos y con ansias de perfecci¨®n, y a los volcanes creativos que, seguramente con tanta falta de control como maravillosa inspiraci¨®n, acaban encontrando la chispa de lo distinto, el cine que llega m¨¢s a las tripas que a la cabeza. ?lex de la Iglesia siempre fue de los segundos y en Mi gran noche, casi m¨¢s que nunca. De su nueva pel¨ªcula, hermana peque?a de aquella Muertos de risa de 1999, aunque m¨¢s lista y traviesa, con m¨¢s experiencia en la jungla del rodaje hiperb¨®lico, hay que valorar su idea, magn¨ªfica, y sobre todo las dificultades que conlleva una filmaci¨®n (y un montaje) de estas caracter¨ªsticas, con un presupuesto como el de las producciones espa?olas, donde interior y exterior de la pel¨ªcula, con la figuraci¨®n y las ansias de orden como testigo, se funden en una ir¨®nica paradoja sobre la imposibilidad del orden dentro del caos.

Mi gran noche quiz¨¢ no trascienda m¨¢s all¨¢ de su propio fuego, que lo tiene, a pesar de esos toques sociales sobre la generaci¨®n choni del gran hermano o los chanchullos pol¨ªtico-empresariales, que no llegan a hacer pupa pudiendo lograrlo, pero siempre hay un momento delirante, descomunal, que la recupera de sus desiguales gags: el carisma de Raphael; la tierna tontura de los personajes de Mario Casas y Blanca Su¨¢rez, estupendos ambos; el oficio en el tempo de la comedia de secundarios como Carmen Machi, Luis Callejo o Carlos Areces; la genial idea de ese personaje que s¨®lo habla a trav¨¦s de letras de canciones del mito, y que lleva a los mejores momentos de la pel¨ªcula con Jaime Ord¨®?ez como espectacular gu¨ªa de perfecta dicci¨®n. Como un ¨¢ngel exterminador de la era de la descomposici¨®n hortera, como un guateque sin petersellers, Mi gran noche quiz¨¢ sea, como la propia realidad que retrata, m¨¢s popular que subversiva, lo que no deja de ser una opci¨®n v¨¢lida.