Humanizar la m¨¢quina
Un volumen de ensayos refleja la envergadura intelectual del historiador y fil¨®sofo de la tecnociencia Lewis Mumford
Para la mayor¨ªa de nosotros, Lewis Mumford es sobre todo conocido como historiador del urbanismo, estudioso de la arquitectura y fil¨®sofo de la t¨¦cnica; este libro, en el que el autor compil¨® en su madurez una serie de ensayos destinados a mostrar la totalidad de su obra, nos ofrece una visi¨®n m¨¢s amplia de su envergadura intelectual, incluyendo su penetrante lectura de los ¡°cl¨¢sicos¡± estadounidenses (Whitman, Emerson, Melville, Eakins), su finura como cr¨ªtico literario y est¨¦tico y sus ingentes conocimientos hist¨®ricos y cient¨ªficos. Escritor, pues, de una complexi¨®n casi colosal, todos sus trabajos est¨¢n atravesados, adem¨¢s de por un inconfundible aliento po¨¦tico, por una voluntad que, como subraya el subt¨ªtulo de estos Ensayos, no se orienta tanto a la profec¨ªa como al pron¨®stico, ¨¢vida de un atisbo de futuro que descarte o que confirme nuestros temores o nuestras esperanzas. Un futuro que, a pesar de su espl¨¦ndida longevidad (muri¨® en 1990, con 94 a?os), es ya desde hace tiempo nuestro presente.
Se fue haciendo cada vez m¨¢s pesimista sobre las posibilidades de ¡°humanizar la m¨¢quina¡± en un mundo sin distancias pero a la vez sin relaciones de vecindad aut¨¦ntica
Casi todos esos pron¨®sticos son las realidades en las que vivimos y los problemas con los que nos angustiamos; y, descontando las aeronaves urbanas que todo el mundo imagin¨® a mediados del siglo pasado (cuando los embotellamientos automovil¨ªsticos empezaron a ser insoportables) que surcar¨ªan el espacio de las ciudades del siglo XXI, y que se quedaron varadas en los tebeos futuristas y en las series de animaci¨®n como Los Supers¨®nicos (The Jetsons), todo lo dem¨¢s pertenece a la discusi¨®n contempor¨¢nea.
Pensador de la t¨¦cnica, Mumford no reduce el horizonte de su reflexi¨®n a lo que hoy llamar¨ªamos ¡°la tecnolog¨ªa¡±: en uno de los textos m¨¢s influyentes de esta compilaci¨®n (La primera megam¨¢quina), proyecta la idea de ¡°m¨¢quina¡± mucho m¨¢s all¨¢ de la invenci¨®n de ingenios mec¨¢nicos propiamente dichos, hacia la ¡°m¨¢quina militar¡± constituida por ej¨¦rcitos antiguos o hacia la ¡°m¨¢quina laboral¡± del Egipto arcaico que permiti¨® la construcci¨®n de las grandes pir¨¢mides, cuya energ¨ªa no era otra que el poder pol¨ªtico-religioso de los monarcas. As¨ª pues, ¡°m¨¢quina¡± y ¡°t¨¦cnica¡± no designan en sus ensayos los artilugios fabricados por los hombres o los procedimientos de esa fabricaci¨®n, sino ante todo las grandes construcciones sociales de las cuales el hombre es, adem¨¢s de autor, pieza, engranaje, resultado, beneficiario y v¨ªctima: ¡°Una proeza tecnol¨®gica que se transmiti¨® durante unos 500 a?os a trav¨¦s de agentes humanos, hasta que finalmente se plasm¨® en la tecnolog¨ªa moderna¡±. La propia ciudad es vista como una m¨¢quina-organismo cuyo crecimiento incontrolado se vuelve destructivo en las grandes y siniestras conurbaciones suburbiales con cuya pat¨¦tica imagen se cierra su obra La ciudad en la historia. Su inter¨¦s no se centra, por tanto, en la m¨¢quina como dispositivo de producci¨®n, sino en la m¨¢quina ¡°como instrumento de cultura¡±.
En esos cinco siglos que fueron precisos para instalar el escenario del mundo moderno, la ¡°m¨¢quina-clave¡± no fue el motor de vapor sino el reloj mec¨¢nico, que comenz¨® a fabricarse en el siglo XIII y adquiri¨® en el XIV la esfera y la manecilla que dominaron la era industrial, con la divisi¨®n de la hora en sesenta minutos y del minuto en sesenta segundos. A finales del XVI ya se hab¨ªa introducido el reloj dom¨¦stico en Inglaterra y en Holanda, y el progresivo abaratamiento del aparato, con su divulgaci¨®n, fue un factor decisivo para la mecanizaci¨®n de los sistemas de transporte y de producci¨®n. De esta manera, la ciencia f¨ªsica se colaba en las casas y en los talleres, el tiempo se liberaba de los acontecimientos humanos que lo hab¨ªan estado llenando desde los tiempos de Hes¨ªodo (¡®Los trabajos y los d¨ªas¡¯) y del Eclesiast¨¦s (¡®Hay un tiempo para cada cosa¡¯), se volv¨ªa abstracto, vac¨ªo, susceptible de ser llenado y vaciado de cualquier contenido y meramente cuantitativo, como un mundo independiente hecho de secuencias matem¨¢ticas que, sin embargo, se convert¨ªa en el nuevo ¨¢mbito de la existencia humana. La mayor parte de las m¨¢quinas conocidas son artefactos para ahorrar tiempo y acelerar los procesos, botas de siete leguas y alfombras voladoras. El corolario no es siempre alentador: ¡°En la medici¨®n del tiempo, en el comercio, en la lucha, los hombres contaban los n¨²meros; y finalmente, conforme fue imponi¨¦ndose la costumbre, s¨®lo los n¨²meros contaron¡±.
Sus pron¨®sticos son las realidades en las que vivimos y los problemas con los que nos angustiamos, pertenecen a la discusi¨®n contempor¨¢nea
Suele decirse que Mumford se fue haciendo cada vez m¨¢s pesimista sobre las posibilidades de ¡°humanizar la m¨¢quina¡± en un mundo sin distancias pero a la vez sin relaciones de vecindad aut¨¦ntica, y en el que la obsolescencia programada mantiene a los consumidores permanentemente insatisfechos. No dej¨® nunca de defender que el nivel de bienes no debe basarse en la capacidad para producirlos, sino en la aptitud humana para construir con ellos una vida sensata.
Ensayos. Interpretaciones y pron¨®sticos (1922-1972). Lewis Mumford. Traducci¨®n de Diego Luis Sanrom¨¢n. Pepitas de Calabaza. Logro?o, 2016. 856 p¨¢ginas. 45 euros.
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