Ya no me siento v¨ªctima
El autor de ¡®El olvido que seremos¡¯, sobre el asesinato de su padre a manos de los paramilitares, se enfrenta al acuerdo de paz desde su historia familiar y convencido de votar 's¨ª'
Yo he entendido la historia reciente de mi pa¨ªs no a trav¨¦s de ninguna teor¨ªa, sino a trav¨¦s de las historias familiares. Cuando uno tiene una familia numerosa, la ficci¨®n es casi innecesaria: en una familia grande, todas las cosas han ocurrido alguna vez. Esas historias me permiten reflexionar sobre lo que ha pasado y sobre lo que pasa en Colombia, para luego tomar una decisi¨®n que es pol¨ªtica, pero tambi¨¦n vital, porque no est¨¢ dictada por la ideolog¨ªa, sino por la imaginaci¨®n: trato de pensar de qu¨¦ manera podr¨ªamos vivir mejor, sin matarnos tanto, con menos sufrimiento, con m¨¢s tranquilidad.
Para explicar por qu¨¦ celebro y estoy tan feliz con el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC, voy a intentar reflexionar con ustedes a partir, otra vez, de una historia familiar.
Nunca sent¨ª ninguna simpat¨ªa por las FARC. El esposo de una de mis hermanas, Federico Uribe (sin parentesco con el expresidente de Colombia), fue secuestrado dos veces por la guerrilla. La primera vez lo secuestr¨® el Frente 36 de las FARC, hace 28 a?os, cuando ¨¦l ten¨ªa 35. Once a?os despu¨¦s, otro grupo lo volvi¨® a secuestrar; los muchachos que lo vigilaban en la monta?a eran tan j¨®venes que le dec¨ªan ¡°abuelo¡± a un hombre de 46. Federico no era, ni es, una persona rica. Tal vez ten¨ªa el apellido equivocado. Tampoco era pobre y no ser¨ªa extra?o que los muy pobres lo vieran como muy rico.
Mi cu?ado (ahora excu?ado, porque en todas las familias hay divorcios) ten¨ªa y tiene 120 vacas lecheras en un pueblo a 2.600 metros de altitud en el oriente de Antioquia. Despu¨¦s de un mes secuestrado y de pagar la ¡°cuota inicial¡± del rescate para que lo soltaran, tuvo que seguir pagando lo que faltaba, en c¨®modas mensualidades, durante 36 meses m¨¢s. La guerrilla, tan amable, le dio tres a?os de plazo para pagar. Ustedes preguntar¨¢n: ?y por qu¨¦ no acud¨ªa a la polic¨ªa, al Ej¨¦rcito, a las autoridades del pueblo? ?l les contestar¨ªa: ¡°Perm¨ªtanme una sonrisa¡±. En las zonas rurales de Colombia el Estado no exist¨ªa; hay partes donde no existe todav¨ªa; cuanto m¨¢s lejos est¨¦ la tierra de las ciudades principales, menos Estado hay. Si Federico no pagaba las cuotas, tampoco pod¨ªa sacar la leche de la finca, y de eso viv¨ªa. Si no pagaba las cuotas, lo pod¨ªan matar en la misma lecher¨ªa. Si no pagaba las cuotas, le pod¨ªan secuestrar a uno de sus hijos, mis sobrinos. En fin, en ausencia de un Estado que controlara el territorio y defendiera a los ciudadanos, no hab¨ªa otra que pagar. O hacer lo que hicieron otros finqueros: vincularse a un grupo paramilitar que los protegiera a cambio de una cuota mensual parecida. Federico Uribe no era de esos que se complac¨ªan en ver matar, y los paramilitares mataban sin preguntar. Adem¨¢s, los paramilitares hab¨ªan matado a su suegro, a mi pap¨¢, y no era el caso de aliarse con otros asesinos.
Mi excu?ado Federico, dos veces secuestrado, se inclina por el no. ¡°Quiero que esos tipos paguen siquiera dos a?os de c¨¢rcel¡±, me dijo
Federico ¡ªacabo de llamarlo para preguntarle¡ª va a votar no en el plebiscito sobre la paz. ¡°Yo no estoy en contra de la paz¡±, me dijo, ¡°pero quiero que esos tipos paguen siquiera dos a?os de c¨¢rcel. Mientras me tuvieron secuestrado mataron a dos¡±. Yo lo entiendo, lo aprecio y no lo considero un enemigo de la paz, as¨ª no est¨¦ de acuerdo con ¨¦l. No me siento con autoridad para juzgarlo y tiene todo el derecho de votar por el no. Pero, aunque lo entiendo, espero que ¨¦l tambi¨¦n me entienda a m¨ª ahora que escribo que voy a votar por el s¨ª. Entiendo su posici¨®n sobre la impunidad. Creo tener derecho, sin embargo, a decir que no me importa que no les den c¨¢rcel a los de las FARC, pues cuando el presidente Uribe hizo la paz con los paramilitares escrib¨ª un art¨ªculo en el que sostuve que no me interesaba que los asesinos de mi padre pasaran ni un d¨ªa en la sombra. Que contaran la verdad, y listo: que los liberaran, que se murieran de viejos. Si no me creen, aqu¨ª pueden ver ese art¨ªculo, publicado en la revista Semana en julio de 2004: http://www.semana.com/opinion/articulo/una-cuestion-personal/66783-3.
De los 28.000 paramilitares que aceptaron desmovilizarse durante el Gobierno de Uribe, tan solo un pu?ado de ellos pagaron c¨¢rcel, y no porque el presidente lo quisiera, sino porque la Corte Constitucional lo oblig¨®. Su proyecto inicial ofrec¨ªa impunidad total. El texto del Acuerdo de Ralito (el sometimiento de los paramilitares) nunca nos lo mostraron; a las v¨ªctimas de los paramilitares no nos llevaron a la zona de los di¨¢logos para decirles en la cara el dolor que nos hab¨ªan causado y para darles la bienvenida a la vida civil, como en mi familia hubi¨¦ramos querido hacer; tampoco se someti¨® el acuerdo con ellos a un plebiscito. Esto no es un reclamo, sino una comparaci¨®n. Santos ha publicado el texto (largu¨ªsimo, farragoso, pero ¨²til, del Acuerdo de La Habana); llev¨® a las conversaciones a grupos de v¨ªctimas (incluso a m¨ª me invitaron, pero no quise ir, pues no me siento v¨ªctima ya); y ahora lo somete al veredicto del pueblo.
Si en el caso de los asesinos de mi padre yo estaba de acuerdo con un pacto de impunidad, con la ¨²nica condici¨®n de que los paramilitares contaran la verdad y dejaran de matar, creo tener autoridad moral para decir que tambi¨¦n estoy de acuerdo con el Acuerdo de Paz con las FARC, los secuestradores de mi cu?ado. En el caso de las FARC, tambi¨¦n acepto una alta dosis de impunidad a cambio de verdad. Tengan en cuenta adem¨¢s que por delitos atroces, entre los cuales se incluye el secuestro, no es cierto que en este acuerdo haya impunidad total. Los responsables pagar¨¢n hasta ocho a?os (si lo confiesan todo antes de que empiece el juicio) de ¡°restricci¨®n efectiva de la libertad¡±, no en una c¨¢rcel corriente, sino en condiciones que el Tribunal Especial para la Paz decidir¨¢. Y si la confesi¨®n ocurre durante el juicio, esos ocho a?os los pasar¨¢n en una c¨¢rcel normal. Y si no confiesan y son derrotados en juicio, la pena ser¨¢ de 20 a?os en c¨¢rceles del Estado.
No estoy de acuerdo con ¨¦l. Le comprendo y admiro. Pero esto es lo mejor que el Gobierno pudo lograr tras cuatro a?os de negociaci¨®n
As¨ª que no estoy de acuerdo con mi excu?ado, a quien comprendo y admiro y sigo queriendo igual, en que se haya firmado un acuerdo de impunidad total. Fue un acuerdo muy generoso con las FARC, sin duda, y ojal¨¢ la guerrilla hubiera aceptado pasar siquiera dos a?os en la c¨¢rcel, que es a lo que aspira Federico. Pero esto fue lo mejor que el Gobierno pudo lograr, tras cuatro a?os de duras negociaciones, con una guerrilla que no estaba completamente derrotada.
Cuando escribo para Espa?a, o cuando hablo con espa?oles, algunos esgrimen el ejemplo de ETA para decirme que el Estado no puede ser condescendiente con los terroristas ni puede perdonar. No creo que los casos se parezcan ni se puedan comparar. Las FARC nacieron en un pa¨ªs violento, muy desigual y muy injusto, lo que no las justifica, pero s¨ª explica en parte su furor. La guerrilla de las FARC lleg¨® a tener 20.000 hombres en uniforme; lleg¨® a tomarse la capital del departamento (Estado) del Vaup¨¦s, Mit¨². Ejerci¨® control y dominio (como un Estado alternativo que impart¨ªa ¡°justicia¡± y resolv¨ªa l¨ªos dom¨¦sticos) en amplios territorios rurales.
Las FARC han sido una guerrilla despiadada, sanguinaria, sin duda. Una guerrilla que cree firmemente y con fanatismo mesi¨¢nico en la ¨²ltima religi¨®n del siglo XX, el comunismo marxista leninista. En la lucha armada, en su ideolog¨ªa, en sus actos de terror, creo que la guerrilla se equivoc¨® de un modo atroz. Pero en m¨¢s de medio siglo de desaf¨ªo al Estado no ha podido ser derrotada por las armas. Colombia tiene el presupuesto de seguridad m¨¢s alto de Am¨¦rica Latina; tiene el Ej¨¦rcito m¨¢s numeroso; gastamos en armamento lo que no nos gastamos en salud o educaci¨®n. Tuvo un presidente, ?lvaro Uribe, cuya mayor obsesi¨®n durante ocho a?os fue exterminar a la guerrilla que hab¨ªa matado a su padre. La debilit¨® mucho, las FARC quedaron en menos de 10.000 efectivos, pero tampoco la pudo derrotar. Su ministro de defensa, Juan Manuel Santos, lleg¨® al poder y, al verla debilitada, les volvi¨® a ofrecer lo que todos los presidentes anteriores (incluyendo a Uribe) les hab¨ªan ofrecido: unas conversaciones para llegar a un acuerdo de paz. Y Santos acaba de conseguir lo que ninguno de los presidentes anteriores consigui¨®: que las FARC se plegaran a dejar las armas y aceptaran convertirse en un partido pol¨ªtico con garant¨ªas de seguridad e incluso con una m¨ªnima representaci¨®n en el Congreso en las pr¨®ximas elecciones.
Escribir del asesinato de un hombre bueno me cur¨® de la necesidad de aspirar a una c¨¢rcel para los asesinos
En todas las familias hay uno que otro envidioso; se sienten celos aun entre los hermanos. Por eso entiendo tan bien, por eso me parece tan comprensible, tan humano, que los dos presidentes anteriores (Pastrana y Uribe) sientan celos porque Santos haya logrado lo que ellos buscaron sin conseguir. Se entiende tambi¨¦n que quieran adoptar para su envidia una m¨¢scara m¨¢s noble, la m¨¢scara de la ¡°impunidad¡±. Pero estoy seguro de que, si ellos estuvieran en el poder, ofrecer¨ªan una impunidad igual o mayor que esta. Un presidente mucho m¨¢s viejo, casi centenario, l¨²cido, ya curado de espantos y mucho m¨¢s all¨¢ del bien y del mal, Belisario Betancur, un presidente que estuvo a punto de firmar la paz con la guerrilla hace 30 a?os, pero que fue saboteado por la extrema derecha (mezcla de paramilitares, terratenientes y una franja del Ej¨¦rcito) mediante el exterminio de l¨ªderes de izquierda y de todo un partido pol¨ªtico, la Uni¨®n Patri¨®tica, este viejo presidente, en cambio, conservador y cat¨®lico, votar¨¢ por el s¨ª. Tambi¨¦n Gaviria y Samper har¨¢n campa?a por el s¨ª.
Es humano que los presidentes Pastrana y Uribe sientan celos porque Santos haya logrado lo que ellos buscaron sin conseguir
Termino: las historias familiares, que son como una novela real, me han obligado a sentir y me han ense?ado a pensar mucho sobre el sufrimiento, sobre la justicia y la impotencia, sobre la humillaci¨®n y la rabia, sobre la venganza y el perd¨®n. Escribir la injusticia que se cometi¨® con mi padre, el asesinato de un hombre bueno, me cur¨® de la necesidad de aspirar a ver en la realidad la representaci¨®n de la justicia (una c¨¢rcel para los asesinos). De alguna manera yo siento que pude hacer justicia contando la historia tal como fue. Seguramente si mi cu?ado hubiera podido contar la historia de su secuestro, como lo hicieron Ingrid Betancourt o Clara Rojas, ahora estar¨ªa m¨¢s tranquilo y en el mismo grupo de ellas, el grupo de los que apoyamos el s¨ª. Es por eso que ahora que he contado la historia de Federico, y ahora que he explicado mi posici¨®n para un peri¨®dico espa?ol, yo le preguntar¨ªa a mi excu?ado lo siguiente: ?no es mejor un pa¨ªs donde tus mismos secuestradores est¨¦n libres haciendo pol¨ªtica, en vez de un pa¨ªs en que esos mismos tipos est¨¦n cerca de tu finca, amenazando a tus hijos, mis sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos? La paz no se hace para que haya una justicia plena y completa. La paz se hace para olvidar el dolor pasado, para disminuir el dolor presente y para prevenir el dolor futuro.
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