No queremos originalidad
El ¨²nico sector en crecimiento de la m¨²sica espa?ola son las llamadas ¡°bandas tributo¡±
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La ¨²ltima entrega de Escenarios, la revista de ARTE (Asociaci¨®n de Representantes T¨¦cnicos del Espect¨¢culo), me deja noqueado: incluye un suplemento de 36 p¨¢ginas dedicado a los artistas ¡°tributo¡±, esos solistas y grupos que suplantan a figuras famosas.
La misma publicaci¨®n advierte que ¡°tributo¡± es un anglicismo para lo que deber¨ªa bautizarse ¡°homenaje¡±. En sus inicios, ese tipo de propuestas honraban a cantantes difuntos y bandas desaparecidas: Elvis, Abba, Beatles. Pero tales finuras ya se han perdido: veo que una empresa ofrece un cat¨¢logo de sosias que va desde U2 a ?Silvio Rodr¨ªguez!
Compruebo maravillado que realmente existe un universo paralelo: todos los ocupantes del santoral del pop y el rock tienen sus imitadores. Y estos se lo toman muy en serio: pelucas, vestimenta, atrezo. Al menos, adviertes alg¨²n destello de humor: unos tales Gansos Rosas son la versi¨®n madrile?a de Guns N¡¯ Roses.
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Abundan las copias de Dire Straits: en el especial de Escenarios se anuncian dos y ambas utilizan una frase sospechosamente similar (¡°cre¨ª que era una grabaci¨®n nuestra¡±) atribuida a diferentes m¨²sicos acompa?antes de Mark Knopfler.
Repriman el sarcasmo: si existen y se multiplican, se debe a que funcionan. Y el p¨²blico es soberano. Puede decidir llevar los clones de sus favoritos a una boda o a las fiestas del pueblo; lo que inicialmente tiene mucho de broma compartida (¡°hemos resucitado a Freddie Mercury¡±) suele terminar con admiraci¨®n por su profesionalidad en el arte de la fotocopia sonora.
Pero se trata de una mala noticia para los grupos actuales con repertorio propio. De la misma forma que sus canciones frescas deben competir con los 60 a?os de rock, disponibles en la Red, ahora se disputan los escenarios con avatares de las leyendas. Amigo, la originalidad creativa no constituye necesariamente un plus.
Tambi¨¦n supone un bofet¨®n para las bandas hist¨®ricas en activo. Descubren toda su epopeya queda reducida a un look t¨®pico y (algunas de) sus canciones, hoy a disposici¨®n de cualquiera. Y est¨¢ la amenaza de una humillaci¨®n potencial: que el respetable, tan amante de los juicios tajantes, afirme que ¡°tocan/cantan mejor que los aut¨¦nticos¡±.
En la pr¨¢ctica, esto confirma el movimiento del p¨¦ndulo de la oferta y la demanda: el poder se desplaza hacia los esquivos consumidores. Hasta los grandes artistas supervivientes se ven obligados a tocar ¨ªntegros determinados ¨¢lbumes, a reunir formaciones que se llevaban a matar, a especificar que tales conciertos incluir¨¢n todos sus ¨¦xitos, a lanzar grabaciones que hab¨ªan descartado.
?Debe sorprendernos? Las bandas tributo son otro signo de los tiempos. Con una realidad degradada por su tramposo reflejo en la televisi¨®n, nos hemos habituado a suced¨¢neos, productos baratos, ocurrencias inanes. Somos el h¨¢mster en su rueda, condenados a la vida en bucle.
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