Monet en primera persona
Un documental retrata al pintor impresionista a trav¨¦s de sus m¨¢s de 3.000 cartas personales
"Solo pienso en mis catedrales. Empiezo a trabajar a las siete de la ma?ana y no me siento hasta las seis de la tarde. Lo he dejado todo, a ti, a mi jard¨ªn... Cada d¨ªa descubro alg¨²n aspecto nuevo. La luz est¨¢ cambiando dr¨¢sticamente, es m¨¢s blanquecina, el sol est¨¢ m¨¢s alto. Estoy exhausto. He tenido pesadillas: la catedral se derrumbaba encima de m¨ª, parec¨ªa de color azul, o rosa, o amarillo", le escrib¨ªa Claude Monet a su segunda esposa, Alice Hosched¨¦, en febrero de 1892. Este es solo un fragmento de las 3.000 cartas que se conservan del pintor impresionista, a partir de las cuales Phil Grabsky ha realizado el documental Yo, Claude Monet, que se estrena hoy, jueves.
En esa carta enviada desde Rouen mientras pintaba la serie de las catedrales de esta ciudad plasma lo que define al Monet persona (Par¨ªs, 1840- Giverny, 1926) y al Monet artista (inmortal): la obsesi¨®n por su trabajo, el amor a sus dos esposas y la persecuci¨®n de la luz. Constantes en su correspondencia junto con la petici¨®n de dinero a su marchante y a amigos como Manet.
Las salas de los m¨¢s de cuarenta cines en los que se proyecta en Espa?a se convertir¨¢n en una suerte de sala de museo. Un ficticio museo Monet, en el que se ir¨¢n sucediendo sus pinturas en la gran pantalla ¡ªcomo si toda la obra tuviera el gran tama?o de los nen¨²fares de su ¨²ltimo periodo en Giverny, paneles que hoy est¨¢n en el Museo de la Orangerie de Par¨ªs¡ª, salpicadas con fotograf¨ªas del pintor y su familia que, junto con la narraci¨®n en primera persona, trasladan al espectador a la Francia de mediados del siglo XIX y principios del XX.
Casi todo el mundo tiene algo de voyeur y al placer de curiosear c¨®mo era la casa de Giverny, en la que el pintor vivi¨® la mitad de su vida, con el decimon¨®nico horror vacui que le llevaba a colgar multitud de cuadros en las paredes, se a?ade la informaci¨®n que aporta la correspondencia. "Nac¨ª rebelde, desde muy peque?o me costaba acatar las normas", escribe en la primera ep¨ªstola, solo un pr¨®logo del padre del impresionismo, el que lo hizo amanecer, una ruptura definitiva con la academicista manera de pintar.
Leer ¡ªen este caso, escuchar¡ª las cartas de alguien siempre nos acerca a esa persona. Es una intromisi¨®n en su intimidad que, en este caso, sirve para conocer a Manet m¨¢s all¨¢ de lo que la historia del arte ha contado. Es lo que ¨¦l cuenta de s¨ª mismo a sus m¨¢s allegados y no lo que quer¨ªa mostrar en p¨²blico. Se descubre obsesivo, ansioso por trabajar y llegar lejos: "Todo aquel que afirme que ha terminado un cuadro es tremendamente arrogante. Terminar algo significa que est¨¢ completo, que es perfecto". En octubre de 1885 le escribe a su esposa: "Querida Alice, ?tretat [localidad francesa] es asombroso. Me irrita mi incapacidad de plasmar todo mejor, tendr¨ªa que usar ambas manos y pintar cientos de lienzos...". Quince a?os m¨¢s tarde dice desde Londres: "El T¨¢mesis era puro oro. He empezado a pintar como un loco, cada una de las maravillas de este d¨ªa duraba menos de cinco minutos, era como volverse loco".
Son varios los motivos por los que Monet deja de pintar: la falta de dinero y la muerte de sus esposas. En 1878, mientras cuida a su primera mujer, Camille, que est¨¢ en cama, se muestra "aterrorizado" con la idea de que pueda morir. Meses m¨¢s tarde, tras el fallecimiento de esta, le cuenta a Pissarro que est¨¢ desbordado, que no sabe c¨®mo organizar su vida con sus dos hijos. Los problemas econ¨®micos le llevan a estar tiempo sin pintar por no tener dinero para "comprar colores". Y no solo al principio de su carrera, incluso despu¨¦s de la primera exposici¨®n? impresionista, en 1874, la situaci¨®n se repite. "La indiferencia del p¨²blico me afecta profundamente. Cuando la prensa nos vilipendiaba pod¨ªamos consolarnos pensando que eso demostraba nuestra val¨ªa; de no haber sido as¨ª, nadie se habr¨ªa molestado en atacarnos", le escribi¨® a Paul Durand-Ruel, su marchante, en 1883.
El tercer motivo para no pasarse el d¨ªa pintando era el jard¨ªn de su casa de Giverny, otra de sus obsesiones, que al final revertir¨¢ en su pintura, ya que lo representa decenas de veces. Ni sus cataratas y otros problemas de visi¨®n que sufre al final de su vida le impiden seguir trabajando. La?? Primera Guerra Mundial, que estalla cuando Monet tiene 74 a?os, tampoco le frena: "Verano 1914. Ha cundido el p¨¢nico por la guerra. Si esos salvajes insisten en matarme tendr¨ªan que hacerlo entre mis cuadros, junto con la obra de mi vida".
Los destinatarios de las cartas al final de su vida cambian. Algunos a los que escrib¨ªa en otros momentos pasan a ser tristes protagonistas de sus ep¨ªstolas: "He tenido que venir a Par¨ªs para el entierro de Degas", redacta en octubre de 1917. Dos a?os m¨¢s tarde repetir¨¢ un argumento parecido: "Dolorosa p¨¦rdida de Renoir, con ¨¦l se va parte de mi vida. Las batallas y el entusiasmo de juventud. Es muy duro, soy el ¨²ltimo superviviente del grupo". Su pincelada se va apagando rodeado de su jard¨ªn y lejos de las alabanzas que por fin le profesaban: "He hecho lo que he podido como pintor. No quiero que se me compare con los grandes maestros del pasado". Y lo es.
Babelia
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