Bosco, la ¨²ltima esperanza pija
Los que vayan a ver 'Selfie' con intenci¨®n de odiar al hijo consentido de un ministro corrupto ver¨¢n que no se puede
Mi primer pijo ven¨ªa todas las tardes a casa de mis abuelos ¡ªen verano la alquil¨¢bamos a turistas¡ª a visitar a cinco hermanas rubias que lo ten¨ªan de confidente. Como a veces la vida imita al arte, el chico se llamaba Borja, vest¨ªa polos rosas, pantalones cortos de cuadros escoceses y zapatos n¨¢uticos; tengo a una docena de testigos y alguna de aquellas hermanas Lisbon con la que supongo sigue en contacto. Borja era el kil¨®metro cero de los pijos, aunque eso en los veranos de Sanxenxo, donde los Hombres G tienen la misma consideraci¨®n que la Filarm¨®nica en Viena, no tiene m¨¦rito. Por eso a Bosco, el protagonista de Selfie, la nueva pel¨ªcula de V¨ªctor Garc¨ªa Le¨®n, me lo creo cuando m¨¢s incre¨ªble parece. Porque s¨¦ que son capaces de todo. Me lo creo cuando se declara feminista con el discurso de un due?o de cortijo que quiere ponerse a la moda, cuando suelta sin ton ni son expresiones en ingl¨¦s ("who knows", dice en su mejor momento) y, qu¨¦ remedio, cuando entra en Lavapi¨¦s pisando las calles como un astronauta, pregunta si all¨ª es peligroso comprar comida y escucha la palabra butano con el mismo asombro con que el ni?o Buend¨ªa fue a conocer el hielo.
Pero sobre todo, si algo hace Bosco en la vida es sonre¨ªrle a la c¨¢mara, como todos los pijos haya o no haya c¨¢mara. En el caso de Bosco la c¨¢mara lo acompa?a a modo de documental en toda la pel¨ªcula: ah¨ª est¨¢ todo. En primer lugar porque no hay nadie que no repare en lo extravagante que resulta una c¨¢mara sigui¨¦ndole a todas partes menos ¨¦l. En segundo lugar porque esa sonrisa que le manda a sus espectadores cuando las cosas se tuercen es la sonrisa c¨®mplice que le sale a la gente cuando su mundo se derrumba y aterriza en uno nuevo crey¨¦ndose miembro de una civilizaci¨®n superior. Aspira a integrarse con el cinismo de los elegidos: ser Jes¨²s en el Calvario con clavos de goma.
Abandonen toda esperanza los que vayan a ver Selfie con intenci¨®n de odiar al hijo consentido de un ministro corrupto: no se puede. Es obra de Santiago Alver¨², un actor que hace de Bosco un pijo ex¨®tico desenvolvi¨¦ndose bajo el armamento de una estructura de privilegios; una prefabricaci¨®n familiar, una especie de invernadero cultivada de tal forma que se necesita car¨¢cter y cultura para hacerse descarrilar. Funciona como estereotipo desde el nombre. Se presenta durante su cumplea?os en un chal¨¦ de las afueras de Madrid que resulta ser generaci¨®n Taburete pura, sin cortar, sobre todo cuando empieza el telediario. No hay clich¨¦ que no pisen,?no hay clasismo del que no presuman, no hay lucecita interior que alumbre una m¨ªnima esperanza. Pijos de verdad, con tal poder de abstracci¨®n de la sociedad que su eje izquierda / derecha se desenvuelve bruscamente dentro del PP.
Garc¨ªa Le¨®n hace que Bosco caiga en desgracia cuando cae su padre (lo hace exagaderamente, con aroma de f¨¢bula) y se d¨¦ de bruces con el mundo m¨¢s all¨¢ del muro: la nevera de su asistenta, una trabajadora de Podemos enamorada de ¨¦l (ciega para no ver el Tommy Hilfiger) y un compa?ero de piso alelado que hace oposiciones a Darth Vader y del que se echa de menos que sea de familia bien, pues re¨²ne requisitos. Eso redondear¨ªa la pel¨ªcula: ejemplares burgueses que van a la izquierda como a un campamento de verano; apostando todo siendo jugadores y banca a la vez para dejarse caer en el colch¨®n dentro de unos a?os y seguir jugando en otra parte. Se les reconoce porque piden antes la guillotina en la Plaza Mayor que la subida del impuesto de sucesiones: que le corten la cabeza a pap¨¢, pero no el suministro.
La suerte de Selfie es que cuanto m¨¢s parodiable, m¨¢s disparatada y m¨¢s est¨²pida parece, m¨¢s realista es. La mala suerte es que sale Esperanza Aguirre, de forma espont¨¢nea y por si fuera poco en campa?a electoral: no va a haber Goya que no gane.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
