Una Violeta llamada Chile en un pa¨ªs llamado Parra
Un recuerdo de la cantautora en su centenario, que La Mar de M¨²sicas conmemora con un concierto
"No me lo hace a m¨ª, se lo hace a Chile¡±, sol¨ªa decirle Violeta Parra, nacida hace 100 a?os en San Carlos (regi¨®n del B¨ªo B¨ªo), a toda suerte de funcionarios diplom¨¢ticos cuando le negaban subvenciones y apoyo. Estaba convencida de modo innegable que Chile era ella, y ella era Chile. A la luz de su posteridad, es imposible negar que Violeta Parra es Chile y Chile es en gran parte su creaci¨®n, la idea de una cierta tristeza que r¨ªe, de una cierta pasi¨®n que baila, de una cierta pobreza que no rechaza darse ning¨²n lujo.
Folcloristas, rockeros, raperos, poperos, pero tambi¨¦n escritores, pintores, arquitectos, fil¨®sofos y bailarines buscan en la obra siempre inconclusa, siempre debutante, de Violeta una ra¨ªz a la que asirse. La nueva canci¨®n chilena, pero tambi¨¦n la Nueva Trova cubana, la obra de Mercedes Sosa, Paco Ib¨¢?ez o Joaqu¨ªn Sabina no se entienden sin Violeta. Una obra que crece y se complica en la medida en que se encuentran nuevos tapices, cuadros, grabaciones, cartas y manuscritos que dan cuenta de su man¨ªa de convertir todo en personal, todo en ¨²nico, evitando siempre el prestigio de los profesionales, siendo en todo siempre una debutante que consigue la obra maestra en el primer ensayo.
Su fuerza nace quiz¨¢s de su capacidad de contagio. As¨ª lo cuenta en sus d¨¦cimas, el relato de su vida en versos de ocho silabas, que su hermano mayor, su hermano-padre como lo llamaba ella, el antipoeta Nicanor Parra, le encarg¨® escribir. Ah¨ª cuenta c¨®mo el sarampi¨®n que trajo de Santiago viaj¨® con ella en tren al sur de Chile, matando animales y hombres. El secreto placer con que cuenta las muertes que su sobrevivencia cost¨® es quiz¨¢s una de las claves de su magia. Una magia en cierta medida negra.
Violeta, que muri¨® no en vano en las tierras de La Quintrala, una terrateniente colonial famosa por azotar a sus hombres. La Violeta que encarna la madre pero tambi¨¦n el padre de todo chileno. La Violenta Parra, como la llamaba su hermano Nicanor, que no se hizo nunca la dulce, o la fr¨¢gil, pero que no dejaba nunca, sin embargo, de seducir. Porque no es f¨¢cil escuchar sin una mezcla de rabia y de emoci¨®n la voz quebrada y met¨¢lica de Violeta, que rechaza toda melancol¨ªa, toda nostalgia, pero no le tiene miedo casi nunca a la muerte, al dolor, a la pobreza, a la rabia. Una voz que ¡°lleva 40 a?os sufriendo¡±, como dice ella para explicar por qu¨¦ ella y solo ella puede cantar su ballet atonal El gavil¨¢n.
No es f¨¢cil escuchar sin una mezcla de rabia y de emoci¨®n su voz quebrada y met¨¢lica, que rechaza toda melancol¨ªa, toda nostalgia
Violeta, hija de profesor primario que muri¨® demasiado luego y demasiado pobre, se gan¨® la vida cantando en circos, calles y velorios. Lleg¨® de Chill¨¢n a Santiago vestida de gitana de Triana, cant¨¢ndole al r¨ªo Manzanares. Form¨® luego con su hermana Hilda un d¨²o que interpretaba con la misma facilidad boleros y rancheras. Un d¨ªa cualquiera de 1952, impaciente ante la poca atenci¨®n que su hermano Nicanor le prestaba, le pregunt¨® qu¨¦ le¨ªa con tanta atenci¨®n. Su hermano estudiaba la poes¨ªa popular chilena del siglo XIX para intentar escribir un Mart¨ªn Fierro chileno. Violeta se fue bruscamente de la casa de su hermano para volver a las pocas horas con cientos de hojas llenas a rabiar de versos.
¡°Estudia eso mejor¡±, le dijo. Nicanor se encontr¨® de pronto con canciones como las que cantaban los ciegos en los bares de mala muerte en los que perdi¨® su fortuna su padre. ¡°Canto a lo humano y lo divino¡±, como ese que improvisaban sus t¨ªos y amigos en guitarrones de 12 cuerdas. Todo un tesoro infinito de versos, im¨¢genes, comidas y ritos que siempre hab¨ªan estado ah¨ª, al alcance de la mano, pero que nadie se hab¨ªa dignado en recoger antes de que Violeta Parra lo empezara a hacer.
Violeta Parra, que dej¨® el d¨²o con su hermana y su matrimonio con el maquinista Luis Cereceda, decidi¨® no s¨®lo recopilar esas canciones, sino habitarlas de cuerpo entero. Su forma de vestir, de hablar, de comer, de amar, se hizo a la medida de esa idea de Chile, popular e inevitable, pobre de solemnidad y rico de colores, de contrastes. Se sentaba siempre en un piso m¨¢s bajo que los campesinos a los que entrevistaba, pero terminaba por cantar ellas sus canciones, una m¨¢s entre los mapuches, chilotes, campesinos y mineros que iban entregando sus canciones y dichos a su inc¨®moda grabadora.
Con su muerte por suicidio, parecida a la de los presidentes Allende y Balmaceda, cerr¨® su alianza eterna con su pa¨ªs
Le preguntaron en Par¨ªs que, si tuviera que elegir entre la pintura, la m¨²sica, los tapices o la poes¨ªa, qu¨¦ arte escoger¨ªa. ¡°Escoger¨ªa quedarme con la gente¡±, respondi¨® ella, pero no hizo, sin embargo, m¨¢s que arrancar lo m¨¢s que pudo de su adorado pa¨ªs. Mientras cantaba en Varsovia en el Festival de la Juventud que auspiciaba la Internacional Comunista, su hija Rosa muri¨® de fr¨ªo en Santiago. No volvi¨® antes de grabar en Londres y exponer en el Museo de Artes Decorativas de Par¨ªs. Esos ¨¦xitos, que contrastaban con la inestabilidad sentimental y material de su vida en Chile, no hicieron m¨¢s que acelerar la tragedia. En febrero de 1967, en la carpa polvorienta en la que quer¨ªa fundar una universidad del folclore, Violeta Parra se dispar¨® en la cabeza.
Esa muerte, que se parece a la de los presidentes Allende y Balmaceda, era quiz¨¢s lo ¨²nico que le faltaba a Violeta para cerrar la alianza eterna con el pa¨ªs. Un pa¨ªs suicida como ella, violento como ella, un pa¨ªs mujer como ella, que como ella tambi¨¦n es perfectamente capaz de cantarle gracias a la vida justo cuando est¨¢ a punto de matarse. Un homenaje, una despedida, un canto de esperanza, pero tambi¨¦n una iron¨ªa antipo¨¦tica, un chiste cruel, un desaf¨ªo: un gracias a la vida ante el que a la vida no le queda m¨¢s que responder:
¡ªDe nada, comadre, vuelva cuando quiera, en su casa no m¨¢s est¨¢.
El festival La Mar de M¨²sicas, de Cartagena, celebra este domingo un homenaje a Violeta Parra con la participaci¨®n del cantautor chileno Manuel Garc¨ªa y Tita Parra, nieta de Violeta.
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