¡°Mi padre nunca me dijo ¡®te quiero¡±
Manuel Vilas se despoja del pudor para contar su vida en 'Ordesa', un libro generacional que Mu?oz Molina destaca por su precisi¨®n y verdad
Un d¨ªa, siendo ni?o, Manuel Vilas estaba paseando de la mano de su padre. ¡°Pas¨® una se?ora y vi que all¨ª hab¨ªa algo. Cuando se march¨®, mi padre me dijo: ¡®esta habr¨ªa sido tu madre si no me hubiese casado con tu madre¡¯. Luego supe que hab¨ªa tenido una novia que dej¨® por mi madre. Otro d¨ªa, en un cementerio, dijo, sin darle importancia: ¡®por ah¨ª debe estar tu abuelo¡¯. Y ya al final de su vida, la manera que tuvo de despedirse de m¨ª fue a trav¨¦s de su coche. ?l fue viajante de comercio y el coche siempre fue fundamental en su vida. Cuando le coment¨¦ que lo ten¨ªa tan lleno de polvo, me respondi¨®: ¡®haz lo que quieras con el coche¡±.
Muchos a?os despu¨¦s, el poeta y narrador aragon¨¦s Manuel Vilas (Barbastro, 1962) ha condensado todos esos recuerdos en Ordesa (Alfaguara), un libro que ha sacudido no solo los cen¨¢culos literarios en Espa?a por su sinceridad, su verdad, su emoci¨®n. Un libro que es una ¡°carta de amor¡± a sus padres, y un retrato de la Espa?a de los sesenta y setenta, de Zaragoza, de la pobreza, de los anhelos de la clase media baja, de la irrupci¨®n de las piscinas municipales, de la soledad de un apartamento de divorciado. Un libro que es tambi¨¦n un ejercicio estil¨ªstico confesional, impactante, imp¨²dico, que no evita las ¡°partes m¨¢s s¨®rdidas de la memoria¡±, como los tocamientos a los que fue sometido de ni?o por un cura. ¡°Los llevaba en la cabeza. Era una verdad que necesitaba escribir¡±, explic¨® el poeta en la conversaci¨®n que mantuvo el mi¨¦rcoles en Madrid con el escritor Antonio Mu?oz Molina.
¡°Vilas habla con mucha claridad, sin adornos; en la literatura abunda demasiado una mezcla de pudor y de arrogancia geneal¨®gica tonta cuando uno habla de sus mayores y parece que se recuerda siempre una nobleza, un pasado glorioso, de la propia familia. Uno de los atractivos del libro es que ese pasado est¨¢ visto en la luz de la verdad¡±, coment¨® Mu?oz Molina a un p¨²blico que llenaba la librer¨ªa Tipos infames.
Una verdad susceptible de ser muy compartida y que se ha vertido en las p¨¢ginas de una obra fragmentada, de cap¨ªtulos cortos, como flashes encadenados de la memoria. ¡°Me ha sorprendido la reacci¨®n emocional de la gente. Muchos lectores y amigos de mi generaci¨®n me dicen que la relaci¨®n con mis padres era muy similar a la que ellos ten¨ªan. Entonces no se verbalizaba el amor. Mi padre nunca me dijo te quiero. Hab¨ªa se?ales de eso, claro, pero¡¡±, coment¨® el poeta. ¡°S¨ª¡±, intervino el acad¨¦mico y autor de El invierno en Lisboa, ¡°pero entre el laconismo de entonces y el chorreo verbal de la generaci¨®n de Twitter, habr¨¢ un t¨¦rmino medio, ?no?¡±.
En el libro de Vilas, que empez¨® a escribir cuando muri¨® su madre en 2014, no hay t¨¦rminos medios, aunque s¨ª matices, precisiones, reconsideraciones. El autor, que vivi¨® m¨¢s de 20 a?os ¡°narcotizado por una n¨®mina¡± de profesor de instituto, arremete en el libro contra sus antiguos compa?eros, enloquecidos de ¡°median¨ªa y adocenamiento¡±, que¡± humillaban y despreciaban a sus alumnos¡±. Pero al final del cap¨ªtulo, recapitula: ¡°Estoy siendo injusto: el ¨²nico aliado real de la redenci¨®n social de los espa?oles desfavorecidos es el profesorado¡±. Empieza aqu¨ª en un tono muy cr¨ªtico, casi destructivo, y acaba recordando el disfrute compartido de an¨¢lisis gramatical: ¡°Nos mor¨ªamos de risa con el objeto directo en frases como ¨¦sta: Juan quem¨® el coche. ?Qui¨¦n demonios era Juan? ?Era un buen coche? ?Por qu¨¦ quemar un coche? El colmo era cuando pasabas la oraci¨®n a pasiva, porque esa era la forma de comprobar que coche era el maldito complemento directo (¡) El complemento directo representaba al proletariado de la sintaxis, ten¨ªa que cargar con todo, ten¨ªa que cargar con la acci¨®n el verbo¡±.
La precisi¨®n fue destacada por Mu?oz Molina como una de las principales virtudes de Ordesa: ¡°Est¨¢ cargado cada p¨¢rrafo de detalles precisos, de marcas de cigarrillos, distancias, de kil¨®metros¡ La precisi¨®n es un instrumento de la verdad. Decir cu¨¢nto cuestan las cosas es decir que hay personas que no las pueden comprar¡±.
La conciencia social, de clase, recorre las p¨¢ginas del ¨²ltimo libro del poeta y autor de novelas como?Espa?a o El hundimiento. Y el ajuste de cuentas con uno mismo, como cuando Vilas relata sus problemas con el alcohol y su desolaci¨®n por la ausencia de su madre al otro lado del tel¨¦fono, cuando tantas veces ¨¦l rehuy¨® las llamas reincidentes de ella. ¡°En el fondo, el narrador es un peter pan, que quiere que vuelvan sus padres para que le protejan como en la infancia¡±, concluy¨® ayer el poeta y narrador, padre de dos hijos.
<CW-21>Muchos a?os despu¨¦s, el poeta y narrador aragon¨¦s Manuel Vilas (Barbastro, 1962) ha condensado sus recuerdos en <CF1001>Ordesa</CF> (Alfaguara), un libro que ha sacudido no solo los cen¨¢culos literarios en Espa?a por su sinceridad, su verdad, su emoci¨®n. Un libro que es una ¡°carta de amor¡± a sus padres, y un retrato de la Espa?a de los sesenta y setenta, de Zaragoza, de la pobreza, de los anhelos de la clase media baja, de la irrupci¨®n de las piscinas municipales, de la soledad de un apartamento de divorciado. Un libro que es tambi¨¦n un ejercicio estil¨ªstico confesional, impactante, imp¨²dico, que no evita las ¡°partes m¨¢s s¨®rdidas de la memoria¡±, como los tocamientos a los que fue sometido de ni?o por un cura. ¡°Los llevaba en la cabeza. Era una verdad que necesitaba escribir¡±, explic¨® el poeta en la conversaci¨®n que mantuvo el mi¨¦rcoles con el escritor Antonio Mu?oz Molina en Madrid.
¡°Vilas habla con mucha clari
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